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Ernesto Hernández Norzagaray

07/11/2014 - 12:02 am

Una crisis política y humanitaria sin Presidente

La historia nacional es rica en pasajes de crisis políticas y humanitarias como de sus respuestas institucionales. Los sucesivos presidentes las han asumido de diversas formas y en eso ha tiene mucho que ver el talante y la inteligencia de cada uno de ellos para moverse y tomar decisiones en condiciones críticas. Alguien plantearía que […]

La historia nacional es rica en pasajes de crisis políticas y humanitarias como de sus respuestas institucionales. Los sucesivos presidentes las han asumido de diversas formas y en eso ha tiene mucho que ver el talante y la inteligencia de cada uno de ellos para moverse y tomar decisiones en condiciones críticas.

Alguien plantearía que se han tomado en la disyuntiva de autoritarismo o democracia; pero quizá pocos en clave de silencio, ausencia o indiferencia, como sucedió recientemente con el Presidente Peña Nieto, quien duró 11 largos días antes de hablar sobre los acontecimientos trágicos de Iguala y 33 días más largos antes de recibir a los padres de los 43 jóvenes desaparecidos.

Pregunto, ¿quién sugirió al presidente que era mejor mantenerse callado que dar la cara ante un problema que rápidamente fue ganando los titulares de noticias en el mundo? ¿Sigue ahí la misma idea administrando la intervención del Presidente qué no ha querido responder preguntas y menos dar una entrevista a un periodista independiente? ¿Se piensa todavía qué es menos costoso mantener alejado al Presidente de este tema candente? En fin, ¿dónde está el presidente?

Crisis política

Hoy en el país se vive una crisis política de dimensiones considerables que se expresa en la ineficacia de la Presidencia de la República y las otras instituciones políticas para dar cauce a la protesta que desató los acontecimientos trágicos de Iguala para administrarlo con los instrumentos de la política, la transparencia y la justicia.

La intención frustrada de reducir el caso a un problema local, como uno más de los muchos casos que se pierden en las páginas de los diarios de los estados, que se diluyen en marchas de protesta poco eficaces frente a un poder que ve pero no escucha y que se pierde en alegatos judiciales sin buen puerto, ha provocado que este caso rebase los límites del país y se transforme en una bola de nieve de muchas injusticias que desde hace tiempo han encontrado la cara fea de la indiferencia, la complicidad y la impunidad.

Este crisol de voces irritadas hoy contra el poder, ha puesto en serias dificultades a un gobierno entrenado para el acuerdo en corto con los actores políticos pero que se ha visto incapaz de establecer líneas maestras para la solución de estos problemas, y ante esta incapacidad el gobierno de la República luego de una ausencia calculada en clave de olvido ha venido dando tumbos y tomando decisiones erráticas que ha tenido una resonancia de alcances insospechados en el mundo y en particular en los foros internacionales, donde hasta hace poco se escuchaban los discursos oficiales sobre el “nuevo milagro mexicano” y ahora en esos mismos lugares se levantan voces y carteles pidiendo justicia en el caso de los normalistas de Ayotzinapa.

Incluso, varios de los líderes políticos más experimentados en el manejo de las crisis políticas han pasado de la cautela a la exigencia de que se imponga la ley y se presente con vida a los desaparecidos.

Presidente pequeño

Así cada día que pasa en las protestas, contra todo cálculo de tiempo, incrementa la resonancia y el Presidente Peña Nieto empequeñece por su falta de tacto, oportunidad, decisión, reflejos y efectividad.

La crisis política y humanitaria, ya lo dicen algunos analistas de dentro y fuera del país, le ha quedado grande a un Presidente acostumbrado hacer contrapeso con encuestas y manejo publicitario de los logros reales o discutibles de su gobierno.

Hoy no pasan cinco minutos en una estación de TV y radio, sin que aparezca el consabido mensaje de los “éxitos del gobierno”, lo que no reduce las protestas exigiendo la aparición de los 43 jóvenes desaparecidos.

Y esta circunstancia abre cauces de interpretación algunas veces de gran alcance, que solo parecen tener comparación con las sucedidas en los países de árabe, donde el autoritarismo dio la pauta para el surgimiento de un fuerte movimiento liberador con el fin de acabar con gobiernos personalistas y autoritarios.

Ya no se trata de ver, como lo escribe recientemente el periodista Ciro Gómez, si el Presidente Peña Nieto es culpable de la muerte de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa sino de un asunto de percepción sobre incapacidad, insensibilidad y hasta complicidad de los hombres y mujeres en las instituciones de gobierno.

Otoño mexicano

Evidentemente si en aquellos países tan distantes hubo diferencias sustantivas, con el México son muchos mayores porque formalmente somos una democracia no una dictadura personalista. Sin embargo, hay una constante frente a todos esos gobiernos, han dejado o dejan que los problemas de abuso crezcan y en todo caso está a la mano la salida autoritaria.

La protesta que cada día adquiere dimensiones mayores y busca solución a un problema estructural de ausencia de justicia ante una crisis también humanitaria que alcanza ya cientos de miles de desapariciones forzadas e incremento de los homicidios dolosos. Pero, más grave aún, es la franca impunidad en la amplia mayoría de ellos.

Hay quienes se preguntaran que falta para que se desborde socialmente y lo que son protestas pacíficas tomen cauces inesperados.

Analistas y reportajes apuntan hacia la reactivación y reagrupación de las guerrillas incluso que podrían estar detrás de la llamada Asamblea Nacional Popular con un enfoque vanguardista de corte leninista.

Pero, en este contexto de deterioro político, la pregunta obligada es sí el Presidente ha estado a la altura de las circunstancias y ya se preguntan ciudadanos, políticos y periodistas si debe continuar en el cargo y se acogen al artículo 86 constitucional que establece que ante una situación grave pudiera ser relevado del cargo.

Sin intentar ser aprendiz de brujo, los hechos indican al menos que las respuestas del Presidente han sido muy por debajo de las expectativas de la gente. Ella espera un Presidente más echado para adelante en los temas de seguridad pública que para una gran mayoría es el mayor problema del país, además, espera resultados de las viejas y nuevas corporaciones de seguridad que se han presentado con bombo y platillo.

Dilemas

La falta de eficacia para presentar a los 43 jóvenes desaparecidos exhibe de cuerpo completo a estas instituciones y muestra incapacidad para resolver los problemas de seguridad pública, y quizá el problema mayor es que franjas de la protesta podrían salirse del cauce institucional y eso serviría de coartada para dirimir el dilema señalado con la ley en la mano, es decir, lo que no se ha hecho con los responsables materiales e intelectuales de las muertes y desapariciones podría dirigirse contra los sectores radicalizados.

En eso, no se olvide, el PRI tiene una larga experiencia represiva. Es su peor cara frente a la historia política y es una tentación en un ambiente descontrolado, sin asidero democrático, los sectores duros del gobierno seguramente están valorando estas hipótesis y sopesando las alternativas una vez que fallen las políticas y mediáticas.

Ellos mismos podrían acelerar las salidas radicales incluso que las guerrillas ofrezcan condiciones favorables a una salida dura con el argumento de reestablecer el orden.

Pero, antes tendrían que ofrecer resultados, y la detención tardía de José Luis Abarca y su esposa podría ser el punto de partida.

Pero, tampoco es tan fácil, cuando el mundo nos mira.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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