Siempre me sorprendió que un solo “policía”, Guillermo González Calderoni, pudiera controlar a los cárteles mexicanos durante un periodo tan largo de tiempo. Corrupto, inmoral, violador de derechos humanos; una calaña, de acuerdo con las evidencias, peor incluso que los mismos capos –porque tenía licencia oficial para delinquir–, impuso a Amado Carrillo, encarriló al cártel del Golfo y desarticuló al del Pacífico. Era un administrador del crimen organizado.
¿Y era un ejemplo de “policía”? No. Si todo lo que hemos escuchado y leído de él es cierto, este tipo de individuos no caben en una sociedad moderna, democrática y progresista. Pero era –aquí la paradoja– una bacteria para una enfermedad. A los malos les dio trato de perro. Tuvo un papel “gerencial” de un problema público que (sabemos ahora después de miles y miles de muertos) México no puede solucionar solo.
González Calderoni usó como pocos el poder del Estado; y es posible, visto a lo lejos, que ese hombre lo utilizara a favor de la población. Y conste que me es difícil decirlo sin una carga moral que atosigue este razonamiento. Pero así fue. Con una guante en la mano mató a Pablo Acosta y metió a Miguel Ángel Félix Gallardo a la cárcel; con el primero hubo disparos; con el segundo, sólo una bofetada bien puesta.
¿En qué radicaba el poder del “comandante Calderoni”?: en el poder del Estado. Si alguno de los malandros osaba levantar la voz, se lo jodía con la sola amenaza; porque si osaban retarlo, detrás de él estarían la Policía Judicial y hasta el Ejército mexicano. La pura sombra del Estado espantaba a las cucarachas.
Eso se perdió con Felipe Calderón; para desgracia de muchas generaciones de mexicanos, el Estado ya no asusta a los animales rastreros. Al lanzar una guerra por razones políticas sin antes dotar a las instituciones de herramientas para realmente confrontar ese poder oscuro, Calderón evidenció que ni la sombra ni el Estado mismo estaban preparados. Baño de sangre. Craso error, mostrar el garrote y el brazo desnutrido detrás del garrote. Y el error lo pagamos los ciudadanos.
No digo que el estilo de González Calderoni deba darnos una lección. Lo que digo es que la estrategia del actual Presidente fue equívoca y vulneró a instituciones como el Ejército mexicano. Y lo digo porque los errores cometidos por Felipe Calderón han generado, desde Los Pinos, una ofensiva discursiva que pretende disculparlo. Y se vale, si se tratara de fortalecer al jefe del Ejecutivo y por lo tanto, al Estado. Se vale contraargumentar, si se utilizan argumentos viables.
El problema es que el discurso de Calderón está plagado de verdades a medias y mentiras irresponsables; el problema es que se justifica para sostener una estrategia equivocada que sigue matando mexicanos a diario.
El problema es que, mientras Calderón argumenta con verdades a medias, esta guerra sigue caminando hacia el fracaso.
El problema es que esta guerra ya no se ganó ni se iba a ganar, y se apuntala citando frases incompletas, mañosas.
Y si el discurso sigue tratando de justificar al Presidente, es porque el Presidente quiere justificar por qué mantiene una guerra con más de 50 mil muertos. Y eso sí, perdónenme, no se vale.
Por eso vale la pena darle algunas respuestas a tales afirmaciones. Y quizás valga la pena por nosotros mismos, por la sociedad civil; como un acto de exorcismo.
Porque sabemos que estamos ante un Presidente que no escucha.
VERDADES A MEDIAS
- Calderón le dijo a Joaquín López Dóriga la semana pasada, a propósito de su V Informe de Gobierno, que los jóvenes enrolados en el narco “son víctimas” y “que le duelen”. Pero en los hechos, el Presidente promovió una política de combate a las drogas basada en una guerra armada, fuera cual fuese el problema social detrás. Prefirió responder a balazos a esos jóvenes que sí, son víctimas de la ineficiencia de su gobierno y de otros gobiernos. Seguramente ya revisó las cifras de los muertos y se dio cuenta que miles de jóvenes han fallecido a causa de su guerra equivocada. Ahora habla de “víctimas” y en eso tiene razón; pero es imposible creerle que le duelen, cuando su sexenio empezó criminalizando a los jóvenes, así se mantuvo y así va a terminar. Sobran las citas de él mismo tratando a los jóvenes como criminales. La más famosa es quizás aquella profundamente grosera proferida en contra los asesinados en Villas de Salvárcar, Ciudad Juárez.
- Calderón dice que el Ejército y la Policía Federal no generan la violencia y la inseguridad que vive este país. Eso es falso, o una verdad de las que le gustan al mandatario: una verdad a medias. La violencia empezó en 2007, cuando él inició la guerra contra las drogas. Debería acudir a las cifras y a las fechas antes de atreverse a hacer tal afirmación. Es cierto que una mayoría de los muertos no vienen directamente de acciones del Ejército y de la Policía Federal. Vienen de la incapacidad que mostró el gobierno federal para combatir a los criminales. Esta es una verdad a medias que cada vez que el presidente la sostiene muestra o mucha ignorancia, o frivolidad. La inseguridad y la violencia se desataron a partir de su guerra fracasada. Allí están los datos.
- Calderón argumenta que un aumento en el poder adquisitivo de los ciudadanos llevó a un mayor consumo de drogas entre la población. Lo dice para justificar la guerra que su gobierno libra en los barrios, en las calles, casa por casa. Esa es una irresponsable renuncia a los principios del progreso; una falta de respeto a los ciudadanos y un reconocimiento tácito de que las políticas sociales de su gobierno sirvieron para dos cosas, como dice la frase popular. Sobran lecturas para responder a una afirmación tan poco sana y tan cargada de falsedades. Diría que si el gran mal de males para Calderón son las drogas, entonces la pobreza para él es un mal menor. Es decir: dejemos jodidos a los jodidos, porque nada más les compartes del bienestar y se lanzan a las drogas. Y ni citar ejemplos internacionales; ni apelar siquiera a las ideas mínimas del progreso. Lo que la frase dice, irresponsablemente, es que los ciudadanos no pueden con el éxito –si es que tal éxito existiera para una nación con 50 millones de pobres–: se vuelven drogadictos.
- Calderón dice, una y otra vez, que son los criminales los que violan los derechos humanos. No es una mentira, pero es una verdad a medias que trata de exculpar a su gobierno. Sí, los criminales violan los derechos más elementales; por eso les llamamos así: criminales. Pero también su gobierno viola los derechos humanos. Y allí las cifras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos; las de Amnistía Internacional y las de casi cada una de las ONGs nacionales y extranjeras que llevan cifras sobre el caso mexicano. Entonces, si los criminales violan los derechos humanos no exculpa al gobierno calderonista de violarlos también. La afirmación es hábil; usa una verdad contundente para tratar de tapar la otra.
- Calderón suele sugerir que desde la sociedad civil se le pide que renuncie al combate de la delincuencia. Eso es mentira. Se lo sugerirán ciertos grupúsculos bien ubicados, que se activan con dinero del narco en poblaciones de Michoacán, Tamaulipas y Nuevo León, casi exclusivamente. Las marchas de protesta de La Familia son un ejemplo de eso. Él tiene el aparato de inteligencia y sabe bien cuáles organizaciones están bajo sospecha. Pero miente si trata de meter a todos en un mismo cajón. Las organizaciones serias y los activistas bien reconocibles le piden que garantice la seguridad de los que le pagan su salario, de los ciudadanos. Sería estúpido quien le pidiera que renuncie al combate a la delincuencia. El Presidente intenta confundir o aparecer como confundido con el discurso que claramente le exige que revise una estrategia que lleva 50 mil muertos, y si esa revisión incluye la posibilidad de que retire al Ejército mexicano de las calles, que lo haga.
- Calderón dice que escucha críticas pero no escucha propuestas. Y eso no es verdad. Propuestas hay muchas. Allí están las del rector de la UNAM, por ejemplo. Pero él no escuchó y desde ahora habrá menos propuestas cada día porque su periodo de gobierno prácticamente ya terminó, y demostró que no está para escuchar. Además debe saber que muchos de los que le criticamos su guerra perdida jamás, jamás le propondremos cómo resolver el problema de criminalidad en México porque no somos especialistas y tampoco somos políticos, como él, para sacar una estrategia de la manga. Él debió consultar y no lo hizo; debió escuchar y no lo hizo. Ahora dice que sólo hay críticas. Pues sí: cuando hubo propuestas las menospreció.
- Calderón dice que somos más los que queremos la paz. Sí, tiene razón. Pero esta frase venida de él no sirve para nada.
Disculpe usted, Presidente –y ahora me dirijo a él, aunque sé que no escuchará–: Somos más los que queremos la paz, pero los otros, los malos, están armados y gracias a la corrupción y a la impunidad rampante tienen más poder que la mayoría.
Podremos ser muchos los que queremos la paz, pero sin un gobierno efectivo que haga su trabajo y que escuche a la población, de nada nos vale qué queramos. Las cucarachas tiene tienen la sartén por el mango, presidente. Y es básicamente porque el gobierno que tenemos no pudo frenarlas a pesar de que hizo lo que quiso, y allí, Presidente, no se queje: Sacó al Ejército a las calles sin consultarlo con nadie; volvió a Genaro García Luna el súper secretario sin escuchar a los que le pidieron una estrategia social; entregó grandes porciones de nuestra soberanía a un vecino abusivo, Estados Unidos, a pesar de nuestra terrible historia común.
Hizo cuanto quiso, y no le funcionó. Esa es la realidad.
Así que ese discurso de “déjenos hacer nuestro trabajo” que pronunció el día posterior a la tragedia del Casino Royale de Monterrey, no va. Contra viento y marea aplicó sus estrategias, y deja un México en condiciones deplorables.
Ahora lo mejor sería abandonar el discurso doble, las verdades a medias o las mentiras piadosas y reconocer, como lo requiere una República ya bastante violentada, que lo intentó y no pudo.
Así podremos empezar, sin contratiempos y sin gastar más tiempo en contra argumentarle, otra salida a los grandes males que aquejan a este país.