Arnoldo Cuellar
21/06/2012 - 12:01 am
El regreso de Pablo Zárate Juárez
Quizá nunca se fue. Sólo tomó precauciones. El sonriente y dicharachero político tamaulipeco que tuvo la buena y mala fortuna de cruzarse en su camino con Tomás Yarrington a quien sirvió, de quien obtuvo recompensas y que finalmente lo estigmatizó al grado de ser negado por todos los que han tenido algo que ver con […]
Quizá nunca se fue. Sólo tomó precauciones.
El sonriente y dicharachero político tamaulipeco que tuvo la buena y mala fortuna de cruzarse en su camino con Tomás Yarrington a quien sirvió, de quien obtuvo recompensas y que finalmente lo estigmatizó al grado de ser negado por todos los que han tenido algo que ver con él, opera una casa encubierta destinada a la propaganda y la guerra sucia del PRI en Guanajuato.
En la calle De la Cuesta No. 214, en la colonia Lomas del Sol de la ciudad de León, ahí en las proximidades de la Universidad De Lasalle, vivieron hasta principios de esta semana un grupo de hombres originarios del Estado de México, Atizapán de Zaragoza para ser más exactos, la tierra de la que fue alcalde Luis Felipe Puente Espinoza, el coordinador de la segunda circunscripción federal y jefe directo de Pablo Zárate Juárez.
Puente Espinoza fue compañero de trabajo de Zárate Juárez antes de ser alcalde de Atizapán, en la administración que encabezó Luis Ocejo Fuentes, de 1991 a 1993. Ya con Puente como alcalde, Zárate se convirtió en el hombre fuerte de ese gobierno, desde el cargo de director de Administración del municipio.
Se trata de una complicidad añeja, retomada ahora después de que Zárate Juárez regresara a su natal Tamaulipas para convertirse en titular del Instituto de Vivienda de esa entidad, designado precisamente por Tomás Yarrington, con quien ahora se le vincula en una investigación por lavado de dinero del narcotráfico, en Estados Unidos.
A los habitantes de esta casa, según lo ha reconocido uno de ellos en un diálogo grabado en video y expuesto ya en varios medios, los contrató Pablo Zárate Juárez en el municipio de Atizapán. Son personas que laboran en la administración de aquel municipio y por algunas de sus características, como el corte de pelo que los uniforma, parecieran ser miembros de alguna corporación policiaca.
Los acompañan otros individuos quienes provienen de Michoacán. Uno de los mexiquenses, de nombre Alejandro Hernández Cruz, afirma en una grabación, obtenida por Zona Franca, que no contratan operarios locales porque se roban la mercancía, consistente en utilitarios para regalar en las campañas con propaganda de Enrique Peña Nieto y Juan Ignacio Torres Landa, pero también folletos de ataques a los candidatos panistas.
Reconoce que el jefe es Pablo Zárate, “patrón de mi cuñado” que fue quien lo contrató en Atizapán, de donde se traslada cada semana en una combi haciendo cinco horas de camino por carretera y recibiendo por el trabajo que realiza aquí “dos mil seiscientos, ya con comidas y hospedaje”.
Entonces, queda claro que alguien en la campaña de Juan Ignacio Torres Landa y en la coordinación de la campaña de Enrique Peña Nieto, sí deben de saber muy bien lo que hace Pablo Zárate Juárez en Guanajuato, no a mediados de abril ni a principios de mayo, sino en estos días, en el cierre de la campaña, en una casa atiborrada de propaganda, de aparatos eléctricos, de libelos antipanistas y con cuatro camionetas Van a la puerta, además de una Suburban con placas del Edomex.
¿Se apresta el PRI de Peña Nieto a una batalla a bayoneta calada contra los panistas de Guanajuato que han sido dueños del escenario desde hace veintiún años?
¿Y será que los priístas de Guanajuato ya han perdido el toque para las maniobras en el subsuelo, por lo que se hace necesario importar mano de obra de otras latitudes, concretamente de la entidad del propio Peña Nieto?
A ver cómo les va a tirios y troyanos.
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