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Tomás Calvillo Unna

15/10/2014 - 12:00 am

Es el dolor, no el perdón

¿Cuándo se enteró el gobierno, sus diversas instancias de los sucesos de Iguala? ¿El 27 de septiembre en la madrugada? ¿Un día después? ¿Dos, tres?

¿Cuándo se enteró el gobierno, sus diversas instancias de los sucesos de Iguala?

¿El 27 de septiembre en la madrugada?

¿Un día después?

¿Dos, tres?

y así fueron pasando las semanas.

Los días transcurren, pero también caen, golpean la herida abierta de una fosa donde yace la humanidad desfigurada, una fosa más de un holocausto silenciado en el mapa de México.

Caen y pesan porque son días sin respuestas, evasivos, cargados ya de ruido.

Sin una sola palabra de alguien de la clase política que acompañe el dolor de la víctimas, de quienes han sido despojados de sus seres queridos por las fuerzas del estado, por autoridades y policías que deberían de ser guardianes de la paz y la seguridad de los ciudadanos.

No se ha escuchado una palabra que busque aproximarse al dolor, que se acerque, que comprenda el silencio y sus abismos y la ira y desesperación.

Cómo explicarlo, como decirles que, aunque sea por unos minutos expresen un gesto, una señal que advierta que hay algo más allá de los intereses políticos de cada uno.

Que hay una condición humana que obliga a estar cerca, a acompañar y no a pedir perdón sobre una equivocada elección u otra interpretación de las responsabilidades.

No, el perdón es un proceso que tarda, tanto para el verdugo, como para la víctima. Antes está el dolor y su acompañamiento y la justicia sin la cual no hay camino a seguir más que el de la rebelión.

Cómo asumir el duelo, cómo entender que los jóvenes secuestrados y masacrados están perdidos en fosas, destruidos en su propia muerte para no ser reconocidos, para ocultarlos a los suyos, para impedir despedirlos con el dolor que lleva el amor profundo de sus familiares y amigos.

La complicidad del estado se encuentra en haber protegido institucionalmente a las bandas criminales en territorios y poblados como el de Iguala. Esta simbiosis de política y crimen, de policías al servicio de la muerte, es una responsabilidad de todos los partidos y del Estado que lo ha tolerado.

Encontrar a los estudiantes desaparecidos es una condición, sin ella no será posible construir una vía cierta. No abra ave fénix, solo llamas.

Si están muertos, como la mayor parte de la información apunta, recuperar sus cuerpos es lo mínimo necesario para permitir el duelo sin el cual la paz se alejará cada vez más del corazón de las víctimas.

Es el dolor lo que debía de permear en las palabras de los políticos y junto al dolor debería emerger la justicia y con ella el fin de la impunidad.

El perdón no cabe si no se dan primero estos pasos.

Y hasta ahora todos los responsables directos e indirectos y los irresponsables que se multiplican, parecen estar atrapados en sus mutuas acusaciones y ocultamientos.

No es suficiente una operación política en Guerrero, como no la ha sido en otros lugares.

Hay un saldo pendiente que se tiene que asumir antes de que sea demasiado tarde.

en Sinembargo al Aire

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