Arnoldo Cuellar
26/06/2014 - 12:00 am
Ante miseria social, obras inútiles y desechables
Resulta inconcebible lo que pasa en la zona minera de Guanajuato, justo en los caminos que llevan al Cerro del Cubilete, donde tiene su asiento el Cristo de la Montaña. La minería local agoniza, bajo la bota inclemente de los nuevos inversionistas canadienses que han desempleado a los trabajadores de la región para traer cuadrillas […]
Resulta inconcebible lo que pasa en la zona minera de Guanajuato, justo en los caminos que llevan al Cerro del Cubilete, donde tiene su asiento el Cristo de la Montaña.
La minería local agoniza, bajo la bota inclemente de los nuevos inversionistas canadienses que han desempleado a los trabajadores de la región para traer cuadrillas de otras entidades que laboran como contratistas externos.
Los mineros locales, no todos por cierto, han caído en la tentación del saqueo organizado de mineral, generando un problema de proliferación de lupios, como se les llama a los barrenadores clandestinos que entran en las galerías y socavones aprovechando su conocimiento del terreno, a explotar ilícitamente las vetas entregadas en concesiones a las empresas de capital extranjero.
La situación ha generado tensiones e inseguridad para los habitantes de los poblados y barrios mineros del municipio de Guanajuato. Ahora es común ver a unidades del ejército patrullando los caminos serranos, al igual que la policía preventiva, la cual carece de los efectivos suficientes para tener vigilada a una ciudad donde se han incrementado los robos y asaltos.
Y en tanto pasa todo eso, los gobiernos federal y estatal decidieron invertir la friolera de 300 millones de pesos en obras de relumbrón que pretendían «atraer el turismo» a esta paupérrima zona de Guanajuato, por otro lado pletórica de belleza natural amenazada por la escasa pulcritud ambiental de las mineras canadienses.
Una inexplicable infraestructura para recibir a un turismo que es hora que no llega, fue edificada en las inmediaciones del poblado de Sangre de Cristo. Se trata de un parador para peregrinos, ubicado a unos cuatro kilómetros de distancia del monumento a Cristo Rey, iniciado durante la administración de Juan Manuel Oliva y concluido en la de Miguel Márquez.
En ese espacio se invirtieron casi 150 millones de pesos. El edificio se encuentra cerrado y sin equipar.
Previamente se había aplicado una inversión de alrededor de 10 millones de pesos, en el proyecto Pueblos del Misterio, para adornar las comunidades mineras con un equipamiento escenográfico que se antoja artificial, tratando de ilustrar leyendas que incluso poco tienen que ver con las tradiciones del lugar.
Todavía en la administración de Oliva, se empedró un camino que va de la carretera Silao – San Felipe al nuevo parador y llega hasta Sangre de Cristo, a un costo de alrededor de 20 millones de pesos.
El colmo fue la carretera ofrecida como promesa de campaña por Enrique Peña Nieto, de Valenciana a La Luz, que conecta el Cubilete con la ciudad de Guanajuato, la cual fue construida en tiempo record por dos empresas poblanas a un costo de 123 millones de pesos, pero que a los tres meses de inaugurada está sufriendo daños severos con las primeras lluvias.
Trescientos millones de pesos, aplicados en un programa de dignificación y rescate de las comunidades, con una idea de desarrollo social que empleara a los mineros desempleados, a universitarios guanajuatenses que egresan sin opciones de trabajo y con un guión competente, hubiera producido mejores resultados para la doble finalidad de atraer turismo y elevar la calidad de vida de los habitantes de la zona.
Trescientos millones de pesos inútiles y desperdiciados, por políticos del PRI y del PAN, parecen sobre todo un crimen de lesa humanidad en medio de las dificultades que vive en estos momentos la ciudad de Guanajuato.
No se vale tanta incompetencia frente a tanta necesidad.
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