En la Delegación Benito Juárez, edificaciones no soportaron el terremoto del martes 19 de septiembre y colapsaron. La gente, de inmediato, salió a ayudar, a hacer brigadas, a levantar escombros.
Hoy, a 11 días de distancia del sismo, hay de todo en las calles. Desde el niño de 13 años que se sale en las madrugadas a ayudar, hasta jóvenes que duermen en casas de campaña para poder estar al pendiente y relevar en la remoción de escombros.
Uno de los casos es la Brigada Lavandería, “una red que busca compartir un pedacito de su hogar» lavando la ropa de los damnificados.
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Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo).– Pepe Pulido, Karen Plata, Ernesto Martínez Bucio, David Rojas y Andrea Norzagaray, un grupo de cinco amigos, se reunieron después del temblor y visitaron albergues. Durante su trayecto, notaron que la mayoría de la ropa donada “tiene polvo, moho o está sucia’’, de acuerdo al mensaje que compartió uno de ellos en redes sociales. Así nació la Brigada Lavandería, la cual se encarga de dejar limpias las prendas que utilizarán los damnificados.
La Brigada Lavandería, que busca “compartir un pedacito de su hogar’’, comenzó a operar en la Benito Juárez, justo en el Deportivo delegacional.
El objetivo de los integrantes es que la gente que se quedó sin nada “sienta el amor de la ropa lavada en un hogar’’. “Nos encontramos en proceso de terminar de organizarnos, estamos trabajando con un par de albergues, pero queremos (antes de profundizar en respuestas) al menos terminar de comprobar la eficacia del modelo de acción’’, comentó Pulido a SinEmbargo.
“Queremos cuidarnos, queremos cuidar a quienes se encuentran en situación de albergue tras el sismo del 19 de septiembre del 2017. Hemos desarrollado una propuesta de modelo para que el lavado de los albergues se organice por colonia. Queremos hacer participar a los vecinos. Queremos que las brigadas ciclistas ayuden en los enlaces», aseguran en su página oficial.
La gente que apoya al proyecto, los Lavanderos, debe utilizar los mismos detergentes que usa para su propia ropa. Es decir, no se vale el destajo.
“Nuestra tarea consiste en recolectar la ropa de los albergues, distribuirla en una red de voluntarios (a.k.a Lavanderos) que lavarán la ropa en sus casas, procurando un lavado casero de la ropa para enviarla de regreso al albergue», destacan en el sitio.
Para participar con Andrea, Karen, Neto, David y Pepe, es necesario llenar un formato, en el cual se incluirá nombre, dirección, teléfono, electrodoméstico con el que lavarán y su capacidad, y el horario en que le entrarán a la iniciativa. Luego el líder de brigada te contactará.
La iniciativa también comparte con los interesados documentos con los cuales se puede replicar la acción en otras zonas de México. Entre las hojas destacan recomendaciones para lavar las prendas.
La Brigada Lavandería no es la única que opera en la Delgación Benito Juárez, donde edificios colapsaron en al menos seis de sus colonias. Allá también trabaja Abraham, Paola, Jazmín, Tania, Elena, Adrián y cientos.
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LANDEROS
Abraham Landeros, un joven mexicano, acudió al Centro de Acopio frente a la Delegación Benito Juárez el 20 de septiembre, un día después del terremoto. Sólo iba a dejar víveres, pero algo lo obligó a quedarse. Ahora, a 10 jornadas del desastre, duerme en una casa de campaña y dirige a las brigadas de la zona.
El 19 de septiembre, a las 13:14 horas, Landeros estaba de visita en casa de su madre y abuela. Veía la televisión cuando comenzó la pesadilla. “Sentí que alguien se aventó a la cama. ¿Qué onda? Empezó muy leve, luego fue el madrazo. Se movía como chicle (el edificio). Neta, yo ya veía caerse todo’’, narró en entrevista con SinEmbargo.
Su domicilio, en la colonia Nápoles, dentro de la demarcación que gobierna el panista Christian von Roehrich de la Isla, terminó acordonado pero, sin querer, encontró otro hogar justo a un costado del Metro Venados, de la Línea 12: la calle y, como objetivo, la ayuda.
“Afortunadamente no me tocó vivirlo como mucha gente. Fuertísimo, los edificios se les cuarteaban. Pero de todas maneras tuve el empuje de irme a ayudar ese día. Ver todo lo que estaba pasando me dio el punch’’, dijo frente a la gente que hoy coordina desde temprano y hasta que cae el sol.
ARMAR CAMPAMENTO
Avanzar por la Delegación Benito Juárez es dar un viaje entre campamentos. Unos de damnificados, otros de gente que no duerme para continuar con el apoyo. Algunos dominan esquinas y otros, como el citado, estaciones del Sistema de Transporte Colectivo (STC). Ese, en los límites de la colonia Santa Cruz Atoyac, comenzó con una lona, y ahora tiene hasta colchones y carpas.
Las áreas de trabajo se dividen en material de curación, despensa, higiene, juguetes, ropa. En las mañanas no hay nadie, luego, durante el día, el esqueleto gana carne, pero vuelve a ser escuálido al anochecer.
La gente que llega, y se queda, usa un distintivo, una cinta canela con letras anotas con plumón, en el hombro. Comen espagueti con atún, tortas, arroz, frijoles, lentejas, lo necesario para mantener la fuerza.
“Llegué, entregué los víveres, y me pidieron como apoyo para llevar herramienta, y pues les ayudé, fue falsa alarma. Después me llenaron la camioneta con comida de perro para un albergue de animales. Llegamos y era un terreno baldío. Me regresé, traje otra vez todo, y pues ya, vimos que faltaba apoyo, faltaba organización, y pues le dije que si me podía quedar a apoyar, y desde ese día, hasta ahorita’’, relató.
Landeros se mantuvo al pie del cañón y ahora comanda las acciones. “Pues no me he ido de aquí. Ahí está mi casa de campaña. El proceso es ese. Seguir ahí, dándole, dándole. No abandonar esto. Los que estaban comenzaron a trabajar, a estudiar, entonces sí nos apoyan, pero ya vienen de repente. Alguien tenía que tomar la batuta aquí. No fue decisión mía, fue decisión de todos’’, afirmó.
Los integrantes reparten comida, lonas, cobijas, juguetes, paquetes con útiles. Se enfocan en la gente que no puede entrar a su casa, pero debe mantenerse en la periferia.
“Nos han comentado que están quitando ya muchos centros de acopio, y la idea es comenzar a fusionarse con otros’’, sostuvo el coordinador.
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PAOLA, JAZMÍN Y TANIA
En Ciudad Universitaria (CU) se sintió el movimiento y eso fue desolador para Paola Ramírez, Jazmín López y Tania Ávila. “¿Cómo estará lo demás?’’, se preguntó una. Y es que el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) guarda la fama de que los sismos, al menos hasta el pasado 19 de septiembre, son una anécdota en sus instalaciones.
Las tres, estudiantes de la Máxima Casa de Estudios, se hallaban regadas en las facultades cuando el piso se movió. Hubo gritos, estructuras se columpiaron, ventanas se rompieron y escaleras tronaron. Después, “la calma’’, pero el inicio desesperado de encontrar una forma de ayudar. Ahora ayudan en el campamento de la Benito Juárez. Y es que iban a ir al Estadio Olímpico, pero ahí “hay mucha gente’’.
“Quizá sea lo mínimo que podemos hacer, pero estamos haciendo algo. Justo esta semana se dio (libre en la UNAM) para ayudar, no para quedarnos en nuestras casas viendo Netflix’’, recriminó Ramírez.
La jornada de las jóvenes comienza a las 9 de la mañana, “cuando no hay nadie’’, y termina a las 15:00 horas, justo el momento en que más personas se acercan a ayudar.
Ellas primero utilizaron redes sociales para difundir información. Sin embargo, pensaron que no era suficiente. Por eso tomaron dibujos, crayolas, colores, cuadernos y más material para niños, quienes son los más afectados (de acuerdo a el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, 5 millones de menores viven en las zonas dañadas por el terremoto en México), y se dirigieron a los albergues.
“No donen papel de baño, todas las personas donan papel de baño. Falta comida, objetos de higiene personal, hemos sufrido por shampoo, rastrillos, ropa interior, cosas necesarias’’, pidió Ávila.
Un punto importante que debe considerar la gente, es no donar productos caducados. “Si vas a donar algo, por mínimo que sea, tráelo en buen estado’’, rogó Ramírez. “Si van a traer paquetes grandes, entréguenlos directamente en los albergues’’, dijo López.
ELENA ESCAPÓ A LOS SISMOS
La vida de Elena está entre Oaxaca y la Ciudad de México. Ella, una mujer de la tercera edad, escapó de las zonas más afectadas durante los temblores del 7 y 19 de septiembre pasados. En la primera fecha se hallaba en la capital; en la segunda, en el estado del sur. Sintió los impactos, pero “no tanto’’, contó.
Ahora camina desde su casa, en Zapata, hasta el Metro Venados, y ayuda a la distribución de la ropa. “Se clasifica: bebé, niños, niñas, hombre, mujer’’, enlistó mientras colgaba unas prendas que se mojaron. Su motivación, “ayudar en lo que se pueda’’.
“Es importante la ayuda. Nos hermana. Nos hace sentir que somos necesarios. Parece ser que la tierra ha dejado de moverse, pero no sabemos si es cierto o no, entonces es como seguir la vida aún no sabiendo qué es lo que va a pasar. Hay que fortalecerse para continuar’’, dijo en entrevista con este diario digital.
“Siento más la presencia de los jóvenes, y cuando llegué de Oaxaca, por Taxqueña (en Coyoacán), lo primero que vi fue a la gente con el puño en alto, y eso me conmovió muchísimo. Alguien dice cadena y todos se forman. La gente da su tiempo, su cariño. Todo por otros, es invaluable’’, expresó.
NO SE CONSTRUYE EN 3 DÍAS
El papá de Adrián de la Rosa, de 13 años, salió a la calle a ayudar el 19 de septiembre de 1985. Levantó cascajo y trató de rescatar personas. Esa anécdota, ese momento, motiva al adolescente, quien ahora pasa el turno nocturno de pie, formado paquetes para los necesitados.
Adrián dormía cuando vino el jalón de la tierra. Salió, como pudo, de su casa junto a su abuela. Ahora lamenta que, a una semana del movimiento telúrico, la ayuda disminuyó: en la noche no viene gente.
El muchacho, de más de 1.70 metros de estatura, hace paquetes con lo que llevan y luego los carga hasta camiones, los cuales son registrados o acompañados hasta que los víveres se entregan.
“Por fa, sigan apoyando, necesitamos muchas cosas, comida para bebé, latas, por favor, vengan a ayudar. Usen el Metro, está gratuito. Llévense cosas si las necesitan’’, dijo Adrián y luego se apuró a ir a casa, sus abuelos ya aguardaban preocupados.
El centro de acopio cuenta con médico, zona para descansar y seguirá ahí, de acuerdo a sus integrantes, hasta que la vida vuelva a la normalidad, pues “un edificio no se construye en tres días’’.
En el área actúan brigadas desde el primer minuto. La cercanía con edificios colapsados provocó la movilización de personas desde el primer instante.