Author image

Arnoldo Cuellar

14/08/2014 - 12:03 am

Villarreal se los llevó al baile

Cuando orquestó su bailongo con música de banda y compañía femenina de pago, el diputado Luis Alberto Villarreal ya venía de varios escándalos en su haber, con motivo de la venal práctica de “los moches”, que pasará a la historia de la picaresca política unida a su nombre. La mexicana invención de solicitar comisión para […]

Cuando orquestó su bailongo con música de banda y compañía femenina de pago, el diputado Luis Alberto Villarreal ya venía de varios escándalos en su haber, con motivo de la venal práctica de “los moches”, que pasará a la historia de la picaresca política unida a su nombre.

La mexicana invención de solicitar comisión para asignar partidas del presupuesto federal, solo podría habérsele ocurrido a un político audaz, imaginativo, carente de escrúpulos y profundamente corrupto.

Con esas características y con las complicidades de sus iguales en el PRI y de sus superiores en el PAN, Villarreal no solo transitó sin mayores daños hacia la administración de una segunda aprobación del presupuesto federal, donde surgieron nuevas oportunidades de medrar con una de las facultades constitucionales del Congreso: la aprobación y fiscalización de los recursos públicos.

(Menos mal que Luis Alberto Villarreal no aspira a una carrera judicial, porque con su sentido comercial y su falta de respeto a la ley, muy pronto podría convertir a la Corte en un mercado de sentencias y absoluciones)

Aunque pudiese no haber estado de acuerdo con su proceder, algo difícil de creer, en ese momento a Gustavo Madero no le convenía remover a Villarreal. Se piensa que una parte importante del dinero de los “moches” se destinó a la campaña interna por la reelección de Madero donde si algo no falto fueron recursos económicos.

Por otra parte, el descaro del diputado Villarreal, aunado a su proclividad por el dinero y su desparpajo para gastarlo, además de su vocación por el desmadre, simple y llano, lo hacían el más apetecible de los opositores para un viejo lobo de mar como Manlio Fabio Beltrones, quien navegaba en un auténtico mare nostrum, mientras observaba de lejos a su cuate Emilio Gamboa batallar con Ernesto Cordero, en el arranque de la actual Legislatura.

Solo todas esas complicidades, nacidas del interés, pueden explicar la enorme impunidad de que ha gozado Luis Alberto Villarreal, la misma que no logró procesar para convertirse en un político que por lo menos tratase de adquirir un barniz de respetabilidad, aunque prosiguiera con sus prácticas en privado.

Lejos de eso, la falta de consecuencias derivó en cinismo y en desvergüenza. El legislador panista se creyó invulnerable, luego de que todo se le ha dado fácil: alcalde, senador y dos veces diputado federal antes de los cuarenta, además de un tren de vida digno de un magnate desbocado de la bolsa de valores neoyorquina.

Y allí están las consecuencias. ¿A quién en sus cinco sentidos se le ocurriría organizar fiestas como la exhibida en el video divulgado por Reporte Índigo, después del embate de los moches y de la tenaz observación de los medios y, sobre todo, antes de la campaña de Madero y en vísperas del periodo legislativo que contendría la mayor agenda de reformas de la historia moderna de México?

Sólo a alguien sin sentido de la proporción, sin respeto por la política y dueño de un gran desprecio por la opinión pública. Sí, solo a Luis Alberto Villarreal, esa especie de lobo de San Lázaro de quien ni siquiera será posible esperar unas memorias que interesen a algún audaz director de cine interesado en iluminar el grave estado de nuestra vida pública.

El cáncer de los excesos potenciado por la vitamina de la impunidad, encarnados en la imagen de Luis Alberto Villarreal y su estilo arrabalero,  estalló el mismo lunes que se promulgaban las reformas secundarias del sector energético en México, aceitadas en buena medida gracias a esos factores.

Se trata sin duda de una maniobra con una perfecta orquestación, que parece sumar a las intenciones conspiradoras y propagandísticas del escándalo un aura premonitoria: una reforma negociada y aprobada bajo estos signos ominosos no puede traer nada bueno.

Apostilla

Frente a la tragedia de un PAN que transitó de la mojigatería al libertinaje en pocos lustros, resulta enternecedora la intentona defensiva del dirigente de ese partido en Guanajuato: “Yo solo veo a un diputado bailando, no hay que prejuzgar”, dijo Gerardo Trujillo en una rueda de prensa que hubiera sido mejor que se ahorrara.

Ya encarrerado, quiso voltear el chirrión por el palito y les espetó a los reporteros: “Yo les preguntaría a ustedes si cuando van a una fiesta no bailan y si eso daña la imagen del medio en el que trabajan mientras están en una fiesta. O sea, al final es una fiesta privada en la que él sale bailando y yo creo que todos ustedes y yo hemos estado en una fiesta y hemos bailado”.

Ojalá los periodistas de este país tuvieran las prestaciones de los diputados o los bonos que les otorgan por hacer su trabajo, o los viáticos por acudir a sesiones preparatorias con todo pagado a los mejores balnearios de México. Si fuera así quizá hasta nos aguantaríamos la vergüenza de desprestigiar a nuestros medios con una que otra farra de escándalo.

De lo que trataba la rueda de prensa, sin embargo, no era de las faltas de los reporteros, sino de la de los diputados del PAN sorprendidos en una fiesta con todo el tinte de haber sido pagada con recursos públicos, aunque fuese en horas libres.

Hace algunos años un ideólogo panista acuñó el término de pecador estándar, para referirse a los militantes de su partido. Todo indica que Villarreal pasó esa vara para convertirse en un pecador VIP, lo que sin duda provoca admiraciones. Ahí está la de Trujillo, por ejemplo.

Arnoldo Cuellar
Periodista, analista político. Reportero y columnista en medios escritos y electrónicos en Guanajuato y León desde 1981. Autor del blog Guanajuato Escenarios Políticos (arnoldocuellar.com).
en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas