Durante las últimas semanas hemos presenciado una serie de acciones caminadas por los maestros de los estados de Guerrero, Oaxaca y Michoacán que implican actos de molestia por conductas violentas de los manifestantes que interrumpen calles, carreteras, obligan a las autoridades a firmar documentos que después no se cumplen, bloquean negocios, faltan a sus clases. Y por otro lado hemos visto en los medios de comunicación masivos y en la mayoría de los articulistas de los periódicos una especie de linchamiento a los profesores que están luchando con tales medidas de presión.
Estamos frente a un proceso de polarización de dos visiones de la educación en este país, pero además frente a una feroz lucha por el poder político a través de la dirección del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Carl von Clausewitz decía que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Para entender el conflicto magisterial debemos aplicar la reflexión que aconseja Edgar Morin, si la realidad es compleja el pensamiento también debe ser complejo. De tal suerte que no podemos simplificar el conflicto magisterial en un simple llamado «imponer el orden», porque cuando el gobierno decidió castigar a la maestra Gordillo por sus infidelidades al partido oficial, y escogió el complejo camino de modificar algunos de los paradigmas en que se ha sostenido la educación mexicana, los gobernantes sabían que iban a entrar a un conflicto político muy serio y que ese conflicto político iba tener manifestaciones violentas por que la ley, la represión en nombre de ella y la violencia social son los métodos de abordar y resolver los grandes problemas acostumbrados en la republica mexicana.
Tenemos una tradición mucho más larga de abusos – resistencia – ley de emergencia – represión – violencia – diálogo – negociación – acuerdos, que los métodos de resolver conflictos usados en otro tipo de países en donde primero se evita el abuso, y por lo tanto se ahorra la resistencia y la ley es el producto del diálogo y de los acuerdos. Como vemos que sucede en la reforma migratoria en Estados Unidos. Por eso, porque la realidad de la política mexicana es muy compleja, antes de pedir el uso de la fuerza y la represión contra los maestros debemos abordar el problema como si este fuera una esfera opaca y verla desde todos lados.
Los analistas del gobierno sabían que tenían dos caminos para sancionar a Elba Ester, el fácil y el difícil, pero que la caída de Elba Esther, por cualquiera de las dos vías, abriría la posibilidad para que los maestros disidentes al control oficial aprovecharan la coyuntura para poner sobre el tapete de las discusiones el problema de la legitimidad de la dirección sindical. Porque este tema no es nuevo, el abuso del sindicato sobre los maestros es un tema viejo y este gran abuso ha generado una gran resistencia y una gran sumisión. Por eso los analistas del gobierno no pueden llamarse sorprendidos –no creo que lo estén– y a mi parecer están manejando el problema con la mayor habilidad posible de quienes han gobernado este país por mas de 70 años. Y para mañas, bien dice el dicho, que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
También me parece que los analistas de los medios y los medios en sí no pueden ser tan ingenuos para no darse cuenta que están formando parte de los ejércitos que participan en la guerra por la dirección del poder sindical del SNTE, porque extrañamente muchos de ellos se han mostrado muy reflexivos muy analíticos en torno al enfrentamiento armado con muertos de promedio entre los cárteles de la droga y el Estado, buscando explicaciones incluso para justificar la existencia de sicarios pero ahora y cuando quienes enfrentan al Estado son maestros y las terribles armas son piedras palos y un que otro machete, animan al Estado a lanzar toda la furia contra los transgresores del orden.
No le demos vueltas al problema: la reforma educativa no tenía nada que ver en el problema entre el PRI y Elba Esther, quien lo trajo a colación fue el propio gobierno y fue una elección necesariamente pensada sabiendo que al final del proceso el enfrentamiento sería con los disidentes del magisterio. Ahora, al haber abierto una guerra en dos frentes, el gobierno tiene que enfrentar primero la reforma educativa, cuya propuesta gubernamental tiene enormes defectos y puede implicar graves daños para el futuro inmediato del país, y segundo, la dirección del sindicato de maestros. Y extrañamente para una lógica aristotélica o para un país en donde impera el estado de derecho, el delfín del Estado frente al SNTE realmente debería estar a la sombra de Elba Esther en las sombras de la prisión. Hasta los rancheros dicen tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata.
Por tal razón, precisamente porque estos temas que menciono únicamente a grandes líneas son problemas de una enorme complejidad, he insistido para beneficio de mis escasos lectores que debiera abrirse el diálogo franco pleno y transparente entre las partes para resolver de una vez los problemas del ministerio mexicano, y ahora me atrevo a decir lo siguiente: ¿Quieren terminar el conflicto? ¿Quieren iniciar una verdadera y profunda reforma educativa? ¿Les interesa la niñez mexicana? ¿Quieren iniciar un nuevo tipo de administración pública con claridad y honestidad para el futuro? Convoquen a elecciones claras limpias y democráticas del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y una vez que hayan hecho lo anterior, dialoguen, reflexionen, pongan por delante los intereses de los niños y México estará iniciando tímidamente su camino hacia el siglo XXI.