En mayo 30 de 2006, un grupo de pedófilos registró ante las autoridades holandesas una agrupación política denominada Partido de la Caridad, Libertad y Diversidad (CFDP, por sus siglas en inglés). Lo que este partido solicita, montado en los movimientos de legalización de la prostitución, es que se anteponga su libertad constitucional y de pensamiento y expresión a los tratados internacionales de defensa de los derechos de niñas y niños. Los miembros del CFDP aseguran que entre ellos hay connotados miembros de la política holandesa, empresarios, padres de familia, maestros, sacerdotes y “todo tipo de hombres libres que han elegido expresar su sexualidad y vida erótica en relaciones libres con niños y niñas”.
Dentro de su Manifiesto, exigen que se reduzca legalmente la edad de relaciones sexuales consensuadas de los 16 a los 12 años, además de que se legalice la bestialidad sexual, la pornografía infantil y, por supuesto, todas las formas de violación sexual de menores de edad. Cada vez más hombres de países desarrollados se unen al movimiento, entre ellos españoles, noruegos, norteamericanos, canadienses, australianos, ingleses, alemanes y, ahora, mexicanos.
La reacción ante el Boy love day, no se ha hecho esperar. Una fracción de la sociedad elige alejarse del tema que considera desagradable, que genera miedo y repugnancia. Algunos grupos de jóvenes, particularmente en Europa, en aras de expresar sus tendencias progresistas, argumentan que toda la gente debe tener derecho a expresar sus creencias políticas, sexuales e ideológicas. Sin embargo, organismos tanto de la sociedad civil, como de defensa de la infancia, se dan a la tarea de argumentar las consecuencias de forzar a niños y niñas a esclavizarse ante las fruiciones de adultos inconformes y poderosos.
El psicólogo clínico argentino Jorge Garaventa, uno de los más reconocidos especialistas en abuso sexual infantil en América Latina, asegura que “el maltrato y abuso sexual hacia la niñez se dan en una situación desigual, en donde un adulto tiene el poder y utiliza su superioridad para el placer que le proporciona su víctima, aniquilada y sometida”. El terapeuta afirma que el abuso sexual de un adulto a una niña o niño, así como la violación, no responden a una necesidad o a un impulso sexual, sino a un acto de poder y sometimiento que se manifiesta a través de una expresión erotizada. Varias especialistas de las nuevas corrientes de psicología humanista que atienden a menores víctimas de violencia sexual, difieren respecto a los viejos argumentos de la pederastia como una patología incontrolable. Aseguran que no es correcto pretender que quienes incurren en tales prácticas son simples prisioneros de la cultura, ya que hay un momento de definición subjetiva, donde, con dolor o sin él toda persona adulta elige un camino. Ese camino, el de la apropiación de las voluntades y derechos sexuales de niñas, niños y adolescentes, crece en el mundo bajo el ala protectora de la modernidad y los partidos políticos, avalados por jueces y magistrados que opinan que, para eso sí, las niñas y niños pueden ser tratados como adultos.
Hace unos días, el maestro de una escuela rural de Tlaxcala escribió a mi blog que él forma parte de una corriente mundial que pretende liberar a los hombres que desean sexo con niños y niñas de gente como yo. Dice que tener sexo con menores de edad es una demostración de modernidad y libertad. Miles de personas piensan como él, y la única forma de contrarrestar esta corriente es tomando posturas públicas al respecto. No moralizar, ni satanizar, sino desde la ética pública que antepone, ante todo, los derechos y el bienestar de niñas, niños y adolescentes. Protegerlos de que una corriente política ideológica les convertirse en objetos de uso público y privado.