Benito Taibo
01/06/2014 - 12:00 am
La tía Rosa
No, no me refiero con el título de la columna de hoy a una marca panificadora; ni siquiera a una tía de sangre que haya conocido y a la que quisiera hacer un homenaje. Me refiero a un ser extraordinario, olvidado, casi anónimo, que en tiempos terribles se convirtió, gracias a su pasión, en una […]
No, no me refiero con el título de la columna de hoy a una marca panificadora; ni siquiera a una tía de sangre que haya conocido y a la que quisiera hacer un homenaje.
Me refiero a un ser extraordinario, olvidado, casi anónimo, que en tiempos terribles se convirtió, gracias a su pasión, en una verdadera heroína.
Y cómo algunos tienen en la cabeza una curiosa versión de como son los héroes (tal vez influenciados por las películas de Hollywood), pongo aquí su fotografía, sólo para confirmar que a la que desde ahora llamaré tía Rosa, puede estar escondida en cualquiera de nuestros álbumes familiares y no nos hayamos dado cuenta.
Una mujer como cualquier otra, de labios pequeños, miope, con un somero peinado de época y un vestido barato, que mira hacia algún sitio y no a la cámara que la fotografía.
Pues bien, esta mujer se llamaba Rose Valland, era francesa, y gracias a ella pudimos conservar una parte importante de nuestro legado cultural y de sus maravillas. Algunos la conocieron como “La dama de Jeu de Paume”
Les cuento.
Desde 1932, el museo Jeu de Paume, cercano a las Tullerías en París y construido en 1861 durante el reinado de Napoleón III, albergó importantes piezas de arte de las vanguardias europeas; Mademoiselle Valland, la tía Rosa, era adjunta en el museo, realizaba labores administrativas y de catalogación con enorme celo, sabedora de la importancia de lo que estaba en sus manos.
Para 1938, con una Europa convulsionada donde ya se podía oler en el aire lo que vendría, es nombrada como Encargada de la Seguridad de las Colecciones; y cuando dos años después, los nazis entran a París, ella ya había escondido gran parte de las obras de arte que el museo exhibía.
El grueso de las exhibiciones fueron enviadas secretamente a la ciudad de Chambord, en el Valle de Loira, y algunas piezas, escondidas en los intrincados sótanos del propio museo.
En las galerías vacías del Jeu de Paume, los nazis montan la Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (ERR), una fuerza especial comandada por Alfred Rosenberg (Ministro del Reich para los Territorios ocupados del Este) y dedicada a expoliar todas las obras de arte posibles con la pretensión de fundar en Alemania, el gran museo del Reich. Y quemar o destruir, brutalmente, todo el arte considerado “degenerado” por el Partido Nacional Socialista. En esa purga, cientos de obras maestras de artistas como Picasso, Matisse, Chagall, desaparecieron para siempre.
Jeu de Paume se convierte entonces en la bodega donde piezas maestras que van llegando desde toda Europa, arrebatadas a sus legítimos dueños, o a los museos de los países ocupados, se van reuniendo durante cuatro años, para ser embaladas y enviadas a Berlín. Más de cien mil obras de arte.
Y la tía Rosa, por órdenes de la resistencia francesa, se queda allí, durante todo ese tiempo, catalogando y escribiendo en un cuaderno (por el cual, en cualquier momento podría haber sido fusilada), con apretada letra, la descripción y el destino de las obras.
Con una memoria prodigiosa, a la luz de una vela en su departamento, iba recordando noche a noche cada una de las obras vistas, su procedencia y el lugar al que serían enviadas.
Y es gracias a ese documento invaluable, heroico, que se pudo recuperar gran parte de las piezas robadas por el ERR y devueltas a sus legítimos dueños.
Rosenberg es enjuiciado en Nuremberg como criminal de guerra y ahorcado el 16 de octubre de 1946.
Pero cientos de obras maestras aún, en este 2014, siguen sin aparecer. Como por ejemplo, el maravilloso “Retrato de un hombre joven” de Rafael, propiedad del Museo Czartoryski de Cracovia, Polonia, robado por los nazis en septiembre de 1939.
No sé sí existe la categoría de “héroe cultural”, pero debería.
Rose Valland murió en 1980. Es cierto que fue condecorada y que en el museo de Jeu de Paume hay una placa conmemorativa de su hazaña.
Pero no me parece suficiente. En lo absoluto.
Parte de su historia se encuentra en la película de 1964 titulada “El tren” y protagonizada por Burt Lancaster. Y recientemente, Rose Valland (con otro nombre) fue revivida por Cate Blanchett en la (muy mala) cinta “Operación monumento”, sin darle toda la importancia que tuvo en la vida real.
Creo que debemos recordarla como se merece. Gracias a la tía Rosa, hoy podemos apreciar y maravillarnos con un montón de piezas únicas que se encuentran en museos y galerías de toda Europa.
El legado de Rose Valland es insustituible, único, sin duda heroico.
Hoy quise poner aquí, una vela en su memoria.
Gracias por todo tía Rosa. Por no permitir que descendieran del todo las tinieblas.
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