Animus protestari

14/11/2014 - 12:00 am

Animus es uno de los conceptos más abiertos, maravillosos y complejos. Está relacionado etimológicamente con anima, alma, pero también con animosidad, unanimidad y ecuanimidad. En términos semánticos es aún más rico, pues está vinculada con deseo, intención, coraje, sensibilidad, sentimiento, pasión, vehemencia, aliento, vida, espíritu. Animus es el impulso primero, el instinto básico que gobierna las acciones del ser humano. Karl Jung lo usó, en oposición a anima (el sentimiento femenino en el hombre) como el sentido racional, lo eterno masculino en la psyque femenina. Pero en su origen en griego antiguo, la palabra viene de ánemos que significa simplemente viento, brisa, eso que impulsa y genera el movimiento; el aliento de Eólo.

Protestari, protesta, tiene su origen en el lenguaje jurídico y significa simplemente el que testifica en pro de la inocencia de alguien, el que manifiesta en contra de los cargos de un fiscal.

México vive un animus protestari. Las manifestaciones, unas violentas, otras pacíficas, la mayoría llenas de coraje, enojo o impotencia, hablan de un ánimo, de un impulso tan vital como apasionado. El tono y las formas de protesta están subiendo día con día, cada vez con mayor vehemencia, con una fuerza por momentos desmedida. El problema es que pareciera que del otro lado, el lado del “fiscal”, el del Estado, nadie escucha, nadie responde, nadie acusa recibo.

Si algo había predecible desde que se conoció la tragedia de Ayotzinapa es que iba a crecer el ánimo de la protesta. Que más allá de los 43 estudiantes desaparecidos, el impulso básico de la manifestación, generado por los cambios que afectan intereses y por la radical desigualdad desde la que se toman la decisiones, iba a crecer. Después de Guerrero seguirían Michoacán y Oaxaca, que tienen condiciones políticas y gremiales muy similares; que el contagio en la ciudad de México sería inevitable, pues ahí se reflejan todos los conflictos del país; que, por motivos distintos, los estudiantes de todo el país seguirían este impulso vital. Lo que no estaba preveíamos era el autismo gubernamental, la parálisis de los gobiernos estatales y federal tan incapaces de responder a las demandas, como de proteger los bienes que custodian.

Pareciera que el poder no sabe qué hacer ante este animus protestari que recorre el país. No hay respuesta porque no estaba en el guión, no aparece en lo manuales y no es un tema de presupuestos sino de hartazgo del presente y falta de expectativa de futuro.

Este aliento de Eólo, por momentos huracanado y destructivo, es también la esperanza de que el país se mueve. La pregunta es quién tiene, quién toma, el timón.

en Sinembargo al Aire

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