Martín Moreno-Durán
11/12/2013 - 12:01 am
La fallida reforma política
Ni revocación de mandato ni segunda vuelta. Acotado y mutilado, el poder ciudadano. La partidocracia venció, una vez más, a los ciudadanos. La cacareada reforma político-electoral quedó, una vez más, a la medida del poder político. Impunes abusos y negligencias oficiales, no habrá forma de evaluar ni mucho menos de castigar a los malos gobernantes. […]
- Ni revocación de mandato ni segunda vuelta.
- Acotado y mutilado, el poder ciudadano.
La partidocracia venció, una vez más, a los ciudadanos. La cacareada reforma político-electoral quedó, una vez más, a la medida del poder político. Impunes abusos y negligencias oficiales, no habrá forma de evaluar ni mucho menos de castigar a los malos gobernantes. A joderse con lo que hay.
No habrá revocación de mandato de servidores públicos electos por la vía del voto: legisladores, gobernadores, Jefe de Gobierno DF o presidente de la República. Podrán seguir llevando al país al precipicio y nada les pasará. Total: ellos se van en seis años. Y los ciudadanos permanecen.
Tampoco habrá segunda vuelta electoral presidencial, lo que nos condena a continuar con la polarización política, bajo el encono personalizado, cuando la diferencia en la votación entre el primero y segundo lugar sea mínima. Como ocurrió con Calderón y López Obrador, cuando enfrentamos seis años de rencor por encima de la funcionalidad política. Hoy se margina ese derecho democrático y funcional.
La reforma político-electoral quedó como un mecanismo diferenciado que marca a la doble casta: políticos y ciudadanos son medidos con diferentes varas.
Si el ciudadano deja de pagar impuestos o servicios, es castigado. Si falta a su trabajo, también. Pero si el político falla en sus labores, nadie lo podrá castigar.
Gracias, reforma política.
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Los puntos de la recién aprobada reforma político-electoral son festinados por la clase política como si fueran el parto democrático de México. Chorradas.
La consolidación del amorfo Instituto Nacional Electoral (INE) nacerá en la cuna de la desconfianza. “El nivel de discrecionalidad e incertidumbre que habrá en esa institución es muy grande”, alerta la presidenta interina del IFE, María Marván. “Es una tristeza que se esté vendiendo al IFE por una reforma energética”, advierte. (Reforma/8 XII 2013).
La reelección legislativa aún guarda muchas dudas.
La creación de la Fiscalía General de la República sólo es un cambio estético. Será la PGR con otro nombre y los mismos vicios. Nada más.
Que el Presidente pueda integrar un gobierno de coalición con partidos políticos representados en el Congreso ya es, en la praxis política, posible. Allí está la alianza Los Pinos- PRI- PRD en la aprobación de la Miscelánea Fiscal. Lo estamos viendo con la Reforma Energética con EPN- PRIAN. ¿Y acaso el PVEM no es un satélite al servicio del PRI? Se aprobó lo que ya existía en los hechos.
En todo caso, lo rescatable es la anulación de elecciones federales o locales cuando el gasto de campaña se exceda en un 5% del gasto total autorizado…aunque ello siempre estará bajo la interpretación de la ley electoral a cargo de los consejeros que, por supuesto, responden a los intereses de los partidos.
Hasta ahí las partes medulares de la reforma. Entonces llegan los grandes pendientes. Lo que la partidocracia le negó a los ciudadanos.
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¿Hubiera terminado Felipe Calderón su sexenio si a los cuatro años de gobierno se somete a la revocación o confirmación de su mandato?
¿En 2016, Enrique Peña Nieto sería ratificado como Presidente, o por referéndum ciudadano debería dejar Los Pinos?
¿Aguantaría Miguel Ángel Mancera la evaluación de los capitalinos hartos de su mal gobierno, del vacío de poder en el DF, de la innegable ingobernabilidad que se vive en la capital, y de la criminalidad arrodillando a los ciudadanos?
¿Cuántos gobernadores tendrían que dejar el cargo, ahora mismo, por decisión ciudadana?
La revocación del mandato es un ejercicio democrático sano y certero que daría a los ciudadanos el derecho a destituir del cargo a un funcionario público a quien el mismo ciudadano eligió, antes de que concluya el periodo de su mandato. Es la forma más justa de evaluar a quienes nos gobiernan.
Hoy por hoy, esta figura se practica en Colombia, Perú o Ecuador. “La revocación del mandato obedece a la necesidad de fortalecer el control popular sobre el gobierno y con ello dar legitimidad a los actos y decisiones de las autoridades electas”, detalló el senador Alejandro Encinas al plantear esta figura en el Senado que, por supuesto, no procedió.
Estamos hablando, nada menos, del reforzamiento de los derechos políticos de los ciudadanos. Los mismos que la partidocracia ha cancelado.
Si un gobernante no funciona, en cuatro años (por citar un plazo) los ciudadanos podrán despedirlo. De eso estamos hablando.
Pero a la clase política no le conviene fortalecer los derechos políticos de los ciudadanos ni, mucho menos, la revocación del mandato.
Por eso lo negaron. Qué vergüenza.
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Es la revocación del mandato y es la segunda vuelta en la elección presidencial.
Cuando Calderón le ganó a López Obrador la presidencia por sólo 0.56% de la votación total, ¿qué siguió después? Una de las crisis políticas más severas que haya enfrentado México en su historia contemporánea que se hubiera evitado, seguramente, con una segunda vuelta electoral.
En Chile –ejemplo del avance democrático del sistema político-electoral-, hay segunda vuelta y los resultados han sido positivos, evitando los conflictos poselectorales y evadiendo la ingobernabilidad que generan los resultados apretados en toda elección presidencial.
Pero en México, al PRI no le conviene una segunda vuelta electoral por una razón de fondo: como ocurrió con el triunfo de Peña Nieto en 2012, el priismo está acostumbrado a comprar, a arrebatar y no a ganar, vía democrática, las elecciones. Una segunda vuelta significaría mayor reflexión del voto y por tanto una derrota casi segura para el PRI.
El PAN, tan insistente en la segunda vuelta en la presidencial, dobló las manitas y agachó la cabeza. Ahí será para la otra.
Viva la partidocracia.
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Ni revocación de mandato ni segunda vuelta electoral.
Ayer, el senador priista, David Penchyna, en una postura autoritaria y que refleja la profunda antidemocracia del priismo, citó con Carmen Aristegui en Noticias MVS una de las frases más oscuras de los últimos años: “La reforma energética no es un tema que se deba consultar con la ciudadanía”. Es decir: esa reforma debemos hacerla sin el consentimiento de los ciudadanos, entes de segunda que sólo sirven para darnos su voto y luego patearlos. Qué vergüenza el tal Penchyna.
Cancelados los espacios democráticos. Negado el derecho político al ciudadano. Vituperado el poder de decisión de la sociedad.
Y todo, al servicio de la partidocracia. ¿Hasta cuándo?
Twitter: @_martinmoreno
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