El gran mérito de las negociaciones laborales cuando se prolongan es que se van purificando y los trucos y engaños se van aclarando; las partes antagónicas se van posicionando hasta dejar muy preciso el conflicto y si los opuestos son negociables o no. También aparecen nítidas las malas intenciones de cualquiera de las partes.
Lo anterior sucede porque lo que se discute en el conflicto laboral son las cosas de la vida, la subsistencia del trabajador y la permanencia de la fuente de trabajo, y resulta increíble cómo se desnudan poco a poco los hipócritas, los demagogos, los mezquinos, los provocadores y los arrogantes.
La solución final del conflicto suele dejar una profunda enseñanza a los actores, les enseña incluso quienes son ellos ante sí mismos.
Eso le está sucediendo al pueblo de México y a los políticos con la ya prolongada discusión sobre la Reforma Laboral. Mis alumnos han madurado en la materia laboral en estos meses, más que en el curso completo. Repasemos el acomodo de los combatientes.
Con gran desplante, el presidente Calderón anunció el envío de una de las reformas estructurales más necesarias para México, una reforma que va a subir al país al mundo de la modernidad, va a multiplicar los empleos como Cristo los panes, se terminará con la corrupción sindical, volverá competitivo al país en materia de empleos y habrá grandes oportunidades para los jóvenes que aspiran al primer empleo.
No pasaron dos semanas cuando ya todo mundo denunciaba aquellas reformas como un fiasco, eran aspirinas para el cáncer; pero sí iba entre las propuestas una de gran envergadura, una serie de reformas a los artículos 370s que regulan a los sindicatos y que abrirían los mismos a la luz pública, posibilidades a los trabajadores para elegir con mayor margen de libertad a sus dirigentes sindicales, además de la oportunidad de auditar sus finanzas. Aparentemente se veía atractiva la reforma, aunque para los conocedores de los cárteles sindicales era obvio, que no aceptarían nada que menguara sus armas para el chantaje y la extorsión a los empresarios y trabajadores menos cuando acaban de recuperar la Presidencia de la República.
La votación en la comisión dictaminadora, desnudó a los representantes del PRI y a un oportunista del PT: Adolfo Oribe –este tipo es tan corto de ideas que en los 70s se enlistó en un grupo guerrillero y le pidieron que diera un seudónimo para mantener su identidad personal en secreto: el alias que escogió fue Rodolfo–. Es evidente que desde la comisión, los priístas dijeron «olvídense de un nuevo PRI, el dinosaurio volvió y volvió enterito», no hicieron una sola concesión en materia sindical, ahí acabaron los sueños de los ingenuos que derramaron gigas de bits y litros de tinta para explicar que estábamos ante un nuevo fenómeno de resurrección y a la moderna «resurrección reloaded».
Luego, en la Cámara de Diputados, enseñaron los colmillos. Los priístas son priístas, son cínicos y tienen su modelo de país sistémico-corrupto al que no van a renunciar. Así son ellos, y así los eligieron 19 millones de mexicanos y los ratificó el Tribunal electoral. Realmente no nos han engañado, iban desnudos desde el principio pero algunos intelectuales querían verles ropajes.
Al PRI no le interesan los trabajadores ni los empresarios, le interesan su líderes sindicales, su estructura territorial y sus redes con la delincuencia electoral y son capaces de todo para defenderlos, incluso suelen llegar al asesinato.
Tampoco el PRD enseñó cosas nuevas, salvo que hay algunos diputados colorines y zacatones, jefe de la fracción incluido, que quisieran renunciar hasta al recuerdo de AMLO, incluso cortarse la mano izquierda si fuera posible para no poner en riesgo los tres años de «bona-vita» que les espera. Sin embargo, todavía queda gente con músculo y su razón se impuso, la izquierda no tiene otro futuro ni presente que no sea sembrar entre la clase obrera.
Los que están en crisis son los panistas, y ellos tienen la culpa, porque llevan más de 70 años reivindicando los valores cristianos como parte de su filosofía política, ellos son los que mezclaron la moral cristiana con la política, reivindicaron a los cristeros que murieron por los valores de la Santa Iglesia y ahora en la política-realidad están en la encrucijada.
¿Cómo justificar ante Dios una reforma que se les redujo a contratitos de tres meses y legalización de las outsourcings –reforma que en la práctica ya aplican las Juntas de Conciliación y Arbitraje– y a cambio justificar a quienes violan sistemáticamente los diez mandamientos completos? Porque a eso se dedican los líderes sindicales del PRI, no se necesita más que ver a la inefable Maestra, o a toda la chiquillada de los estados y ciudades. Yo conozco más de una docena de tipos con prácticas verdaderamente gangsteriles para permanecer en el poder y negociar corrupción, vil corrupción con los patrones que se persignan primero y luego pagan la extorsión sindical.
Los empresarios incluso financiaron un documental sobre la dramática situación educativa a partir de la corrupción sindical, se exhibieron los lujos de la hija del líder petrolero, etc. Ellos mismos, los panistas, se encargaron de evidenciar que el país no avanzará hacia la modernidad mientras la dinámica sindical siga corrompida a esos niveles. Y escuché por ahí a un líder que dijo muy claro: «Si quieren contratos temporales y outsourcing van a tener que aceptar a los sindicatos».
Ahora sí les salió cara la aventura, tienen que defender sus migajas y tragarse sus palabras sobre la corrupción sindical. Por eso se vio muy mal la Secretaría del Trabajo cuando invitó a la fracción parlamentaria del PAN para explicarles las bondades de la reforma.
La propuesta de reforma laboral del Presidente fracasó y lo mejor que pueden hacer es aceptar su derrota y rescatar algunos valores cristianos en los que fueron educados, pues de insistir en su fracaso pasarán de ser el Partido de la Moral Cristiana a ser el Partido de la Inmoralidad Católica, porque seguirán asistiendo a misa.