Por Lydia Cacho
Los maestros de la caricatura El Fisgón, Helguera y Hernández me invitaron a decir en un minuto cómo me afecta esta guerra mexicana. Esa mañana llevaba un nudo en la garganta. Creí que lo que podía dar era sólo un minuto de silencio, pero pensé que nuestros muertos y muertas merecen la palabra firme y libre. Caminé nerviosa hacia el patio, miré rostros conocidos, encontré brazos afectuosos, miradas conmovidas, lentes de cámaras buscando la verdad entre las máscaras de valentía. Y me puse a pensar qué significa arrojar en este instante pasajero, en este país, las once letras de un No más sangre personal.
No más sangre comenzó como un llamado de un grupo de amigos para decir basta de tiros, la muerte no es el camino. Poco a poco, decir No más sangre en nuestra patria ha tomado un significado mayúsculo. Porque no sólo hablamos de la muerte de más de 40 mil, de nuestras hijas y hermanas, de nuestros hijos y hermanos, de esa concreta y dolorosa punción de la expiración de seres amados, de esa ausencia que nos habitará el resto de nuestras vidas. Hablamos también de miles de huérfanos que limpiaron la sangre de sus padres y madres, del joven soldado que entró a la academia para tener acceso a la educación y de pronto, sin previo aviso, se le puso como carnada de asesinos y escudo de generales sanguinarios. Hablamos de los cientos de jóvenes policías federales a quienes en las escuelas de Derecho se les ofreció un pacto con la justicia y la paz social y en cambio se les envía a una guerra sinsentido, a tomar puestos como tiro al blanco, entre cuerpos policíacos podridos hasta la médula, gobernadores cobardes y sicarios implacables. Decimos No más sangre invisible de miles de personas desaparecidas. No más sangre derramada en fosas cuyos autores ora son sicarios, ora son militares a cargo de la limpieza social.
Decimos entonces, a veces con rabia y otras con amor, a veces con desesperación y otras en tono de súplica y voz quebrada de agotamiento, que esta guerra es inútil porque no busca la justicia sino la destrucción, no terminará en paz sino en un estado paramilitarizado, no nos dará poder ciudadano, sino fortalecerá el poder político de mano dura y oídos sordos. No terminará con el narcotráfico sino fomentará una nación de adictos a las drogas.
Decimos que no somos mártires, ni queremos serlo, ni estamos dispuestas a ofrecer nuestra sangre como corderas piadosas y sumisas ante el imperio de las armas que quiere dominar al mundo convirtiéndolo todo en mercancía; entonces tampoco queremos más sangre simbólica que limpie de pecados a una patria azotada por el martirologio cultural de los agachados.
Decimos que no podemos negociar un pacto de paz con un Estado que no nos considera sus iguales, porque sólo en igualdad se negocia, lo demás son migajas de autoritarismo.
Decimos que no queremos más sangre que pinte los senderos del futuro. Para que nuestros hijos y las hijas de nuestras hijas nunca jamás crean que la violencia es el camino de la justicia. Decimos no, porque conocemos el amargo sabor de la venganza de los otros, la hiel del odio que separa, que divide, que mete miedo a golpe de fusil y tortura para que crean la niñas y niños de hoy que sólo asesinando erradicamos los conflictos. Que en lugar de tener libros, flores y amores en casa, hay que tener fusiles y guardaespaldas.
Entonces decimos NO MÁS SANGRE, así con mayúsculas, porque aunque otros insistan en que el pacto del silencio mediático nos hará creer que la violencia no invade nuestra vida diaria, que la impunidad no afecta nuestra cordura, sabemos que podemos reunirnos alrededor del fuego y decir: esa es su versión, sin embargo yo no creo en la violencia como camino y demuestro con mi trabajo cada día que hay otras formas de ser periodista, de ser activista, de ser ciudadana, de ser humana. Por eso estoy aquí, para decir de mil maneras posibles No más sangre, y para indagar cómo se vive la construcción de la paz, la búsqueda de la verdad, el derecho a disentir construyendo futuro, a rebelarse sin odiar, a sobrevivir sin agacharse. A escribir sin miedo al vacío.
@lydiacachosi