Me resulta difícil aceptar ciegamente las encuestas presidenciales. Creo que le pasa a muchos ciudadanos. Sin embargo, una mezcla de varias de ellas nos puede promediar un resultado más o menos confiable. La elección, podríamos decir, se está cerrando. Y se va a cerrar más.
Enrique Peña Nieto ha perdido entre tres y cinco puntos en dos meses, según varias casas encuestadoras, mientras que Andrés Manuel López Obrador ha ganado entre dos y tres. Es complicado ser concluyente respecto al PAN, pero todo parece indicar que, si no hay mano negra –o mano presidencial– en el proceso interno, Josefina Vázquez Mota será la candidata; aún sin ser oficialmente abanderada panista, los sondeos de opinión también hablan de un repunte en su caso.
Sin embargo, me parece que hay muy poco tiempo para que Josefina o AMLO tengan un despegue heroico como para alcanzar al postulado del PRI. No digo que no puedan; digo que queda poco tiempo. Peña y su maquinaria no se han detenido. Se afianzan con el “voto duro” que no requiere sino de mínima campaña; un penosísimo “voto duro” que se compra con despensas o se moviliza con acarreos.
Aún así, a pesar de lo anterior, creo que todavía es posible frenar el arribo del PRI a Los Pinos. Las opciones son pocas, y yo me atrevo a decir que sólo queda una sola.
Esa opción única es una alianza de último momento entre López Obrador y Vázquez Mota.
Espérense. No me linchen. Tampoco digo que esta opción se vaya a ejercer, que no estoy idiota: ¿Quién no conoce las posiciones de AMLO respecto al PAN? ¿Quién no sabe de las fobias que generan en el PAN las posiciones de AMLO?
Pero de que es una opción para frenar a Enrique Peña Nieto, lo es.
Y más aún: la fórmula frenaría al PRI, extirparía de tajo al calderonismo, y podría permitir que el país retomara la ruta del crecimiento sin violencia.
Y me voy por partes.
1. Frenar al PRI. Casi todas las encuestas respetadas dicen que en enero de 2012, por primera vez, la suma de los votos de la izquierda con los del PAN hacen mayoría frente a Peña Nieto. Y esta suma subirá conforme pasen los días, porque no hay de otra: el priísta estaba muy arriba y sufrirá un ajuste, mientras que los otros, en abierta campaña, tenderán a crecer. Así que por simples sumas y restas, es posible ya que el voto sumado frene la llegada del PRI a Los Pinos.
2. Extirpar al calderonismo. Por lo menos en lo que puede observarse –que siempre habrá la sospecha de si Josefina no es el caballo negro de Felipe Calderón–, los calderonistas decidieron jugar, casi en paquete, con Ernesto Cordero. Con el ex secretario de Hacienda están casi todos los allegados del Presidente. Si Josefina tuviera un acuerdo con López Obrador y la fórmula gana, sería convertir de facto a los calderonistas en parias.
AMLO y Vázquez Mota tienen más en común de lo que creen. Ambos odian a Elba Esther “La Maestra” Gordillo, por ejemplo. Ambos han sido víctimas de uno de los grupos políticos más intolerantes y sucios de los que se tenga memoria en México: el que comanda Felipe Calderón. Ambos ven en Ernesto Cordero la continuación de un proyecto que los abofeteó (y los abofetea). Ambos ven bien a Marcelo Ebrard, por ejemplo; y podrían usarlo de bisagra. Etcétera.
Para terminar el punto: un acuerdo entre ambos políticos sería desaprobado por Calderón. El Presidente se excluiría, arrastrando consigo a todos los de su equipo.
3. El acuerdo. Es la parte dura. Tendría que nacer de una idea conjunta de qué hacer con el país; luego definir reparto de posiciones para terminar en lo más complicado: quién de los dos iría a la cabeza.
Aquí también me voy por partes.
a). La guerra. Es claro que tendrían que firmar un acuerdo respecto a qué hacer. Pero la ex secretaria de Desarrollo Social y el izquierdista podrían evitar una decisión puntual sobre, por ejemplo, el retiro del Ejército de las calles, lanzando un programa central basado en la asistencia social. Menos balas, más inteligencia –incluso militar– y todo el dinero para desarrollo social.
b). El gabinete. No veo dificultad, por ejemplo, para que Marcelo Ebrard quedara en Gobernación y que Josefina aceptara incorporar a varios de los empresarios propuestos por AMLO en Hacienda. No veo dificultad en que ambos seleccionaran a un tipo duro, incorruptible y eficaz para Educación: ¡uno que hiciera lo que ambos sueñan!, que es meter en cintura (o en prisión) a la señora Gordillo. No veo dificultad en que definan a alguien para Desarrollo Social: sobran, en la sociedad civil, esos personajes. Es más: Vázquez Mota y AMLO verían bien que un activista estuviera a cargo de una procuraduría social.
c). El progreso. Creo que este acuerdo podría fijar desde un principio una posición clara con respecto a “crímenes del pasado”. Sería una administración de transición, que no buscara cobrar cuentas por los errores del periodo 2006-2012, sino que fincara las bases del progreso para el país. ¿Y los poderes fácticos? ¿Y Televisa, Telmex, etc.? Aplicar la Ley. Simplemente. Formar comisiones plurales para perseguir los casos de impunidad más vergonzosos y dedicarse a aplicar la Ley.
En fin. No me extiendo más que sería un texto infinito.
Me despido diciendo que hay una opción, que creo única, para frenar al PRI. Y eso es una alianza de último momento entre López Obrador y Vázquez Mota. De último momento, porque si se lanza ahora mismo, fracasará. Necesitan medir sus propios avances en los siguientes dos o tres meses y no más.
Queda pendiente una decisión crucial: ¿Quién de los dos declinaría por el otro?
Y allí me atoro. No veo ni a la una ni al otro declinando. Se podría recurrir a una encuesta. No sé. Pero es un asunto de voluntad política.
Como vamos, insisto, veo muy difícil que derroten al PRI por separado. Muy difícil.
Tan difícil como que estos dos personajes se sienten a la mesa y discutan, por el bien de México, ir en una fórmula arrolladora.