El primero de enero de 1975 se estrenó la película de suspenso “Los Tres Días del Cóndor”, protagonizada por Robert Redford, Faye Dunaway, Cliff Robertson y Max von Sydow. El filme cuenta la aventura de un burócrata de quinta categoría que trabaja como analista de textos para la CIA, buscando mensajes ocultos en periódicos y revistas. Él y sus compañeros laboran como copistas de la edad media, de 9 de la mañana a 5 de la tarde, y aunque su labor era leer, más bien eran una especie de maquiladora, con ningún control de la información o su uso final.
Durante una mañana lluviosa, al protagonista (Redford) le toca salir por café y galletas pero en su regreso encuentra que sus compañeros fueron asesinados. Aunque reporta el incidente al teléfono de sus superiores, comete el error de revelar que es el único enterado de los homicidios. A partir de ese momento inicia una terrible persecución en su contra. En su escape, secuestra a Faye Dunaway, con quien vive experiencias amorosas inolvidables.
En el transcurso de la película, Robert Redford descubre que la CIA, su empleadora, está detrás de la cacería, encabezada por uno de los mejores sicarios del cine: Max von Sydow. En aquellos años atreverse a pensar que la Agencia de Inteligencia era capaz de asesinar americanos era una blasfemia, ficción pura.
En complicidad con Dunaway, nuestro protagonista reúne información peligrosa para la dependencia y la entrega al New York Times como garantía de que, al publicarse, descubriría a los funcionarios corruptos; sin embargo, y en la escena final, al revelar que ha entregado la información al rotativo, su enlace en la CIA pregunta: “¿Lo publicarán?”.
Y aunque Robert Redford dice que sí, ahí termina la cinta.
Esa película, aunque ficción, se construye sobre el Escándalo de Watergate, cuando Garganta Profunda decide hacer lo que el protagonista de la película, entregando información delicada al Washington Post, que a su vez la publicó. De esta manera cayó un presidente estadounidense y se consolidó la prensa norteamericana como una institución creíble.
¿Por qué les platico una película ya vieja en este brevísimo artículo de vacaciones?
Porque para mí que atrás de toda esta disputa por el control de la legislación secundaria sobre comunicaciones en México, no sólo está el dinero o los negocios de los tres grandes cóndores mexicanos, sino la posibilidad de controlar políticamente lo que se publique en los medios.
El Gobierno es capaz de cometer las mayores perversidades para mantenerse en el poder, según Maquiavelo, Pero también, como él lo aconseja, deben controlarse los efectos secundarios de aquellas maldades para que quien sufre el golpe del poder “no tenga siquiera la posibilidad de pensar en la venganza”.
Para eso es necesario controlar los medios, haciéndose uno con ellos a la manera de los poderosos de la historia. Hoy caen los medios empresariales, pronto caerá el Internet, o por lo menos tratarán de que derribarlo.