Por qué renuncié a la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chihuahua

30/09/2014 - 12:05 am

El día (fecha) salí de la oficina de una subalterna, convencido de que no quedaba espacio para mí en la Comisión Estatal de Derechos Humanos.

El trabajo de la empleada, encargada de quejas y asesoría, consistía en auxiliar a los visitadores distribuyendo las cargas laborales y subiendo al sistema digital de la institución las denuncias que recibíamos.

Aquel día, yo le entregué una queja particularmente delicada: Una mujer denunciaba que a su hija la querían asesinar, que estaba herida y recibiendo atención en una clínica particular y que las autoridades no habían protegido el lugar.

La empleada revisó la queja y me dijo: Esta queja no la podemos aceptar, dígales que vayan a Atención a Víctimas de la Fiscalía. Aquí no hay violación a los derechos humanos porque no dice que los policías hayan querido asesinarla, más bien fueron particulares y nosotros no somos un organismo protector, sólo investigamos si una autoridad violó los derechos humanos y recomendamos.

Mi respuesta fue inmediata: podemos dictar medidas cautelares; es más, ya lo hice y el mayor derecho humano que está en peligro es el derecho a la vida, tenemos que actuar.

Pues no y no, ella contestó: Tengo instrucciones de no aceptar cualquier queja y quiero pedirle como favor personal que cuide su futuro profesional, yo lo aprecio mucho y usted se mete en muchos problemas innecesarios.

¡A los 68 años ya no tengo futuro, tengo pasado y es el legado que dejaré!

Me retiré y, pese a sus opiniones, obtuve el apoyo de la Policía Municipal y Estatal y protegí a aquella madre y su hija hasta que dejaron la clínica.

Dos días después se me vino encima el padre de todos los ataques burocráticos. Me advirtieron que, para poder salir del edificio, tenía que solicitar permiso a una secretaria (aunque fuera para ir a la copiadora de enseguida) y me ordenaron que retirara a todos los estudiantes voluntarios que me apoyaban como equipo en proyectos de impacto social: uno de policía confiable, otro de rescate de jóvenes en riesgo de violencia y un grupo de apoyo a las víctimas de Salvárcar.

Por último, la secretaria me informó que tenía instrucciones de no tomar dictados.

No podía seguir siendo un visitador que sólo estuviera en su escritorio sin hacer nada, mi práctica de defensor durante los últimos 42 años ha sido intervenir directamente en los actos de violación mientras se consuman, suspenderlos y proteger personalmente al agraviado, confrontando a los funcionarios ilegales.

Nunca he confiado en la tramitología de una institución sin dientes.

Por otro lado, está el hecho de que los jueces de Chihuahua, en una resolución que da vergüenza al poder judicial Federal, avalaron mediante interpretaciones de procedimiento ilegítimas la tercera reelección del presidente de la Comisión, a pesar de que la ley dice que sólo puede ser elegido dos veces.

Trabajar por un salario en esas condiciones me resultaba imposible, prefiero regresar a la práctica privada y al feroz litigio, aunque se me dificulte un poco.

Antes me movía como una motocicleta entre el tráfico pero ahora lo hago como un tráiler, que, aunque viejo y pesado, sin embargo me muevo.

Nota: Algunos datos y detalles están cambiados para protección de las víctimas pero los hechos son auténticos.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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