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Adela Navarro Bello

23/10/2013 - 7:24 am

La caricatura de Peña

La radiografía de un nonato con un una bala en el cráneo, despertó gritos de auxilio, de denuncia, y también la conciencia de personas en todo el mundo sobre lo que sucede en Siria. Un médico británico que sirvió en aquel país informó, además, que son muchos los casos de mujeres embarazadas que acuden al […]

La radiografía de un nonato con un una bala en el cráneo, despertó gritos de auxilio, de denuncia, y también la conciencia de personas en todo el mundo sobre lo que sucede en Siria. Un médico británico que sirvió en aquel país informó, además, que son muchos los casos de mujeres embarazadas que acuden al hospital con heridas de bala no mortales pero harto lastimosas.

La fotografía fue dispuesta a la red internacional de la información, a saber, por portales noticiosos más propensos al sensacionalismo que a la rigurosidad de la investigación periodística, pero en cuestión de horas ya muchos daban por hecho la veracidad de la radiografía, donde efectivamente, se ve la perfecta forma de una bala en el cráneo de una pequeña imagen ósea.

Al mismo tiempo, o por lo menos con horas de cercanía, en México, precisamente en la Ciudad de México y en la delegación Gustavo A. Madero, medios informativos daban cuenta de una triple ejecución. Dos niños y una jovencita asesinados. Acribillados. De 13 y 14 años, los infantes fueron identificados como Brandon Alejandro y Jonathan Ariel, hermanos. Menores. Muertos por decenas de impactos de bala. De acuerdo a la autoridad local, en la escena del crimen fueron contabilizados 50 casquillos.

La imagen de estos niños y de la muchacha de 19 años, que fueron ejecutados al estilo del narcotráfico, no ha despertado la conciencia colectiva. No se ha convertido la nota en lo que hoy llaman viral, no es mencionada en medios internacionales ni ha dado la vuelta en redes sociales.

La ejecución de los niños hermanos, es un hecho que debería alarmar a la sociedad mexicana, y alertarla sobre lo que sucede en el país: el narcotráfico, aunque haya desaparecido de las primeras planas de los periódicos, de los primeros minutos de programas radiofónicos o televisivos, sigue siendo un grave problema para México. Y la muestra es esa terrible imagen: dos menores ejecutados.

Las autoridades del Distrito Federal dijeron que, efectivamente, se trata de un asesinato relacionado con el narcomenudeo. Que en esa zona se distribuye droga, se vende droga y se mata por droga. La solución inmediata de la administración pública de la Ciudad de México, fue despedir al Jefe Policíaco de la zona donde los niños fueron asesinados. Acción que no aporta a la seguridad, como no abona al combate al narcotráfico en México.

La realidad es que la violencia producto del crimen organizado y el narcotráfico, no es noticia en nuestro país, debido a la efectiva estrategia del gobierno de Enrique Peña Nieto, de silencio, ocultamiento, hermetismo y manipulación de la información sobre las estadísticas de la inseguridad, los enfrentamientos entre criminales, las investigaciones contra los delincuentes.

En Baja California Sur, el viernes 18 de octubre, mientras se celebraba la fiesta de un menor, un sicario disfrazado de payaso ejecuto, ahí, en pleno jolgorio, al mayor de los hermanos Arellano Félix. Crimen que también es ejemplo del enfrentamiento entre cárteles, bandas o células criminales, como sea que las quiera señalar el gobierno de Peña.

Pero en México, el tema de la creciente ola de violencia, el incremento en la ejecución de secuestros, de asesinatos, o extorsiones, no es tema de análisis, ni de portada –con pocas excepciones de medios independientes–. En el extranjero, la imagen es otra.

Hace unos días, también se reprodujo en muchos periódicos, una nota de The Economist Las Américas, donde precisamente refieren la estrategia de silencio y distracción del gobierno de Peña, con un análisis titulado: “Crimen en México: fuera de la vista, no fuera de la mente”. La ilustración no podría ser más precisa. Es la caricatura de Peña.

Enmarcado por un caos de disparos, pobreza, secuestros, armas, hacinamiento y enfrentamiento, aparece la imagen del presidente de México en tres ocasiones, simulando –con su banda presidencial y su característico peinado, incluidos– la escultura de Los Tres Monos Sabios. Un Peña tapándose los ojos, otro Peña cubriendo sus orejas y la última peña, cerrándose la boca. Los Peñas que no ven, no escuchan y no hablan.

Y en esa ilustración de The Economist, se resume la política en materia de inseguridad en México: Peña no ve, no escucha y no se expresa en relación a muertes, ejecuciones, secuestros, cárteles, narcotraficantes, y otros muchos delitos que se cometen en las calles del país, vulnerando la seguridad y la tranquilidad de los mexicanos, ante la parálisis del gobierno federal y la impunidad otorgada a los criminales.

La nota de The Economist señala que ciertamente, se ha eliminado la información de inseguridad de las primeras planas, pero persiste en la mente de los mexicanos que la ven, la escuchan y la sufren. Y de cómo mientras el gobierno insiste en que las cifras de la inseguridad han disminuidos en relación al gobierno de Felipe Calderón Hinojosa; cuando la realidad ha habido un incremento considerable, particularmente en secuestros y ejecuciones, que Peña no ve, no escucha y no expresa.

Los Tres Monos Sabios, han tenido muchas interpretaciones, pero la más popular es precisamente aquella que define a una sociedad que sucumbe a un sistema de gobierno, que prefiere no ver, no escuchar y no expresar, lo que aqueja para seguir una vida en la medianía, sin persecución, sin ataques.

Usted puede dar la interpretación que guste, pero en el caso de Enrique Peña Nieto, el medio internacional fue acertado: no ve, no escucha y no expresa, la inseguridad que nos aqueja. Y en esa condición, con su estrategia de silencio y manipulación, muchos mexicanos pueden alarmarse por la foto de unos rayos equis que se supone fueron tomados en Siria, donde se ve una bala en el cráneo de un nonato, pero no indignarse o exigir justicia en el terrible, gravísimo caso, de los dos niños, uno de 13 años y el otro de 14, ejecutados, acribillados, en el corazón político del país, la Ciudad de México.

PD.- Aquí el link de la nota de The Economist, que por cierto, inicia en Tijuana, ciudad donde esta reportera, reside, trabaja, ve, escucha y escribe: http://www.economist.com/news/americas/21588071-having-decided-play-down-fight-against-drug-kingpins-enrique-pe-nieto-has-yet-come.

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