Arnoldo Cuellar
30/01/2014 - 12:00 am
PRI de regreso: gobernar no es ganar una elección
La alcaldesa de León, Bárbara Botello, realizó una hazaña política que nadie le discute: terminar con 24 años ininterrumpidos de gobiernos panistas que, a lo largo de ese amplio ciclo, lograron construir una fuerte red de complicidades con los diversos sectores de la ciudad, desde la élite hasta la base. La hegemonía panista, como suele […]
La alcaldesa de León, Bárbara Botello, realizó una hazaña política que nadie le discute: terminar con 24 años ininterrumpidos de gobiernos panistas que, a lo largo de ese amplio ciclo, lograron construir una fuerte red de complicidades con los diversos sectores de la ciudad, desde la élite hasta la base.
La hegemonía panista, como suele suceder, produjo mediocridad, exclusiones, negocios desde el poder, ineficacia y hartazgo.
La apuesta de un electorado, que votó incluso en contra de sus más fuertes convicciones ideológicas para darle una nueva oportunidad al PRI, ciertamente no fue para que se sustituyeran unas complicidades por otras, sino para que se refrescara la forma de gobernar la ciudad.
Por eso, en poco más de un año, la decepción parece lo más natural en vista del escaso entendimiento con el que la administración priista de Botello asumió el reto de establecer una forma de gobernar distinta a la de sus antecesores.
Hoy vemos a una alcaldesa que ha decidido que el poder debe usarse para someter a los adversarios, para castigar a quienes no se sometan y para obtener grandes dividendos personales.
Junto con ella, un círculo de colaboradores cercanos hace lo propio, se manejan como dueños de la ciudad y se olvidan que el poder político es, por esencia, transitorio.
Bárbara Botello ha caído en la clásica trampa de marearse subida en un ladrillo. Sus colaboradores contribuyen con su zalamería y su falta de autocrítica.
A estos priistas que regresaron al poder como los dinosaurios de Jurassic Park, sin percatarse de que los tiempos habían cambiado, muy rápidamente se les ha agotado la iniciativa y rendido la imaginación. Hoy parecen pensar solamente como utilizan el poder que les fue prestado por tres años para obtener un beneficio.
Así se les ve: traficando con contratos de construcción otorgados sin licitación, como lo hacen los primos Aurelio y José Martínez, regidor el primero y director de obra pública el segundo, no obstante que su decisión provoque un verdadero caos en decenas de manzanas del centro histórico de León.
A la alcaldesa se le observa aprovechando las relaciones con el gobierno federal, no para traer obra a la ciudad, sino para obtener contratos millonarios para su despacho de abogados, un negocio que hace no mucho se subsidiaba con los presupuestos de ayuda social del Congreso local y que hoy factura decenas de millones de pesos al año.
Como se ve y como se seguirá viendo, los priistas tienen la cabeza puesta en otra parte, no en atender los problemas ingentes de una ciudad en crecimiento y en reconversión profunda de su economía.
Por eso no extrañan las cifras de varias encuestas, donde los muestreos registran a una ciudadanía que se debate entre la desaprobación y la duda, pero en ambos casos muy lejos del apoyo.
Es patente que el PRI que hoy gobierna León no aprendió nada de su largo exilio del poder, como muy probablemente le pase también al PAN opositor.
Al igual que Vicente Fox cuando ganó la presidencia de México, es probable que Bárbara Botello incurra en el mismo pecado de lesa política en León y en Guanajuato: traicionar la esperanza del cambio, algo que resulta peor que la simple incompetencia para administrar y ejercer el poder.
Aunque, como dijo un prócer de la más rancia prosapia panista: «que no haya ilusos, pues, y que no haya desilusionados».
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