Arnoldo Cuellar
02/08/2012 - 12:02 am
Márquez, el malabarista
Al gobernador electo del Partido Acción Nacional en Guanajuato, el séptimo en la lista de miembros de ese partido que gobernarán la entidad de 1991 a la fecha si se toma en cuenta a quienes han ejercido interinatos, le tocará una de las épocas más difíciles de ese periplo que ha entrado en su tercera […]
Al gobernador electo del Partido Acción Nacional en Guanajuato, el séptimo en la lista de miembros de ese partido que gobernarán la entidad de 1991 a la fecha si se toma en cuenta a quienes han ejercido interinatos, le tocará una de las épocas más difíciles de ese periplo que ha entrado en su tercera década.
En efecto, Miguel Márquez Márquez empieza ya a darse cuenta de que al ganar la elección se hizo responsable de un gran compromiso: el de cómo darle viabilidad a un régimen que se ha anquilosado y que ha generado una nueva clase política que no sólo es acomodaticia, sino también comodina.
En momentos, además, en que el PAN sufre graves retrocesos a nivel federal y municipal, perdiendo posiciones políticas y con ello puestos de trabajo, la presión para tratar de ubicarse en la administración que comenzará el próximo 26 de septiembre ha subido varias atmósferas.
Pero los problemas no empiezan allí, los primeros conflictos surgirán porque prácticamente toda la burocracia de alto y mediano nivel del actual gobierno ni siquiera está dispuesta a irse.
Parece broma pero prácticamente la totalidad del gabinete olivista, a cargo ahora del gobernador sustituto Héctor López Santillana, pretende ser ratificado.
Por otra parte, desde distintas vertientes políticas del PAN, hay tiradores experimentados que están tratando de orientar las decisiones de Miguel Márquez y que gozan de influencia, quizá el más señalado de estos actores que están de regreso es el ex gobernador interino Carlos Medina Plascencia.
Así, desde el Yunque, que aunque parece descabezado se ha reaglutinado en torno al titular de Educación, Alberto Diosdado; y al senador Ricardo Torres Origel, hasta el gobernador con licencia Juan Manuel Oliva, desde todos los rincones del PAN se están produciendo listas de sugerencias para ocupar puestos en un gabinete legal y ampliado que, por más que se estire, no alcanzará para tanto.
Faltan, además, las propuestas que provengan del comité estatal del PAN; el cobijo que se quiera dar a algunos candidatos derrotados en la pasada elección; espacio para los alcaldes que concluyen y se la jugaron con Márquez; y las sugerencias de algunos aliados estratégicos del candidato ganador, como el senador electo Fernando Torres Graciano.
Y no podemos olvidar a los integrantes del equipo de precampaña y campaña del ganador de la elección. Pero, por si faltara, durante la campaña Miguel Márquez promovió la idea de generar nuevas vinculaciones con la sociedad civil a través de la incorporación de perfiles ciudadanos al gabinete.
En esas condiciones, la ecuación del próximo gobierno parece más complicada que aquella que explica el bosón de Higgs o partícula de Dios, para estar a tono con algunos de los pensamientos que deben estar ocupando la mente del próximo gobernador en estos días.
El problema básico parece radicar en el planteamiento original con el que Miguel Márquez y su equipo compacto están enfrentando el paso decisivo de formar gobierno.
¿Se trata de plantear una nueva respuesta del panismo al reclamo de la ciudadanía guanajuatense de ser bien administrada o, simplemente, se ve la integración del equipo como un reparto de posiciones tras la batalla?
Porque quizá valdría la pena insistir de nuevo en que el trámite de la elección, con todo y las complicaciones que tuvo esta vez, parece ser la parte más sencilla de la aventura en la que se ha adentrado el político de Purísima del Rincón.
El próximo gobierno no tendrá la cobertura presidencial que cobijó a Juan Carlos Romero y a Juan Manuel Oliva, incluyendo su respaldo presupuestal; tampoco gozará de la circunstancia de Carlos Medina, de haber obtenido protección y simpatías de Carlos Salinas por haberse convertido en una solución providencial a un delicado problema político; menos tendrá la coyuntura de Vicente Fox de compartir gobierno con un mandatario prácticamente apartidista, como Ernesto Zedillo.
A diferencia de todas esas historias, Márquez enfrentará a un PRI fuertemente militante en la presidencia de la República y en el interior del estado. Lo deberá hacer prácticamente solo, ante la descomposición que su partido empieza a vivir a nivel nacional y que se acentuará en los próximos meses.
Lo que cabría esperar es que el próximo gobernador de Guanajuato viese la circunstancia que le tocó vivir como un reto para hacer buena política y crecerse ante el castigo. En esa medida, su equipo de trabajo debería responder a exigencias de profesionalismo, profundo conocimiento de su materia y, si se puede, con vínculos hacia la sociedad.
Quedarse en los esquemas tradicionales, como si nada hubiera sucedido; hacer caso a las presiones tradicionales de un aparato político que resultó fuertemente cuestionado en la pasada elección; ver los cargos públicos como el reparto de una lotería y resolver con criterios del pasado, será la mejor manera de iniciar un gobierno mediatizado que vivirá permanentemente a la defensiva.
Esas son las cosas que se encuentran en juego en las decisiones de las próximas semanas y que nos darán pistas sobre lo que podemos esperar de la próxima administración estatal. Estaremos atentos.
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