El caníbal ilustrado es una compilación de textos periodísticos publicados en distintos medios a lo largo de 21 años, de la mano de Antonio Ortuño. Este libro reúne temas de interés para toda persona que quiera inmiscuirse en el mundo de las letras, pero con una visión crítica, llena de humor y sátira, lejos la idealización. Te compartimos la conversación en la que hablamos de esta publicación de Dharma Books.
Ciudad de México, 30 de mayo (SinEmbargo).- El caníbal ilustrado es una compilación de textos periodísticos publicados en distintos medios a lo largo de 21 años, de la mano de Antonio Ortuño. Este libro reúne temas de interés para toda persona que quiera inmiscuirse en el mundo de las letras, pero con una visión crítica, llena de humor y sátira, lejos de glorificar o idealizar a personajes de la literatura.
«El incienso con el que se suele rodear la literatura, o como los propios escritores la abordamos en nuestros textos, es algo que me estorba. No creo que la ironía o la sátira sean una herramienta que sirva para todo, pero sí lo es para envestir esa solemnidad e idealización excesiva de ciertos personajes, escuelas literarias y libros”, cuenta Ortuño en entrevista para Puntos y Comas.
Todo lo que rodea, participa o funciona como escenario de la literatura, y los personajes que lo integran (Twain, Ibargüengoitia, Cristina Rivera Garza, Borges, Revueltas, Chabon) forman parte del conglomerado de artículos y ensayos que aquí se presentan. Te compartimos la conversación en la que hablamos de esta publicación de Dharma Books.
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—Además de revisar autores y reflexionar sobre temas literarios, este libro también se mofa un poco del mundo editorial. ¿Cuáles son los vicios o malos hábitos de este sector en México?
—La industria editorial, como toda industria cultural, tiene un montón de problemas. Desde luego que uno tiene que comprender que el objetivo de las empresas culturales no siempre es el mismo que el de los promotores y consumidores de la cultura. Ahí hay un corto circuito. Las editoriales no son una excepción, su objetivo es ganar dinero. Desde luego que en ese marco general puede haber muchas iniciativas y claro que hay grandes escritores en estos sellos enormes, que tienen visión, apuestan por la literatura y tienen una serie de mecanismos para compensar los libros que no venden mucho o que son menos redituables. Hay otros editores mucho más cínicos que sólo ven beneficios.
Desde luego que la postura de uno como lector, como creador, pues tiene otros objetivos, contraste del que hablo en muchos de los textos del Caníbal ilustrado. No se puede esperar que las editoriales sean las hermanitas de la caridad y que se dediquen a publicar libros ruinosos con un público diminuto, pero creo que los lectores deben ser más proactivos para hacerle saber a los sellos que se dan cuenta cuando les quieren tomar el pelo.
—¿Para hacer crítica literaria o escribir sobre el mundo de las letras es necesario leer cientos de autores o más bien leer una lista breve de impresindibles?
—Desde luego que el asunto de leer muchos más autores es enriquecer el propio punto de vista, enriquecer la manera en que vemos la literatura y el mundo. Yo sé que en ciertos sectores radicales de la academia se opta por lecturas casi monomaniacas de unos pocos libros, de unos pocos autores, y se organiza todo un universo en torno a estas visiones. Esta es una postura que yo no entiendo ni me interesa. Me parece que hay que leer mucho más para ampliar nuestra visión.
Quizá porque no tengo ni un pelo religioso, no creo que haya una especie de texto sagrado ni de óptica única que tenga todas las respuestas; por más grande que sea el autor y formule ciertas opiniones o teorías, siempre habrá otra manera de ver las cosas y es mejor tener la mayor cantidad de visiones que uno pueda. Lo de leer a profundidad ciertas cosas me parece un ejercicio más de fanáticos que de gente que se dedica a la cultura.
—¿Cómo fue el proceso para recopilar los textos del libro?
—Realmente fue un proceso de bastante tiempo. Llevaba varios años con la inquietud de reunir algunos de estos artículos periodísticos porque en su gran mayoría son textos a los que les he dedicado tiempo, que han pasado pasado por procesos editoriales en medios, portales y revistas.
Finalmente cuando me invitaron a elaborar esta compilación, fue un proceso divertido. Yo ya tenía la clásica carpetita en la que vas guardando los textos que crees que puedan servir para un proyecto posterior… entonces de alguna manera ya habían pasado por un tipo de filtro o selección. Los textos publicados que me habían gustado particularmente ya los tenía aparte. Después todo se trató de decantar y elegir los que me parecieran más vigentes, más inteligentes, más agudos, que no se repitieran excesivamente en un tema, que tuvieran visiones de distintas épocas. Esos fueron los criterios con los que elegí los textos que finalmente integrarían este libro.
—¿Hay algún personaje que te despierte fascinación o del que te guste hablar más?
—¡Caray! Hay una cantidad muy grande de personajes sobre los que existen referencias o incluso artículos completos. Escritores que por buenas o por malas causas me han mantenido ocupado para dedicarles artículos a lo largo de los años. Hay muchas referencias a personajes del medio literario y la cultura popular nacional. Pero también nombres de personas con las que compartí algunas experiencias, ya fueran postivias o negativas; desde profesores de la escuela hasta promotores culturales y bibliotecarios.
Como no es un libro académico, desistimos de incluir un índice onomástico, pero sí llegamos a elaborar uno entre el editor y yo, y te puedo decir que había algo así como 450 escritores referidos, aunque algunos solamente con una o dos pequeñas menciones y otros que se abordaban de manera mucho más amplia.
Lo que podría destacar sobre el resto de autores, por ser una influencia muy grande para que yo me interesara en este arte complicado de escribir artículos, es Jorge Ibargüengoitia a quien yo siempre he guardado como algo muy importante en mi formación como escritor. Aunque no hay referencias continuas a Ibargüengoitia (me parece que solo hay un texto directamente dedicado a su obra). Leyendo los libros y artículos de él, me divertí tanto que quizá de ahí nació, en el fondo de mi y desde hace muchísimos años, la idea de ponder un día compilar una colección de textos.
—¿Hay algún ensayo que te divierta particularmente?
—Hay una anécdota que me parece muy divertida y por eso escribí sobre ella en uno de los textos del libro. Es sobre cómo los ingenios de la literatura del siglo de oro español se detestaban entre ellos y lo único que los unía es que todos odiaban a Juan Ruiz de Alarcón, que era novohispano pues había nacido de este lado del mar, e incluso Lope de Vega llegó a ser apresado por alguaciles después de arrojar una bomba fétida para que la gente huyera del estreno de una de las comedias de Alarcón. Hay mucha gente escribiendo sobre los momentos más excelsos de Lope de Vega y poca gente que recuerde que también era alguien sujeto a las envidias y a las malquerencias y que pudo hacer algo tan absurdo y ridículo como tirarle el estreno a su competidor.
—La sátira, la ironía, permean estas páginas. ¿Por qué funciona el humor para escribir de un mundo que parece tan solemne?
—Justamente por eso, porque el incienso con el que se suele rodear la literatura, o como los propios escritores la abordamos como tema de nuestros textos, es algo que en general a mí me estorba. Yo no creo que la ironía o la sátira sean como una herramienta que sirva para todo, pero sí que es una herramienta para envestir esa solemnidad e idealización excesiva de ciertos personajes, de ciertas escuelas literarias, de ciertas obras.
En realidad en el medio cultural del mundo, nos hacen poco caso a los que nos dedicamos a esto, y cuando tenemos ese poco caso, en general, exageramos las virtudes y glorificamos de un modo desmesurado y casi ridículo a los personajes de la tradición literaria pero también del medio literario actual. La literatura siempre tiene una cara B. Los escritores también pasan penurias, absurdos, también cometen errores.
—Suele decirse que leer nos hace mejores personas. ¿Qué opinas de esto? ¿Es una idea romantizada de la literatura?
—Creo que es una frase equivocada por donde se le vea. Para empezar qué quiere decir «ser mejor persona». En todo caso creo entender que hay una especie de interpretación ética, como si te convirtiera en una persona más amable, empática, compasiva, y trates mejor a tu perro y seas mejor con tus vecinos si lees. Eso sinceramente no me queda tan claro.
Lo que creo que sí es más o menos incuestionable es lo que te comentaba de que leer enriquece nuestra visión del mundo y nuestra propia capacidad de procesar intelectualmente nuestras experiencias, emociones y sentimientos. El que lee habita un mundo más complejo que quien no lee, pero eso no significa necesariamente que seas mejor persona. Es confundir dos campos muy distintos que son el intelectual y la ética, que no tienen nada que ver. Hay una cantidad enorme de autores que son gruñones, misántropos, y no creo que esto sea una señal de que sean mejores que otros por leer. En términos intelectuales tal vez sean más complejos, pero de eso a que adquieran virtudes morales por la lectura, sinceramente no lo creo.
—Hace unos meses hubo toda una polémica acerca de la novela American Dirt, debido a que una mujer blanca escribió sobre la experiencia de migrantes mexicanos, con un lenguaje inversosímil y estereotipos, desde el punto de vista de la crítica y los autores latinos. ¿Qué opinas de este suceso?
—Para empezar el concepto de «apropiación cultural» me parece muy discutible. Esta idea de que a quienes nos corresponde hablar de la migración es a nosotros los mexicanos, no me queda muy claro. Finalmente en la literatura uno esribe sobre un montón de cosas que no tienen que ver directamente con su sociedad. La literatura individualiza, esa es mi postura.
Cuando escribo yo no me considero ser «la voz de México» ni nada por el estilo y tampoco me interesa leer a «la voz de una generación», ni a la voz de un partido político o de un cierto grupo. Me interesa leer individuos. Desde luego que puede resultar frustrante leer puntos de vista estereotipados, de gente que no conoce el tema sobre el que está escribiendo y recurre a clichés del cine o de los propios discursos políticos. Eso es un riesgo que se corre cuando uno escribe sobre lo que no conoce.
Por otro lado a los mexicanos nos da siempre mucho coraje que se escriba sobre nosotros, pero imagínate si le hubieramos prohibido a Malcolm Lowry escribir Bajo el volcán porque no tenía derecho a hacerlo. Vamos, creo que eso sí está completamente fuera de lugar, creo que al libro lo hará bueno o malo la calidad literaria del texto y todo lo demás sencillamente son capas de interpretación.
—Finalmente, ¿qué opinas acerca del panorama de las editoriales independientes en México y en particular de Dharma Books?
—En mi experiencia, más que los sellos en sí, lo que importa son las personas con las que trabaje. Uno como autor agradece el alcance de distribución de los grandes grupos editoriales. Que la gente quiera leer tu libro, vaya a la librería más cercana y lo encuentre, pues es una maravilla. Pero también al trabajar con editoriales chiquitas he tenido la fortuna de colaborar con editores excelentes, con gente que se entrega a hacer un libro increíble, a que ese libro se vea bien, a distribuirlo, con todo y las limitaciones.
Yo he publicado tanto con grupos editoriales como Planeta y Penguin Random House, como en independientes; mis cuentos están todos en Páginas de Espuma, que de las editoriales independientes me parece la más relevante y muy seguramente la mejor editorial para cuento en español.
He disfrutado y aprendido de ambas experiencias. Entonces lo que yo podría decir es que cuando tu texto lo toma un editor que, con las herramientas que dispone, tratar de hacer lo mejor posible, uno como autor lo siente y lo aprecia. Ya sea que tenga al enorme grupo editorial distribuyendo el libro por todo el mundo de habla hispana o sea el pequeño editor independiente que hace acuerdos, viaja y lleva los libros en su maleta.
A mí me entusiasma mucho el trabajo que han hecho en Dharma Books. Tuve la fortuna de conocerlos incluso antes de que arrancara la editorial, cuando era solo una idea. De verdad me parece que están haciendo un trabajo estupendo e intenso. Vamos, sólo tengo buenas palabras para esta editorial. Agradezco enormemente el cuidado del diseño de la imagen, de los textos, el esfuerzo para que su catálogo vaya creciendo e incorporando más voces. Dharma es uno de los sellos recientes más importantes del panorama latinoamericano. Yo siento orgullo, como espectador cercano que he sido, de ver el desarrollo de este sello.