Francisco Ortiz Pinchetti
14/11/2014 - 12:00 am
Un ‘Buen Fin’ para Peña Nieto
Parece chiste cruel. Y no es –aclaro de entrada– que uno esté en contra de una promoción comercial que supuestamente alentará de manera importante la actividad económica en el país y representará ahorros y otros beneficios para los consumidores. Lo que pasa es que el evento resulta absolutamente inoportuno. No es posible pensar en nada […]
Parece chiste cruel. Y no es –aclaro de entrada– que uno esté en contra de una promoción comercial que supuestamente alentará de manera importante la actividad económica en el país y representará ahorros y otros beneficios para los consumidores. Lo que pasa es que el evento resulta absolutamente inoportuno. No es posible pensar en nada que suene a festejo, a celebración, como es el caso, en medio del desánimo nacional que padecemos por la barbarie que asomó en Iguala y sus macabras secuencias, a la que se suman el vandalismo oportunista que azota cada vez a más entidades de la República, incluido el Distrito Federal, y una serie de indicadores económicos y políticos francamente descorazonadores.
Tiene razones de sobra el presidente Enrique Peña Nieto para sentirse cuando menos “afligido”, como se lo confió en Shanghai al colega Roberto Zamarripa, de Reforma. No es para menos. Uno de los muchos medios extranjeros que se ha referido en estos días a la situación de México, el Financial Times, resumió atinadamente que las dificultades del mandatario mexicano –al que hace poco el mismo diario había elogiado por las reformas estructurales adoptadas en el país– se multiplican. “Los precios del petróleo están cayendo, y el crecimiento económico sigue siendo difícil de alcanzar, a pesar de una serie de reformas económicas radicales. También existe una creciente protesta por su respuesta mediocre a las desapariciones de los normalistas”.
Ciertamente es cada vez más que preocupante, agobiante, el estancamiento de la actividad económica. Lo ajustes a la baja en las estimaciones sobre el crecimiento del PIB este año se dan cada tercer día. El precio del petróleo cae en picada. El endeudamiento externo crece, al parejo del gasto corriente, lo que resulta doblemente alarmante: nos estamos endeudando para gastar más en sueldos del aparato burocrático nacional. En lo que va de la administración de Enrique Peña asciende a más de 528 mil millones de pesos. A esta cifra se sumarán 672 mil 595 millones de pesos en 2015, de acuerdo con la Ley de Ingresos del próximo año, lo que arrojará un total de más de un billón 200 mil millones.
A su vez, el gasto corriente durante el gobierno de EPN ha crecido en cinco por ciento al pasar de dos billones 461 mil millones de pesos en 2013 a dos billones 578 mil millones de pesos en 2014. Y se tiene previsto que, en 2015, aumente cerca de dos puntos porcentuales más al alcanzar los dos billones 623 mil millones de pesos. De pilón, la cancelación de la licitación para el tren bala México-Querétaro, amén de las suspicacias que provoca, fue motivo de otra mala nota internacional para México y de un regaño, en chino claro está, a nuestro Presidente.
Durante los últimos ocho días, a partir de que el gobierno, a través de nuestro cansadísimo procurador Jesús Murillo Karam reconoció tácitamente que los 43 normalistas desaparecidos fueron asesinados y varios de ellos incinerados, se han sumado al desalentador panorama mexicano una serie de actos de protesta, totalmente justificados, y también de actos vandálicos, violentos, absolutamente injustificados y condenables. Es importante diferenciar entre la indignación y el oportunismo de grupos violentos y provocadores que no pocas veces actúan en función de intereses políticos, partidistas.
Es esa otra calamidad que padecemos. El espectáculo atroz que han ofrecido todos los partidos y los dirigentes políticos en las últimas semanas, todos, a raíz de la tragedia guerrerense, es un autorretrato perfecto. El obispo de Saltillo, Raúl Vera López, fue muy preciso al respecto. “La clase política mexicana está dejando mucho qué desear, todos los partidos políticos en México están dejando mucho qué desear (…) todos han dado pruebas de sus grandes deficiencias (…) los partidos políticos, todos, están en una decadencia espantosa”, dijo a Javier Bravo López en entrevista para sin embargo. “No tienen futuro, no son en este momento la solución. Para nada”.
El reparto de culpas y responsabilidades ha sido otro ingrediente nefasto de estos días, tanto entre políticos como entre analistas. Es otro medio extranjero de alto impacto internacional, el New York Times, el que nos ofrece una visión más puntual y objetiva, simple: “Los mexicanos están comprensiblemente indignados con un gobierno que ha fracasado en dar seguridad, respetar el Estado de Derecho, lograr que los criminales respondan por sus actos y garantizar que haya justicia para las víctimas y sus familias”. Punto.
Esa indignación, válida por supuesto, alimenta una movilización creciente que impacta ya a los estados de Guerrero, Michoacán y Oaxaca, por lo pronto. En el DF ha habido más manifestaciones de barbarie que de dolor, pero es un hecho que la sociedad capitalina, como la del todo el país, está impactada. Quizá sea eso, finalmente, uno de los efectos positivos de esta tragedia. Vivimos un sacudimiento social que no ocurría hace décadas, de magnitud solo comparable acaso con el que provocó el sismo de 1985 en la capital y el surgimiento del EZLN en Chiapas en enero de 1994 en todo el país. Otro es la movilización social que crece y, en menor medida todavía, la organización ciudadana a favor de la justicia, contra la impunidad y por Estado de Derecho en nuestro país. Lo más preocupante, en marcado contraste, el decaimiento del ánimo nacional. Estamos indignados, sí, pero también angustiados y tristes.
Por supuesto que el sacudimiento alcanzó al presidente Peña Nieto, que además de afligido yo lo miro –con todo respeto, diría El Peje– absolutamente atolondrado: no sabe qué hacer. Como no ha sabido qué hacer o qué decir ante el ataque cibernético perpetrado contra el sitio de SinEmbargo.Mx por segunda vez en un mes. No es posible que el jefe de la Nación sea omiso y guarde silencio ante un atentado intolerable contra un medio independiente que recibe 1.2 millones de visitas al día. ¿Quién fue y por qué? Eso es muy grave.
Por eso pienso que Peña Nieto hizo bien en realizar su viaje a China y Australia. Finalmente, da lo mismo. De nada sirve que esté en su despacho de Los Pinos, en un salón del Palacio Nacional, encaramado en la Muralla China o con los canguros de la estepa australiana. Cuando menos en aquellas lejanas latitudes, además de cumplir con protocolos y negociaciones comerciales tal vez muy importantes para el país, no lo dudo, puede abstraerse un poco de las malas noticias que al resto de los mexicanos nos agobian y tener por allá, él sí, un Buen Fin. Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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