He de insistir sobre esta idea: es mejor la paz común que el triunfo parcial.
Entre 1976 y 1977, asesoré una huelga de transportistas en Juárez que alcanzó enormes niveles de confrontación y violencia.
Nos trasladamos a negociar con las autoridades del trabajo al DF y nos plantaron cara a cara con Gustavo Carbajal, recién nombrado subsecretario del Trabajo de la federación.
Las cosas se complicaron aún más en Ciudad Juárez con la intervención de miembros de la Liga 23 de septiembre en apoyo a los trabajadores, la radicalización de la huelga con estudiantes de la ciudad y los grupos de izquierda que entonces tenían una gran convocatoria. El 68 estaba fresco. Los patrones quisieron retomar la ruta a la fuerza pero los trabajadores y estudiantes interceptaron los camiones y los concentraron en el crucero más importante en aquellos días en la ciudad fronteriza, (algo así como Reforma e Insurgentes).
En un momento hubo disparos y resultó muerto un policía que regresaba tranquilo a su casa después de terminar con su trabajo. El Ejército rodeo el campamento de los huelguistas mientras los policías estatales, entonces mal afamadas rurales, intentaban infructuosamente cargas y cargas para detener a algunos activistas y forzar la rendición de los obreros.
La polémica se centraba en la decisión de los trabajadores de independizarse de la CTM, lo que nos confrontó directamente con Fidel Velázquez, cuando era “don Fidel”, exigía la rendición total ya que por ningún motivo aceptaría perder un sindicato independiente.
Carbajal sostuvo las negociaciones por horas y horas, turnándose con dos asesores mientras nosotros éramos los mismos: el lic. Fernández Del Real –para mí, el mejor litigante en laboral-obrero–; dos líderes de los trabajadores; un profesor solidario y yo. Al único que dejaban salir era a Del Real. Cuando vieron que estábamos agotados y todos alarmados por las noticias de Juárez, Gustavo Carbajal nos llamó al líder más viejo y a mí, el más joven (31 años), y nos dijo: “ la situación es muy peligrosa en Juárez, si no resolvemos esto antes de que amanezca, suspendo las pláticas y todo queda en manos del Ejército. Recuerdo que contesté: “Entonces, páseme el teléfono del General para hacer una cita mañana”.
Carbajal me espetó a gritos: “¿Que no has visto estallar granadas entre la gente? Los hacen pedazos”. El viejo líder, don Julio Burciaga, tranquilamente le respondió: “lo grave es que si estallan las granadas todos estamos en el mismo cuarto”.
Con esa claridad llegamos al acuerdo de que todos debíamos ceder un poco y buscar una salida por la paz. Incluso don Fidel, quien al final aceptó que los huelguistas siguieran trabajando sin pertenecer al sindicato de la CTM y que luego se harían elecciones “libres” para toda la delegación que abarcaba varias empresas, le pusimos fechas para las elecciones al año siguiente y para pagar una parte de los salarios caídos e indemnizar a quienes quisieran.
Finalmente 24 horas después, el Ejercito se retiró junto con los rurales, los de la liga se salvaron esa vez de la brigada blanca, se entregaron las unidades, se cancelaron las ordenes de aprehensión, la empresa siguió funcionando, algunos trabajadores recibieron su indemnización, y dos años después ganamos las elecciones dentro de la CTM y administramos varios contratos colectivos, ya no sólo los de aquella empresa. Ganó la paz y ganamos todos.
Sin embargo, 35 años después así veo al país, como en aquella larga noche. A estas alturas nadie va a ganar todo. Créanmelo, nadie. Porque el Tribunal va a dar un fallo que deje a todo mundo con las armas en la mano, metafóricas para algunos, materiales para otros, hay mucha gente armada que anda por la calle con interés de que el caos crezca en lugar de que desaparezca.
Sin embargo, se puede andar por las grandes Alamedas de la Paz. Las tres grandes fuerzas políticas acumulan más del 97% de los votos.
Los pueden invertir en una salida pacífica que termine de una vez con la transición a la democracia, con sistema parlamentario, segunda vuelta, jefe de Gobierno y jefe de Estado. El sistema presidencialista en México convierte a los Presidentes en Tlatoanis y la nación se somete o se rebela.
Los responsables de la paz saben que México debe abandonar este para convertirse en un país moderno, así resolvieron los españoles su crisis en los mediados setentas con el pacto de la Moncloa y los mexicanos nos parecemos más a los españoles que a los norteamericanos. ¿Por qué? No celebrar nuestro “Pacto de Palacio Nacional”: es ahora o quién sabe hasta cuándo.
Porque si esos acuerdos no se toman en plena crisis, y sobrevivimos a ella, la crisis se va a convertir en endémica y serán fiebres intermitentes por otros seis años, cada quien va a tratar de ganar la guerra como sea o como pueda y se ejercerá el poder unipersonalmente, sin mayoría absoluta de votos, abusando de la fuerza y persiguiendo a sus opositores.
Como en la clásica poesía de la Segunda Guerra … ya vinieron por los periodistas… mañana vendrán por los activistas… y… tocarán a nuestra puerta.
Como resistencia, los otros actores se dedicaran a obstaculizar al Presidente y negociar cada paso, como los programas de pay per view sin conseguir la paz permanente, la oposición convertida en resistencia es invencible, aunque también es intriunfable y estarán apareciéndosele al gobierno en todas las puertas, en las cámaras, en los eventos, en la calle. Se medirán fuerzas y la verdad es que las fuerzas políticas del país están divididas en tres. Y tres es un número muy difícil para convertirse en uno.
Sin embargo, esta es mi primera colaboración en Sin Embargo MX y quisiera empezar con un texto propositivo, llamando a la generosidad de los seres humanos, estoy seguro que son menos de 100 personas en el país, los que pueden decidir el camino de la paz o el camino de la crisis continuada, pero dudo que la generosidad sea alguna de sus fortalezas.