Una película sobre viajes, la mejor idea para despejarse, derribar la hoja en blanco y olvidar por un momento los recuerdos que inevitablemente vienen a nosotros en estas fechas, ¿o no? Ricardo Benítez escribe sobre Up in the Air, el año nuevo y una relación que llegó a su fin.
No sé qué escribir. Nada pertinente llega a mi cabeza. En cambio, frente a la página en blanco siento acercarse, amenazante, la hora límite para enviar el texto de mi columna quincenal. Quizá deba optar por tratar algún tema coyuntural. ¿El Año Nuevo? Claro. Puedo redactar algo como “Las 10 cábalas para iniciar el 2017”, o “15 lugares para festejar en la Ciudad de México”, o “Los 5 secretos del recalentado”. Maldita sea, pero si detesto ese tipo de artículos. Además no estoy con ánimo de celebrar. El próximo Año Nuevo será el primero desde que Valeria y yo concluimos nuestra relación. Los siete anteriores habíamos cenado únicamente nosotros dos. Vino tinto y jugosos cortes de carne. Ensalada y tabla de quesos y carnes frías. Nos vestíamos el uno para el otro con nuestros mejores atuendos. Escuchábamos a Radiohead. A la mañana siguiente despertábamos abrazados y desnudos, seguros de que cincuenta y dos semanas después estaríamos juntos en la misma posición. Por eso hoy no quiero saber nada de las doce uvas ni de la cuenta regresiva ni de… no debo desviarme del tema. En lugar de hablar de Valeria necesito solucionar la encrucijada de la columna. Tal vez alguna película cuyo centro sea los viajes pueda desenredarme las manos y las ideas. O posiblemente sólo busco un pretexto para abrir Netflix. De cualquier modo, la aplicación ya está sugiriéndome Up in the Air.
De entrada pinta bien. El personaje interpretado por George Clooney es un tipo cuyo empleo le exige viajar ininterrumpidamente. De manera paralela imparte conferencias donde motiva a los asistentes a deshacerse de aquello que les impide moverse. Propone vaciar la “mochila”, llena de personas y objetos, que cada uno carga en la espalda. Vaciarla hasta de fotografías, pues dice que éstas son para quienes tienen mala memoria. Me identifico a medias con esto. Dejé de usar las cámaras cuando Valeria y yo cortamos. Las últimas imágenes capturadas en mi iPhone fueron las de nuestra pasada cena de Año Nuevo. Pero digo “a medias” porque no creo que las fotografías sean para quienes no pueden recordar. Si actualmente las evito es porque no deseo acordarme en exceso de lo que he vivido. Sin embargo respeto tu punto de vista, George. Comparto tu crudeza e inclusive se me ocurre una idea incorporable a tus charlas: ¡Deshagámonos de las notas periodísticas que enumeran cuestiones triviales! ¡Deshagámonos de…! Aguarda. Sospecho que me caería de lujo enlistar cualquier cosa en ese superfluo tenor, rescataría la columna y de paso evitaría seguir confesando aquí mi vida sentimental. También estaría de maravilla sacar de mi mochila el peso de Valeria. Ha pasado casi un año desde nuestro rompimiento y todavía me hallo inmóvil.
Evidentemente Up in the Air no está despejándome. Sigo pensando en Valeria, en nuestras cenas de Año Nuevo y en la crisis artística que me aqueja. Encima de todo, uno de los personajes principales se llama como realmente se llama Valeria. Vaya situación de mierda: hace doce meses planeábamos vivir juntos el resto de nuestros días y ahora modifico su nombre en cada ocasión que escribo sobre ella. No lo hago por voluntad propia, lo hago porque ella así me lo pidió. “Para no incomodar a mi actual pareja”, aseguró. En fin. Supongo que no debería escribir en el estado emocional y de dispersión en que me encuentro, pero ya no hay vuelta atrás. El deadline se aproxima y ni siquiera tengo tiempo de releer lo tecleado. Mientras tanto, en la otra pantalla, Clooney afirma que su meta es alcanzar 10 millones de millas de viajero frecuente en American Airlines. “The miles are the goal” ¿Por qué todos están embelesados con los números? Eso explica el triunfo de “Los 5 secretos del recalentado”. No obstante, estoy siendo hipócrita. Aunque está claro mi rechazo hacia esa clase de artículos, lo cierto es que también cedo a la tentación de leerlos. Además organizo mis asuntos a partir de números cerrados y me obsesiono con las cantidades. Mentiría si dijera que soy un sobreviviente de esta lamentable epidemia. Con un franco sonrojamiento reconozco que quisiera muchos más Likes en mi columna, por ejemplo. Al fin y al cabo todos perseguimos una cifra.
La película va prácticamente a la mitad. La joven que lleva el verdadero nombre de Valeria interroga a George acerca de la filosofía de vaciar la “mochila” y la consiguiente negativa al compromiso. Luego, sin éxito, intenta venderle los conceptos de familia y amor. El actor ríe con ironía, externa su escepticismo y agrega que no hemos de engañarnos: al final todos moriremos solos. Decepcionada, ella rompe en llanto y confiesa que acaba de terminar con su novio. Las oscuras ideas Clooneyanas no sirven de consuelo. Yo sí estoy contigo, George, definitivamente estoy contigo. Tras este tiempo sin Valeria confío más que nunca en tus palabras. En lo único que tú y yo no coincidimos es en aquello que comentaste hace unos minutos. No, el hotel Luxor de Las Vegas no es una basura. Ahí fue donde Valeria y yo nos hospedamos. Luxor es sinónimo de absoluta felicidad. Luxor y las cenas de Año Nuevo con Valeria. Luxor, las cenas de Año Nuevo con Valeria y la inspiración literaria. Luxor, las cenas de Año Nuevo con Valeria, la inspiración literaria y la desaparición de las notas que enumeran lo banal. Hoy no queda nada. Hoy soy la mochila vacía. Hoy creo que todos moriremos solos. De acuerdo, señor Clooney, pero le advierto que con Luxor no ha de volver a meterse.
¡Carajo, es hora de enviar el texto! No estoy cien por ciento convencido de lo que he dicho ni de haber sido congruente, sólo sé que debo anotar un punto final. Lo hecho, hecho está. Y quizá es lo más sano. Si continúo escribiendo corro el riesgo de convertirme en un spoiler que revela dos incógnitas: el macabro desenlace de toda relación amorosa y la trama de una buena película.