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Arnoldo Cuellar

18/04/2013 - 12:00 am

El extravío de Miguel Márquez

El gobernador de Guanajuato es de los pocos políticos panistas que pudo presumir un triunfo en julio de 2012. El PRI arrolló en buena parte del país; el PRD pudo conquistar Morelos y Tabasco, pero el PAN perdió buena parte de sus bastiones y en Guanajuato, aunque disminuyó drásticamente su cuota de votos, preservó la […]

El gobernador de Guanajuato es de los pocos políticos panistas que pudo presumir un triunfo en julio de 2012. El PRI arrolló en buena parte del país; el PRD pudo conquistar Morelos y Tabasco, pero el PAN perdió buena parte de sus bastiones y en Guanajuato, aunque disminuyó drásticamente su cuota de votos, preservó la plaza.

Miguel Márquez llega al poder como el epígono de un grupo político que dominó los últimos dos sexenios: el Yunque. Luego de haber sido compañeros de viaje y operadores electorales de empresarios neopanistas como Carlos Medina y Vicente Fox, los integrantes del mítico grupo de ultraderecha terminaron quedándose con la gubernatura de Guanajuato, a través de Juan Carlos Romero Hicks.

Juan Manuel Oliva fue el primer Yunque químicamente puro que arribó al poder. El ex gobernador hizo a Miguel Márquez su revisor de cuentas a través de la Secretaría de la Gestión Pública, para después convertirlo en su delfín.

Sólo la mala prensa y las enrevesadas cuentas públicas de Oliva obligaron a Márquez a un deslinde que por poco es insuficiente. Por primera vez en más de 20 años, el PRI se acercó a menos de 200 mil votos, 12 puntos de distancia. En 2006, Oliva derrotó a Miguel Ángel Chico, del PRI, por casi 700 mil votos y 35 puntos de diferencia.

La circunstancia de Márquez cambió radicalmente en comparación con tus antecesores. Perdió León a manos de la priista Bárbara Botello. Se suman, además, Silao, San Francisco del Rincón y Romita también con alcaldes de ese partido, lo que significa la mayor conurbación del estado en poder de la oposición.

El Congreso se encuentra equilibrado entre la bancada panista y las opositoras de PRI, PRD y PVEM; sólo el Panal podría hacer la diferencia, sin embargo la circunstancia de este partido puede variar drásticamente tras la caída de su principal protectora, Elba Esther Gordillo.

Ante este panorama, el gobernador Márquez tendría que estar pensando que está librado a sus propias armas y las fuerzas que pueda conjuntar. Incluso, la circunstancia de confusión que priva en el PAN nacional ante el enfrentamiento de maderistas y calderonistas, podría propiciar espacios para un liderazgo de los gobernadores y, de entre ellos, señaladamente del único que rescató su elección en 2012.

Lejos de eso, el panista que gobierna Guanajuato está tratando desesperadamente de congraciarse con el gobierno federal de Enrique Peña Nieto, mostrando una cara de mandatario bien portado, al mejor estilo del viejo régimen, lo cual puede alcanzar para muy poco en vista del talante de la nueva administración.

Por ejemplo, en la asignación de delegados federales en la entidad, una operación a cargo del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el gobernador Miguel Márquez ya recibió las primeras señales de lo que puede esperar del gobierno peñista: no solamente le nombraron delegados partidistas, sino que entregaron las principales representaciones federales a priistas que fueron ex candidatos en la pasada elección, altamente militantes y de perfiles más bien distantes de los requerimientos técnicos de las tareas especializadas que requieren los distintos programas federales.

La única respuesta del mandatario ha sido la de plantear quejas que no han sido escuchadas. No se puede concebir, por ejemplo, que no utilice a su partido y a su dirigente nacional, actuante en el Pacto por México, para establecer una interlocución más eficiente con el gobierno federal.

Márquez no sólo ha elegido no militar con protagonismo en la reconstrucción panista, sino que además parece querer escapar a la responsabilidad de ser un actor llegado al poder por la vía de un partido que se ha convertido en opositor a nivel nacional.

Parece un lamentable ejemplo de la profunda crisis en la que está inmerso el PAN y que también contagia a actores como el dirigente nacional Gustavo Madero y el coordinador de la bancada en la cámara baja, Luis Alberto Villarreal, pues si el PAN no supo ser gobierno y llevar adelante su ideario político desde la presidencia de la República, mucho peor aún será que no pueda regresar a ser una oposición legítima e imaginativa.

Querer ser como el PRI en el ejercicio del poder orilló al PAN al rechazo del electorado, pero pasar a convertirse en un partido satélite por voluntad de algunos de sus más conspicuos militantes, a estas alturas, puede conducir a su desaparición.

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@arnoldocuellaro

Arnoldo Cuellar
Periodista, analista político. Reportero y columnista en medios escritos y electrónicos en Guanajuato y León desde 1981. Autor del blog Guanajuato Escenarios Políticos (arnoldocuellar.com).
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