Tomás Calvillo Unna
10/09/2014 - 12:01 am
Zócalo Parking
“Madrugadas sin nadie en el Zócalo Solo nuestro delirio.” Octavio Paz Y lo más grave es que no instalaron a tiempo los parquímetros, es decir todos los que se estacionaron ahí no pagaron su cuota obligada. Por lo mismo no se avizoraron grúas que trasladarán al corralón a quienes infligieron el reglamento. Además la flota […]
“Madrugadas sin nadie en el Zócalo
Solo nuestro delirio.”
Octavio Paz
Y lo más grave es que no instalaron a tiempo los parquímetros, es decir todos los que se estacionaron ahí no pagaron su cuota obligada. Por lo mismo no se avizoraron grúas que trasladarán al corralón a quienes infligieron el reglamento. Además la flota de grúas no alcanzaba para cumplir a cabalidad con la tarea de hacer respetar la ley.
Eran demasiados coches y estaba cañón, como alguien lo advirtió, echarse encima esa responsabilidad, aunque se tuviera uniforme y el reglamento en la mano.
Los vehículos estacionados ciertamente eran atractivos, algunos pensaron que se estaba instalando una feria de automóviles último modelo blindados para anunciar que los tiempos navideños se adelantaban. Pero la verdad es que no dejaban acercarse para preguntar al menos por los precios, un aproximado siquiera.
Un historiador de las imágenes, pidió permiso al hotel que da a la explanada, o plancha o a este recién inaugurado y tan necesario e improvisado estacionamiento que le permitieran subir para tomar unas fotos. Mostró uno de sus recientes trabajos sobre la historia del Zócalo. Ahí aparecía desde el mapa de Uppsala, que se considera uno de los primeros de la ciudad conquistada por Cortez en el siglo XVI, mapa que por cierta esta en Suecia como una joya cartográfica muy bien cuidada.
Otras imágenes eran de los siglos XVII, XVIII y hasta del mismo XXI, en ellas se aprecia al ejército trigarante entrar al corazón de la Ciudad de México, a las fuerzas revolucionarias de Madero, Villa y Zapata; a Hidalgo que no llegó pero se le ve mirando desde la lejanía el latido de la capital. La que más llamó la atención fue la de un grabado donde se observa en la plaza, más pequeña en aquel entonces, las caravanas del ejército norteamericano que invadió nuestro país; esa imagen me produjo un sentimiento de desazón que vincule con el poder que se apropia de territorios y hace sentir su huella.
Había otra anterior, la de un grabado de 1629 cuando se inundó la ciudad y todo quedo bajó las aguas durante cinco años. Desde entonces, creo que nada más los maestros ocuparon un buen tiempo este lugar y fueron solo algunos meses dijo el historiador mientras me enseñaba la ilustración de principios del XIX donde se aprecia al centro el famoso caballito de Carlos IV, tan maltratado últimamente. Esa plaza me pareció magnífica, estaba cercada, pero muy bien hecha, como se ven los parques en Londres donde los vecinos tienen una llave para entrar a sus jardines públicos. Pero aquí nosotros no podíamos atravesar como lo solemos hacer todas las mañanas, porque se había prácticamente privatizado el espacio público.
Un amigo al que estimo mucho, preciso al decir: -es lógico, es un espejo, acuérdate del origen de este lugar, era un espejo de agua y en él se reflejaba el poder de los Tlatoanis y su gran pirámide, y es lo mismo; allá adentro del palacio se privatiza y este terreno asfaltado, se privatiza, que más quieres, esto es congruencia absoluta. Pero lo raro dijo una compañera es que a nadie le cobran, aunque no nos dejen pasar, si al menos abrieran una parcela para dejar nuestras bicicletas, no estaría tan mal el asunto.
Los de tránsito decidieron convertirse en ciudadanos como nosotros y mirar el espectáculo automovilístico, no cualquiera tiene la suerte de poder admirar esas maravillas rodantes y además, con que ojos iban a poder hacer algo al respecto, si cuando se acercaron a tratar de advertir que eso no estaba bien, surgieron los jugadores de futbol americano, principalmente del equipo defensivo que están en temporada de vacaciones e hicieron una formación que seguramente practican para cuando se reinicie la liga y, pues simplemente se te oscurece el cielo y te sientes chiquito. Así que mejor te vas a ver otro juego, a jugar billar porque estos ya hicieron carambola de tres bandas o de plano se regresa uno a las canicas;- eran mejores tiempos esos de la infancia, comento el agente de tránsito convertido ya en devoto de la catedral.
Y es que cada carrocería iba acompañada por esos jugadores camuflajeados que ni siquiera tuvieron tiempo de quitarse las hombreras.
En verdad que varios nos sentíamos extraños con lo que pasaba ahí, era algo inesperado, como un madruguete, como un golpe de estado, ya siendo bastante exagerados.
Así se debe de sentir de pronto sin el aguas va, tu día cambia y por donde solías caminar ya no puedes, por lo menos mientras se regularizan las cosas o la normalidad retorna hasta que te lo anuncien y tengas permiso para cruzar al otro lado. Y así nos cayó el veinte también, de que la libertad requiere permiso, pero ¿de quién? pregunto el chavito, hermano de la compañera:- pues no se sabe bien, pero te lo dejan sentir si no haces caso.
Mira sin intentáramos caminar por donde siempre lo hacemos, cuánto a que no damos ni veinte pasos. ¿Y por qué? preguntó, y su hermana estirando sus brazos le dijo: date cuenta de la vibra que esos cuates traen, van por todo y cuidado con quien se les atraviese. De que otra manera te explicas que se hayan aparcado en este lugar bajo la misma bandera. ¿Quién les dio permiso? – no lo necesitan, con que haya un valet parking en cada esquina, ya estuvo. La conversación siguió en ese tono y me dieron ganas de preguntarle a uno de esos valet parking , si vio a alguien que rehusara estacionarse sobre esa inmensa plancha de asfalto, alguien que haya preferido llegar a pie o pedirle a su chofer que lo dejara y después volviera por el en algún otro sito cercano. El valet parking movió su cabeza negando esa posibilidad perdida.
Pensé que las cosas ya no van a fuego lento y que más bien esto se está volviendo un horno de microondas y se les está escapando la mínima dosis de sensibilidad necesaria, para advertir lo que está pasando. Les dije: se acuerdan del retorno de los brujos y el historiador respondió: si, pero me temo que es el retorno de los faraones.
Nos fuimos antes de que se encendieran los motores, agradecidos de ese único espectáculo de haber podido estar junto al más vip de los estacionamiento de México. Enhorabuena, nos dijo el valet parking que cuidaba la esquina que da al Templo Mayor.
Y el hermanillo de la compañera, ya ven que los chavos andan en su mundo aparte, se despidió preguntándonos: quien se apunta para ir a Marte?
El historiador dijo que él se apuntaba pero primero iba a editar esta nueva perspectiva del zócalo, y agregó- o ya se les olvidó que aquí el pueblo se encuera y los de arriba se blindan.
Y sí, es cierto, me acordé de Spencer Tunick y su arte fotográfico; aunque eso fue en la madrugada y voluntario y esto ha sido a plena luz del día y a nadie le preguntaron, ni menos avisaron. Y además, quien pregunta hoy en día y para qué; y cuando avisan, ya paso.
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