Alondra Maldonado
30/09/2016 - 12:00 am
Sabores del Pacífico | Queso, ostras y vino
Visitar cada una de las bodegas del Valle de Guadalupe requiere tiempo para disfrutar, estómago, actitud para estar de ánimo ligero todo el día y por supuesto, un conductor designado, o cumples el sueño de la vida y te quedas a dormir entre los viñedos.
Visitar cada una de las bodegas del Valle de Guadalupe requiere tiempo para disfrutar, estómago, actitud para estar de ánimo ligero todo el día y por supuesto, un conductor designado, o cumples el sueño de la vida y te quedas a dormir entre los viñedos. Apenas pisas una bodega, sin importar la hora, ya sean las 10 u 11 de la mañana y ya estás con una copa de vino, tinto, blanco, rosado, espumoso, lo que gustes o bueno, en realidad siempre hay un orden, del más ligero al más robusto con paso por madera.
El tema es que el espíritu siempre se aligerará, lo más notable es que el vino sin excepción, al menos los que probé, son de gran calidad, expresando siempre el espíritu del valle con esas notas minerales.
Mi viaje a la Baja fue un tanto relámpago y visité pocas bodegas, porque también lo sabroso es dialogar con los productores, conocer las historias de vida, comer un poco de pan artesanal remojadito con aceite de oliva de la casa.
Así, hay dos bodegas que quedaron inscritas en el alma: Jc Bravo y Vinícola 3 Mujeres, ¡claro, discípulos de Hugo D’Acosta!
En lo personal me gustan las historias de mujeres, de mujeres que entrelazan pasiones, vidas, que se fortalecen y logran la pasión individual a partir de un colectivo: Vinícola 3 Mujeres, es la perfecta ejemplificación. Es la historia de Ivette Vaillard, oceanóloga y ceramista; Eva Cotero, fotógrafa y Laura Mc Gregor, administradora de empresas; 3 amigas quienes coinciden en este encantador valle y en la Escuelita de D’Acosta. Ivette y Eva, se habían conocido durante su época universitaria, a su vez Eva era amiga de Laura. Las 3 unidas por Dionisio, estudiando en la Escuelita. Como Ivette, tenía ya una pequeña cava familiar, le ofreció a estas amigas guardar aquí el vino que elaboraban como parte de la Escuelita, esas pasiones que inicialmente son solo pasión y divertimento, que se transforman en tu modo de vida. Así sin pensarlo, poco a poco, el proyecto se convirtió en Vinícola 3 Mujeres, donde bajo la misma etiqueta cada quien elabora su propio vino. La esta pequeña vinícola es realmente privilegiada, desde lo alto de una colina, puedes observar el valle sentada bajo la sombra de olivos, con patos y gallinas que se cruzan bajo los pies, un lugar vibrante, rodeado por hierbas aromáticas y un huerto de árboles frutales de donde se elaboran las mermeladas caseras que sirven en su pequeño restaurante.
Al llegar a este lugar mexicano de ensueño, mediterráneo-mexicano, con el restaurante y la vista a mano derecha, frente a mí una pequeña puerta de madera techada por una enredadera que me invita a querer entrar. Toco la puerta y sale Ivette, un espíritu pacífico, ligero, sonriente, me invita a pasar a la cava donde hay una chica guiando una degustación.
Cuando entras a la cava de reciente construcción, te reciben imágenes de cada una de las amigas en blanco y negro trabajando en la pisca de la uva, tras el pasillo, hay una iluminación perfecta, y un estante con cerámica de Ivette, del otro lado las botellas. Es un espacio sumamente femenino, delicado, donde un par de barricas la hacen de mesa para llevar a cabo la degustación.
Probamos tres vinos, pero el que robó mi paladar es La Mezcla del Rancho, para mi sorpresa, es el resultado de una mezcla de vino francés elaborado para este propósito y vino del Rancho (como le llaman). Este vale muchísimo la pena que lo prueben, quedaban pocas cajas, pero pueden hacer su pedido contactándose a la Vinícola.
Ya les contaré de JC Bravo, que merece un capítulo aparte.
Chef Alondra Maldonado Rodriguera
[email protected]/ www.saboresdenayarit.com
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