Jesús Robles Maloof
30/07/2013 - 12:00 am
Ratificar al Ombudsman Luis González Placencia
México tiene el sistema de defensorías del pueblo más amplio y costoso del mundo. Me gustaría decir en sintonía con lo anterior que es el que mejor y cumple su función pero no es así, y esto ha sido cada vez más evidente conforme la violencia y sus consecuencias humanas llegan a la vida cotidiana […]
México tiene el sistema de defensorías del pueblo más amplio y costoso del mundo. Me gustaría decir en sintonía con lo anterior que es el que mejor y cumple su función pero no es así, y esto ha sido cada vez más evidente conforme la violencia y sus consecuencias humanas llegan a la vida cotidiana de millones de mexicanos sin que exista una respuesta institucional.
Mentiríamos si dijéramos, como la mayoría, que el sistema de protección no jurisdiccional de los derechos humanos fue sugerido o impuesto en el TLCAN e impuesto por Carlos Salinas. Si bien, él lo reconoció como parte de una nueva cara que las instituciones mexicanas debían dar, los antecedentes reales los encontramos en la lucha de Eureka por las personas desaparecidas en la Guerra Sucia y en el refugio que México dio a los sacerdotes centroamericanos quienes, resguardados en nuestro país, huían de las guerras civiles alentadas por la geopolítica global.
Debemos mucho a esos jesuitas y dominicos quienes, entre otras personas, articulaban el reclamo de justicia en forma de derechos fundamentales frente a la injusticia y el abuso. En ese contexto nacieron las Comisiones de Derechos Humanos, mismas que, como parte del Estado buscan establecer un control frente al abuso a los derechos humanos de la ciudadanía. En el caso de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal su primer dirigente, Luis de la Barreda, fue nombrado por el presidente en turno, Carlos Salinas de Gortari. Hay una legitimidad de origen y una de ejercicio; pronto, De la Barreda se ganó la segunda.
Debo decir que saliendo de la Universidad Iberoamericana hice mi servicio social en esa entidad. Fueron años importantes en mi formación. Un año de servicio social templó mi carácter. Tras ese tiempo trabajé como asistente de enlace con las organizaciones civiles y me tocó hacer de todo. Tras una pausa entré a un proyecto sobre trabajo sexual y trata de personas en La Merced.
Existen dos publicaciones sobre esa experiencia, para mí los primeros años de la Comisión cumplieron la expectativa. El tiempo y las tareas me alejaron de la CDHDF pero como defensor siempre he estado vinculado a sus acciones. El tiempo de Emilio Álvarez de Icaza sirvió de consolidación. Lejos quedaron los tiempos del presidencialismo y en la ciudad comenzó el afianzamiento de una incipiente democracia. Hacia el final de su mandato esa concepción se puso a prueba.
La lógica política partidista sigue siempre un camino caprichoso. Cuando Emilio analizó el periodo postelectoral en el 2006, llegaron los reclamos desde la izquierda política que lo llamó “vendido a la derecha”. Era de esperarse. Los derechos humanos no pueden evaluarse desde las tensiones partidistas. Como dice Santiago Corcuera “como defensores de derechos humanos nos importan los hechos y las violaciones a los derechos humanos por parte de los poderes instituidos. En ese sentido somos daltónicos a colores partidistas”.
Así, la elección de Luis González Placencia se puede entender en una lógica de un proceso de consolidación democrática. Debo confesar también que lo conozco poco en el sentido personal, apenas lo he visto dos veces y sólo en una ocasión pude platicar con él. Aun así, en esta coyuntura quiero decir mi opinión sobre su gestión y sobre la decisión que tienen diputadas y diputados para su ratificación o la elección de un nuevo titular.
La sociedad civil, y en general la ciudadanía, tiene a su favor elementos de análisis: su trabajo. No se trata de elegir a una persona que no sabemos cómo actuará. Revisemos su desempeño durante cuatro años; por motivos de espacio podemos centrarnos en las decisiones que hacen la diferencia. Aquí sugiero que valoremos qué es lo que hace la diferencia en un presidente de una Comisión de Derechos Humanos. Por mi parte tomo una decisión, creo que esa distinción se encuentra en la independencia frente al Ejecutivo. De alguna manera de controles está hecha la democracia creo yo.
¿Pasó Luis González Placencia la prueba de la independencia? Analicemos algunas decisiones. A Luis le tocaron dos gobiernos: el de Marcelo Ebrard y el de Miguel Mancera. Frente a Ebrard tuvo una decisión importante: la Supervía. Cuando tomó la decisión, la CDHDF demostró violaciones a los derechos humanos en todo el proceso de construcción de una obra polémica. Desde mi opinión, se tardó un poco en recomendar pero lo hizo. No puedo aspirar a que el Ombudsman actúe en los tiempos de las organizaciones de la sociedad civil, eso se entiende. La Supervía es un fracaso en el diseño de ciudad, pronto se convertirá en un problema financiero, en ese tema el movimiento cívico tuvo razón. La CDHDF, aunque tarde, se desmarcó del gobierno de Marcelo Ebrard.
¿Y de Miguel Mancera? Muchas personas cercanas me comentaron que era su amigo, que de hecho estudiaron juntos. Uno oye cada cosa, el punto como dije es de qué manera ha actuado frente al poder. A mí me tocó de cerca un tema difícil: el #1DMx. Los vi ese mismo día en las agencias del MP y los vi de cerca siempre. La recomendación sobre el tema es impecable, quizá es uno de los textos más importantes en cuanto a violaciones a derechos humanos perpetradas desde una institución del Estado mexicano, el documento ha llevado a enfrentarse al secretario de Seguridad Pública y al procurador del DF. Esa es la tarea de un defensor del pueblo, por eso lo reconozco.
Habría más temas qué evaluar, de menos interés para la sociedad aunque no menos importantes, como el fortalecimiento del Sistema profesional de carrera. Parte de la buena gestión se debe a que ha propiciado la incorporación y promoción de defensores tan competentes como Rosalinda Durán y Mario Patrón, ambos visitadores en esta institución.
Nuestro defensor tiene algunos retos como en el seguimiento a las recomendaciones incumplidas donde hay mucho por hacer y la reforma a sus atribuciones para fortalecerle. Luis, como antes Emilio, ayudaron a construir una institución que debemos defender como ciudadanos.
No me gusta quedarme callado frente a coyunturas como esta. Por eso, demando a las y los diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal que ratifiquen a Luis González Placencia en la Presidencia de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal para bien de quienes vivimos en esta ciudad.
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