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Arnoldo Cuellar

29/03/2012 - 12:01 am

Benedicto XVI: El efecto local

“Con la iglesia hemos dado”, le dice el Quijote a Sancho en un pasaje en la segunda parte de la novela cervantina. Aunque la oración no se refiere a la Iglesia como institución, cuyo peso específico era aún mayor en el siglo XVI que en nuestras épocas, sino a un templo en particular, a la […]

“Con la iglesia hemos dado”, le dice el Quijote a Sancho en un pasaje en la segunda parte de la novela cervantina.

Aunque la oración no se refiere a la Iglesia como institución, cuyo peso específico era aún mayor en el siglo XVI que en nuestras épocas, sino a un templo en particular, a la vuelta de los siglos esa frase hecha y convertida en la variante “con la Iglesia hemos topado”, define la enorme densidad de la institución eclesiástica y su poder, a menudo puesto al lado del estado de cosas dominante.

El cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el papado de Juan Pablo II y sucesor de éste, se ha caracterizado por ser un teólogo ortodoxo, salvo en su primera juventud, cuando coqueteó con el reformismo al cual muy pronto le plantó cara.

Hoy en día, ya como el Papa Benedicto XVI, el teólogo Ratzinger es un guardián de la tradición y es en ese carácter que ha querido venir a México, en un viaje que muy pocos esperaban ya, sobre todo por su edad y por la precariedad de su salud.

No debe ser asunto menor para la memoria milenaria del poder terrenal más antiguo del mundo, porque también lo es además de la jerarquía espiritual, estar en riesgo de perder un gobierno aliado y plenamente identificado para correr el riesgo de volver a las negociaciones y simulaciones del pasado.

Ningún gobierno dirigido por el PRI hubiese encabezado, por lo menos no en el pasado, las celebraciones que se vieron en esta visita papal, de la mano con las autoridades eclesiásticas.

Apoyo logístico, adecuaciones hechas con presupuesto público a un costo nada despreciable, apariciones codo a codo, identificación plena y transferencia de responsabilidades y prestigio entre el gobierno temporal y el espiritual, como las que se vieron en esta visita papal, podrían estar en riesgo si el PAN pierde la presidencia de la República.

Es cierto, el Papa Benedicto XVI no vino a decirle a los mexicanos por quién votar, como lo especificó en Zona Franca el Nuncio Christophe Pierre. Pero ni siquiera hace falta, mucho menos en este territorio guanajuatense donde un gran porcentaje de la población se volcó a sus calles una y otra vez para hacer sentir su calor al  líder religioso, provocando incluso su asombro.

En Guanajuato, entonces, no podrán decir los políticos que han tomado con la Iglesia, porque en estas latitudes la institución eclesial ha tenido una presencia preponderante prácticamente desde su implantación.

No en balde fue un sacerdote el que convocó a la guerra de Independencia que conmemora precisamente ese Parque Bicentenario en donde el domingo pasado se reunieron otras seiscientos mil personas, según las cifras oficiales, a concelebrar una misa.

No en balde fue esta región una de las más involucradas en la rebelión popular con banderas religiosas que enfrentó a un gobierno federal que fue más allá del laicismo para caer en el anticlericalismo. Esa lucha es justamente la que conmemora el Cristo Rey al que Benedicto XVI se aproximó desde el aire la mañana de ese mismo domingo.

Con todo este contexto, ¿en verdad hace falta que el más alto representante de la Iglesia Católica haga pronunciamientos políticos?

Y si bien, cualquier mensaje subyacente de connotación política difícilmente puede permear a lo largo y ancho del país en las muchas semanas que todavía faltan para la jornada electoral, lo cierto es que el efecto central de este sismo emotivo y religioso se sentirá con mayor intensidad en su epicentro: el Bajío guanajuatense.

A ello contribuirá el hecho indudable de que fueron fundamentalmente los guanajuatenses los que celebraron y gozaron con esta gira. Muy lejos quedaron las expectativas de cientos de miles de visitantes que iban a invadir el corredor León – Silao – Guanajuato. Esta fue una fiesta eminentemente local, para consternación y enojo de los comerciantes que esperaban las ventas de la década.

Ya los habitantes de estas tres ciudades respondieron a las expectativas de quienes los eligieron como sede de la visita pontificia: setecientas mil personas en el recorrido de recepción el primer día; un millón de asistentes al segundo día, en el viaje a Guanajuato y su regreso a León; seiscientas mil personas en la misa del Parque Bicentenario; otros doscientos mil asistentes reunidos en el paseo al centro de León del domingo.

Con justa razón, el arzobispo Carlos Aguiar Retes, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, le pudo decir a Benedicto XVI en las Vísperas celebradas en la Catedral de León la tarde de ayer: “como usted lo pudo ver estos días, la Iglesia está viva.”

Guanajuato ha mostrado su arraigado catolicismo, su carácter de bastión de esta fe religiosa. La motivación recibida en estos días con la estancia de su más alto pastor se reflejará, con mucha probabilidad, en la próxima cita cívica de los guanajuatenses con las urnas y lo hará, qué más, a favor del partido que gobierna esta ínsula hace más de veinte años. Lo veremos pronto.

 

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Arnoldo Cuellar
Periodista, analista político. Reportero y columnista en medios escritos y electrónicos en Guanajuato y León desde 1981. Autor del blog Guanajuato Escenarios Políticos (arnoldocuellar.com).
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