Jorge Zepeda Patterson
24/10/2012 - 12:03 am
Videgaray, el vicepresidente que no fue
Estaba claro que Luis Videgaray se había convertido en el brazo derecho de Peña Nieto. Lo que no le gustó al círculo cercano del presidente electo es que además se hubiera erigido en cerebro, espina dorsal, oídos y boca del gobierno en espera de la toma de posición. La ausencia de Peña Nieto debido a […]
Estaba claro que Luis Videgaray se había convertido en el brazo derecho de Peña Nieto. Lo que no le gustó al círculo cercano del presidente electo es que además se hubiera erigido en cerebro, espina dorsal, oídos y boca del gobierno en espera de la toma de posición.
La ausencia de Peña Nieto debido a sus giras, primero por América Latina y luego por Europa, acentuaron el protagonismo de Videgaray. Algunos pensaron que se estaba excediendo la atribuciones recibidas y que tomaba decisiones que habrían requerido consenso en el cuarto de guerra o que sólo competían al propio presidente electo.
El resultado es que hay una resistencia creciente a la formación de una Secretaría de la Presidencia o equivalente, que convierta a Videgaray en una especie de vicepresidente desde Los Pinos. Durante semanas se ha hablado de la creación de una super oficina que le de a Videgaray atribuciones para ejercer de facto como coordinador de la administración peñanietista. Una especie de Camilo Mouriño reloaded. Pero ya hay demasiada oposición a este proyecto.
Nadie le disputa sus conocimientos en materia de finanzas públicas, pero el resto de los operadores políticos, desde Osorio Chong, Murillo Karam y Pedro Joaquín Coldwell dentro del equipo peñanietista, y los recién incorporados desde el poder legislativo, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones, no han visto con buenos ojos que el economista quiera convertirse en el cerebro político del régimen.
El problema es que en la práctica el hombre fuerte de Peña Nieto había venido operando en los últimos meses como una especie de segundo al mando con todas las atribuciones. Fue el coordinador de campaña del candidato presidencial, lo cual dice todo, y a partir del 11 de julio, una vez concluidas las elecciones, se le asignó la responsabilidad de impulsar las reformas económicas con el resto de los actores políticos y sociales.
El pasado 4 de septiembre, Peña Nieto nombró a dos coordinadores para el equipo de transición, ambos con similar jerarquía: Osorio Chong para la parte política, Videgaray para la económica. Bueno, eso en teoría, porque en la práctica este último ha seguido interviniendo en todas las áreas, sea por la inercia de los meses anteriores o porque la negociación de las reformas económicas le obliga a cerradas negociaciones políticas. Lo cierto es que en ausencia de Peña Nieto, tiende a fungir como jefe de todo el equipo.
La situación no podía durar mucho sin que el hiperactivo Videgaray comenzara a pisar callos. Los cuadros políticos que rodean a Peña Nieto no son precisamente peritas en dulce. Son veteranos de mil batallas y le llevan 12 o 15 años de edad al economista de 44. Eso en edad biológica; en edad política bien podrían decir como Napoleón frente a las pirámides “40 siglos os contemplan”.
Al propio Peña Nieto le habría resultado poco atractivo tener un poder tan visible, eficiente e implacable como habría sido un super secretario en Los Pinos. Qué caso tendría ser Presidente si el que resuelve los asuntos está en la oficina de al lado.
Si se desdibuja la posibilidad de esa especie de despacho de primer ministro, a Videgaray no le tocará mejor opción que ubicarse en la Secretaría de Hacienda. Desde allí podrá constituirse en jefe de sector de todo el aparato económico y mandar sobre otros a partir de la asignación de recursos. Un poco a la manera en que lo fue Francisco Gil Díaz con Vicente Fox. Claro, eso si lo dejan los Dinos que ya le comenzaron a disputar el poder.
Será interesante ver los pasos que tomará Enrique Peña Nieto para restablecer equilibrios y no perder su propio liderazgo. Entre la laxitud de Zedillo y de Fox en un extremo, y el puño férreo que ejercieron Salinas y Calderón en el otro, el próximo Presidente tendrá que encontrar un estilo personal de dirección sobre el gabinete.
Peña Nieto llegó al poder gracias al trabajo de una maquinaria política aceitada y de una alianza de intereses con poderes factuales. Su llegada al gobierno mexiquense y ahora a Los Pinos fue menos el resultado de un liderazgo propio que el trabajo de un equipo capaz de construir a un candidato ganador.
A partir de ahora sabremos quién es en verdad Peña Nieto. Por lo pronto, las próximas semanas tendrá que descubrir si realmente tiene madera de líder para conducir un gabinete eficaz y equilibrado, o si termina subrogando el poder en varios polos dominantes, en permanente disputa ente sí. No creo que Videgaray se quede con los brazos cruzados. Los otros tampoco. Veremos.
@jorgezepedap
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