Para este Día de Muertos, frente a la abundancia de cempasúchil transgénico en maceta, el colectivo Espejo de Tláhuac recomienda comprar la flor nativa en ramo y consumir sus derivados medicinales y gastronómicos para contribuir al campo mexicano y a la biodiversidad.
Ciudad de México, 30 de octubre (SinEmbargo).– La alta demanda de cempasúchil en maceta, derivada de semillas transgénicas provenientes de China o la India, orilla a los productores mexicanos a abandonar el cultivo de la flor nativa en ramo pese a ser de origen prehispánico y resultar más económico.
Luego de trasladarse en canoa por el lago Reyes hacia su colorido sembradío en San José Tláhuac, al sur de la Ciudad de México, Javier de la Rosa afirmó que la tradición de llevar al panteón cempasúchil en ramo sólo se mantiene en los pueblos sureños incluyendo los de Xochimilco, donde también se produce esta flor.
En el resto de la capital del país, dijo, la mayoría opta por la maceta con tallo corto para poder colocarla en diversos espacios sin saber el daño al campo mexicano y a la biodiversidad que implica este hábito de consumo.
«El impacto es muy fuerte porque se van perdiendo las variedades de cempasúchil nativas que existían, porque a los productores ya no les reditúa económicamente porque ya casi nadie las consume. Entonces se ven obligados a comprar la semilla transgénica», aseguró mientras remaba a la par de una trajinera que paseaba cerca.
Además, cuando los productores siembran las flores transgénicas en macetas las llenan con agroquímicos afectando a la tierra. Al ya no poder reutilizarse, cuando se marchitan todo se va la basura.
En contraste, el productor de Tláhuac compartió que la producción de cempasúchil nativa es más fácil y económica porque no requiere de comprar semilla cada año ni gastar en maceta o tierra para rellenarla.
«En la flor transgénica ya no puedes sacar semilla. Cuando se marchita la flor, ya no puedes volver a sembrarla como cualquier flor normal. Cuando la nativa se marchita, al otro año no tenemos que comprar más semilla, sino que guardamos cierto número de flores para de ahí sacarla», comparó.
Javier explicó que las flores y los pétalos de la semilla transgénica del cempasúchil son totalmente idénticos, en comparación con un sembradío de flor nativa en el que, además de no requerir nuevas semillas, el cultivo varía en el tamaño, la forma y sus tonalidades de naranja, además de emerger tanto macho como hembra.
«No utilizamos ningún tipo de agroquímico porque la planta ya está adaptada a nuestra región y es difícil que se nos enferme o le caiga alguna plaga», destacó.
Su colectivo El Espejo de Tláhuac además sembró el quemolito, de la familia de la cempasúchil nativa que puede agarrar tonalidades amarillas o rojizas y crecer en maceta para todo tipo de espacios.
«Esta flor tiene todos los beneficios de una semilla nativa que son variedad en sus flores, variedad en el color, variedad en el pétalo y también se puede volver a sacar semilla año con año de esta planta», dijo.
CURARSE Y COMER DE LA CEMPASÚCHIL
La apuesta del colectivo El Espejo de Tláhuac para preservar la flor de los muertos nativa es incentivar su uso no sólo en Día de Muertos, sino durante todo el año a través de sus derivados como remedios medicinales, nieve, cerveza y pulque.
«Nosotros tenemos en nuestras manos cambiar nuestros hábitos de consumo para que los productores vean redituable esta actividad», invitó Javier. «El cempasúchil tiene muchas propiedades medicinales y gastronómicas».
Para este Día de Muertos, el productor recomendó preguntar en los mercados públicos o de flores por los ramos de cempasúchil y colocarlos en un jarrón con agua para que se conserven durante más tiempo.
También invitó a conocer la Alcaldía Tláhuac, donde su colectivo realiza turismo rural mediante visitas guiadas a los campos de cempasúchil o romeritos, según la época del año.
«Nos gusta fomentar y divulgar todas las prácticas tradicionales de los siete pueblos originarios de la Alcaldía. Nuestra idea es que no sea un turismo rapaz, sino que en lugar de que el visitante llegue a invadir y contaminar el espacio, sea parte de las costumbres y actividades», planteó.
«No cambiamos la dinámica del pueblo, sino siempre participamos en ellas».