Gracias, tuiteros; dan asco, tuiteros

24/10/2011 - 12:04 am

No creo que Javier Lozano (@JlozanoA), secretario del Trabajo; Marcelo Ebrard (@m_ebrard), jefe de Gobierno del DF, o Felipe Calderón (@FelipeCalderon), presidente de México, sean tuiteros influyentes. Creo que su cargo es el influyente, y que acumulan seguidores por esa razón. De Lozano agregaría: porque es un fajador majadero, un autista insolente que, pues sí, llama la atención. Calificarlos de “influyentes” sería como decir que cualquiera de esas artistas bobas a las que las redes sociales se comen vivas, son tuiteras influyentes porque tienen muchos seguidores, porque no hay un día que no se les mencione, o porque cada vez que tuitean se vuelven tema.

Estos tres nombres insignia podrán ser famosos, sí; y objeto de burlas, de denostaciones o de alabanzas en las redes sociales. Podrán, también, tener peso sobre la vida de los otros porque su puesto público se lo permite. Pero no los calificaría de influyentes; sus ideas, su pensamiento y sus acciones no tienen peso sobre los demás: es su cargo. Podrán acumular muchos seguidores como Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas o Carlos Slim, pero su influencia, como en esos otros tres que menciono, no es personal. Viene del peso de sus cargos o de su poder –muchas veces a ganado con marrullerías– en ciertos aspectos de la vida pública.

Para mí, una lista de tuiteros influyentes debería ser aquella que incluya a individuos, no cargos; a personas que inciden en la vida pública para bien. Que dedican su tiempo para ciertas causas sin más recompensa que ver una meta alcanzada en beneficio de los ciudadanos, de su comunidad. Esa sí es gente influyente.

Sé que, como suelen ser las listas, omitiré a muchos si los enumero. En una lista de individuos que trabajan por una mejor sociedad también debería incluir a ciertos periodistas de tiempo completo. Mencionaré sólo algunos casos que son de excepción porque de alguna manera informar y defender la verdad es nuestro trabajo. Hay algunos que combinan ambas tareas (periodismo y activismo) porque vienen de una o de otra rama. Los ortodoxos diríamos que, o se es periodista, o se es activista; que un reportero no toma partido, por más justa que sea cierta causa. Pero ese es otro debate para el que se requeriría un paréntesis enorme. Aún así, hay algunos casos memorables que deben ser reseñados.

Les pongo un ejemplo de alguien a quien creo tuitero influyente: Daniel Gershenson (@AlConsumidor). El día en que lo conocí, lo vi en muchos lugares. Por alguna razón brincaba yo de un evento a otro; en casi todos me lo encontré. Y este domingo 23 de octubre, cuando Felipe Calderón firmó el decreto para crear la #Ley5deJunio, como se conoce en Twitter, o Ley General de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Integral Infantil, como es su nombre técnico, recordé a Daniel.

Unos días antes yo había presentado Presidente en Espera (Planeta, 2011) en la Feria del Libro Alternativa de la Alameda Central, en el Distrito Federal, y me lo encontré. Me presentó a Julio Márquez (@juliomarquez1), padre de Julio César, Yeyé, uno de los pequeños que fueron víctimas del crimen en la Guardería ABC. Me dijo que irían a la Cámara de Diputados a presionar para que se aprobara la ley. Me quedé pensando: ¿A qué horas descansa este hombre? Ahora que la ley es un hecho, me queda claro, fuera de falsedades y ajeno a los cebollazos, que Daniel es uno de esos personajes que una sociedad necesita. Muchos Danieles en las redes sociales harían un mejor mundo. Daniel es un tuitero influyente. Para bien de muchos.

Hay otros que, metidos en causas diversas, merecen estar en una posible lista de los tuiteros mexicanos influyentes. Gente que no sólo opina, sino que mantiene una lucha a favor de los derechos humanos, contra la violencia o la discriminación, por los niños, por las personas con discapacidad, por el derecho a la información o contra el monopolio de la ídem. Menciono, sin incluir organizaciones, grupos o anónimos, a Jesús Robles Maloof (@roblesmaloof); a Katia D'Artigues (@kdartigues); a Miguel Carbonell (@MiguelCarbonell); a Alejandro Pisanty (@apisanty); a Jenaro Villamil (@jenarovillamil); a Lydia Cacho (@cachosi); a Antonio Marvel (@antoniomarvel); a Maité Azuela (@maiteazuela); a José Merino (@PPmerino). Me faltan muchos; otros que sé que son famosos pero que no puedo yo certificar pero eso no los demerita. A todos los anteriores, este ciudadano les extiende su agradecimiento.

¿Por qué me metí en este berenjenal? Por dos eventos que sucedieron en un mismo fin de semana.

Resulta que el jueves 20 de octubre, poco antes de que terminara el debate entre Silvano Aureoles, Luisa María Calderón y Fausto Vallejo, uno de los temas más importantes de Twitter era: #FaustoGana. Eran hordas y hordas de tuiteros deshonestos subiendo a la red ese #FaustoGana; hasta que lo volvieron trending topic, TT o tema del momento. Cuando revisabas quiénes tuiteaban, te dabas cuenta de que eran jóvenes (por la redacción de los mensajes), bots y troles contratados para hacer que esa mentira triunfara. Yo no creo en la apuesta de la señora Calderón por dos razones: porque se necesita cierta dosis (o mucha dosis) de inmoralidad para aliarse a Elba Esther Gordillo, y porque ella plantea la continuidad del calderonismo, y yo pienso que el calderonismo no debe ser sepultado, sino llevado a juicio por la historia. Pero la señora, sin duda, ganó ese debate.

Es decir: Esos miles que lograron colocar el #FaustoGana eran una turba promovida con dinero de la gente (vía IFE). Qué vergüenza. Qué asco.

Fue el mismo fin de semana en que Jesús Robles Maloof, Daniel Gershenson y otros incansables ganaron una lucha más para la sociedad: La ley que protege a nuestros niños. Se tardaron dos años después de la tragedia en la ABC; dos años de marchar, caminar, gritar, correr, tuitear, y tuitear, y tuitear, pero lo lograron. El gobierno de Calderón, culpable de los trágicos eventos en la Guardería ABC, no pudo sino doblar las manos. Calderón intentó decir que la ley era porque se preocupada por los niños y otras mentiras más. Nadie se lo compró, afortunadamente. Su arrogancia y politiquería casi sepulta lo que pudo ser un logro común, de él y de los activistas. Calderón no tiene esa sensibilidad.

Por mi parte, gracias, tuiteros. Gracias Daniel, Jesús, Katia, Miguel, Alejandro, Jenaro, Lydia. Gracias a todos los demás.

Si un día dejan de movernos la meta y la utopía se vuelve alcanzable, será por una suma de muchos como ustedes. Gracias. Larga vida.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx
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