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Jorge Javier Romero Vadillo

24/08/2012 - 12:01 am

El costo de la ignorancia

En la pomposa ceremonia con la que el presidente de la República abrió el ciclo escolar no sólo se hizo evidente una vez más que la sempiterna líder sindical de los maestros no sabe leer ni una cifra (ya nos lo había demostrado cuando la influenza, aunque, eso sí, sus gazapos los dice con la […]

En la pomposa ceremonia con la que el presidente de la República abrió el ciclo escolar no sólo se hizo evidente una vez más que la sempiterna líder sindical de los maestros no sabe leer ni una cifra (ya nos lo había demostrado cuando la influenza, aunque, eso sí, sus gazapos los dice con la grandilocuencia de la vieja oratoria de los tiempos de la solemnidad priísta), sino que el Presidente mismo y la dirigente hicieron una amplia exposición de las múltiples simulaciones en las que se ha sustentado la política educativa de este sexenio.

Desde los orígenes de su gobierno, Calderón cayó en la trampa del chantaje de la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Para mantener sus privilegios corporativos y políticos, Elba Esther Gordillo, sin duda la política más eficaz de México, diseñó e impulsó la creación del Partido Nueva Alianza en 2005, gracias a la capacidad de movilización que el sindicato tiene, pues los maestros saben que la manera de avanzar en su carrera, obtener movimientos laterales y ascensos es mostrar disciplina y lealtad a los delegados sindicales. Si éstos los convocaban a las asambleas constitutivas del PANAL, pues iban.

Después vinieron los votos. Es difícil probar a ciencia cierta la manera en la que el sindicato puede controlar el voto de los maestros. Sin duda, el voto secreto dificulta el cumplimiento del contrato clientelista, pero como conjetura se puede decir que si un maestro quiere, por decir algo, cambiar de adscripción, entonces el delegado sindical le puede pedir, entre otras cosas, que en la casilla electoral del solicitante aparezcan cuando menos tantos votos por el PANAL como integrantes de su familia estén en edad de votar. El profesor tiene suficientes incentivos para “convencer” a sus allegados para que voten en el sentido del acuerdo y el cumplimiento puede ser monitoreado porque el PANAL es un partido que recibe pocos votos en cada casilla. Es sólo una conjetura, es cierto, pero es bastante verosímil como método de operación, pues coincide con las prácticas tradicionales de un sindicato que vende plazas, intercambia promociones por apoyo político y garantiza la gobernación del sistema educativo con un sistema de incentivos que nada tienen que ver con lo académico o lo profesional, sino con lo político y sindical.

Elba Esther Gordillo le vendió a Calderón que le había conseguido más de un millón de votos. Y es probable que así haya sido, pues coincide con la diferencia entre los votos obtenidos por los candidatos del PANAL a diputados y senadores en 2006 y la magra votación de su abandonado candidato presidencial, Campa. De ahí que el Presidente no tuviera más remedio que traicionar la bandera anti corporativa de su partido y aceptar el chantaje sindical. Le entregó el control de lo principal de la SEP, la educación básica, y le concedió otras jugosas parcela de rentas estatales. La historia siguiente es conocida: a pesar de alianzas y discursos, lo sustantivo del arreglo institucional de la educación en México no se modificó.

Según Calderón, en México sigue mejorando la calidad educativa. Tal vez se refiera a las centésimas de avance en las pruebas de PISA, que según el encargado de esa evaluación patrocinada por la OCDE, harían que México lograra alcanzar a los países con mejores resultados dentro de 50 años, siempre y cuando aquellos no siguieran mejorando.

Según Calderón, el logro de su gobierno es que todas las plazas de profesores ahora se concursan y le echa a la culpa a los gobernadores de guardarse plazas para hacer favores. La verdad es que sólo se han concursado los puestos federales de nueva creación, una pequeña parte de las vacantes, mientras que todas los que se liberan por jubilación o muerte de maestros en activo siguen bajo control sindical en contubernio con los gobiernos estatales que han reproducido en sus propias normativas las reglas corporativas de las condiciones generales de trabajo establecidas en 1946 por el presidente Ávila Camacho, en los tiempos formativos del régimen corporativo al que el PAN original estaba empeñado en combatir, mientras que Calderón se ha mostrado más que condescendiente con él y no sólo en el caso de la educación.

Por su parte, la “maestra” por antonomasia sigue chantajeando al país. Según su propaganda televisiva, el SNTE es el mal menor, porque si no lo que queda es la CNTE, excrecencia del sindicalismo oficial que opera de la misma manera que éste en el control de los profesores pero sirve de justificación radicalizada al control supuestamente dócil del sindicato oficial. Los maestros de la CNTE se movilizan abiertamente contra la evaluación universal; los del SNTE presionan para que los exámenes no sean más que una simulación opaca y sin efecto alguno en la calidad de la enseñanza. Cuando Calderón dice que la evaluación universal avanza no hace más que avalar la simulación de un proceso amañado que no tiene efecto alguno sobre los incentivos profesionales de los maestros.

Nada hizo de fondo este gobierno por transformar el arreglo institucional que ha deformado el sistema de incentivos de los profesores en México; nada por democratizar su vida sindical y por liberarlos de los grilletes del control corporativo que limita su libertad sindical. No movió un dedo por impulsar un auténtico servicio profesional magisterial ni por reducir la discrecionalidad local en el manejo de las plazas y la organización del sistema educativo en la que derivó la descentralización comenzada en 1992. Y de la calidad, ni hablar; no puede mejorar mientras los profesores no tengan incentivos para estudiar más, para innovar cada día en el aula, para preocuparse por lo que aprenden sus alumnos y para conocer las nuevas tecnologías. ¿Como podemos hablar de que necesitamos cambiar la educación memorística por una que desarrolle habilidades y competencias si los profesores no tienen la formación adecuada y no se les paga para que la adquieran? Los maestros no son los culpables del desastre educativo; son, también, víctimas de un arreglo político de los tiempos del partido único que los gobiernos del PAN no se atrevieron a desmontar. Y que, por lo que se avizora, el regreso del PRI mantendrá. Pero como ha dicho Derek Bok, el ex presidente de la Universidad de Harvard, “si cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”. México ya está pagando los costos de su desastre educativo.

Jorge Javier Romero Vadillo
Politólogo. Profesor – investigador del departamento de Política y Cultura de la UAM Xochimilco.
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