Inspirado en el concurso literario más grande de Chile, “Santiago en 100 palabras», Pasos en el Norte busca retratar a Ciudad Juárez a través de las palabras de sus habitantes. Aquí te mostramos los mejores relatos que dan testimonio de la vida cotidiana en la frontera, en 150 palabras.
Por María del Carmen Rascón Castro
A Fabián Hernández, por su afán de reunir las huellas en el norte
Ciudad Juárez, Chihuahua, 30 de mayo (SinEmbargo).- Pasos en el Norte es una convocatoria inspirada en el concurso literario más grande de Chile, “Santiago en 100 palabras”, que invita a los habitantes a escribir un texto breve que se desarrolle en la ciudad.
Bajo la misma premisa, Pasos en el Norte intenta recuperar la historia de Ciudad Juárez a través de los recuerdos de sus habitantes. En sus páginas reúne las voces de mujeres y hombres que dan testimonio de la vida cotidiana en la frontera en 150 palabras. Aquí te mostramos los mejores 10 relatos, algunas son plumas conocidas, otras no tanto.
10. «Aparador», Luis Borta
Esta ciudad parece un aparador o un escenario
donde todo funciona en apariencia, pero detrás todo
es cartón y pintura. Cuando algo se quiebra no se
repara, sólo se cubre y se evita.
Se cayó un semáforo por el viento: cuelga uno
improvisado.
Se hizo un hoyo en la calle: echa tierra, piedras y
concreto barato.
Se está cayendo un puente: pinta el barandal y
cierra un carril.
…
Y reza para que termine tu turno antes de que algo
Suceda.
9. «Querida ciudad», Guillermo Herrera
Querida Ciudad, si estás leyendo esto es
porque encontré las palabras para decirte
que tengo que irme. No espero que lo
entiendas, pero conocí a alguien y la perdí.
Fue por accidente, choqué con ella en una
de tus calles y lo siguiente que supe fue que
no quería perderla de mi vista nunca más.
Es irónico, porque creo que ahora mismo
verla me rompería. Le dije que la amaba,
pero sólo pudo contestarme: “Me vas a hacer
llorar”. Las malas noticias son esas, me voy
porque no aguanto el andar solo por las
mismas banquetas que caminaba ella.
Sin embargo, no me marcho para siempre,
porque es en tus sombras y luces donde
yacen los capítulos de mi efímera historia de
amor que llevo grabada hasta las venas. Hasta
en otro planeta sería siempre infielmente
tuyo así como de ella, son lo único que puedo
llamar “hogar”.
8. «Panteón», Agustín García
Se llamaba Panteón Municipal y cortaba la calle 5 de febrero. Cuando regresaba del centro a mi casa, cruzaba la colonia Chaveña y atravesaba el panteón, casi siempre desolado, para llegar a la colonia Anáhuac. Una vez, un amigo ladrón (robaba bolsas de señoras) huyendo de la policía logró escapar perdiéndose entre las tumbas. Para no ser atrapado con el cuerpo del delito, echó la bolsa en una fosa de las muchas que se encontraban esperando huésped. Al otro día, me invitó a acompañarlo, pues él era aprendiz en la carpintería donde yo trabajaba. Por suerte, encontramos el tesoro. Había un poco de dinero que nos pareció mucho en ese momento. Para celebrar, compró comida y cervezas para todos los del taller. Algunos, sin decirlo, pensamos: “pobre señora, que perdió su dinero”. Agradecimos su regalo involuntario. Y el panteón bendito.”
7. «Cachito de cielo», Valeria Terrazas
Ojalá vieras lo bonito que está tu cielo y tus cerros, y cómo se acentúan con las nubes que amenazan con traer la primavera.
Ojalá estuviera también acostada, ahí entre tus lagañas y aliento de mañana, mi cachito de cielo juareño.
6. «Vagabundos», Juan Luis Longoria
Personajes en Juárez son los
vagabundos, recuerdo al famoso
“Güero Mustang”, que recorría
las calles del centro manejando
su carro imaginario; y que tal
“La Sirenita”, recorriendo y
descansando en el suelo de
la Velarde; por la glorieta de
Cuauhtémoc el “Jefe, jefe”, con
los calzones en la cabeza y por
toda la Av. De los Aztecas camina
el “Cobijas”, y ahora en el centro
predica el “Profeta”. Historias y
mitos rondan alrededor de ellos,
que son ricos, que tienen familia,
que no están locos. Sin ellos la
ciudad sería otra, se vería sola,
sin personajes sobresalientes
que recorran sus calles. Esos
vagabundos son vagamundos sin
visa ni pasaporte, algunos locales,
otros fuereños, pero como dicen,
“el que toma agua de Juárez…”.
5. «Cumpleaños de nadie», Fabián Hernández
Todos (o casi todos) los domingos tronaba el carbón y comenzaba el ritual que seguíamos con un acatamiento casi religioso: el desfile de primos de la mesa al fuego, y viceversa, con platos y sartenes en las manos, y en veces con cervezas como ofrendas a los tíos que afuera cuidaban el asador. A éste nunca le sucedió nada, pero ellos cuidaban, y lo veían mientras bebían. Dentro estaban las tías y la abuela, la matriarca, conviviendo entre un denso barullo que había que atravesar para alcanzar el aperitivo en forma de rajas con queso y frijoles charros. Los que poco contribuían a esa ceremonia sentados en la sala de al lado, éramos los primos platicando, riendo y tomando, esperando que llegara la ansiada chuleta y la arrachera, pináculo de la celebración de otro domingo, aunque no fuera el festejo de nada ni el cumpleaños de nadie.
4. «Summer Love», Alan Macías
Mis compas me dicen que tire a lion con esa morrita, pero desde que la guaché no dejo de pensar en ella, nomás que sí me agüito porque cantonea en el chuco y yo ni ranfla tengo. Cómo me gustaría topármela de nuevo y si hay quebrada invitarle un refín, neta que eso me haría bien feliz.
3. «La culpa es del arrebol», Esmeralda Marruf
Todas las tardes de verano, entre las siete y ocho, el cielo se vuelve de arreboles y dan ganas de besar. Sucumbir al deseo es peligroso. Hacerlo, implica transitar entre besos y cervezas por la ciudad atardecida. Aquí los labios saben a sal y se recomienda acompañarlos con limón. Si en el frenesí se decide recorrer los cuerpos como dunas, con suerte, quizá los dos se hagan polvo.
2. «En el border», Antonio Rubio Reyes
“El muchacho en un tren hacia el norte imagina una
sinuosa ciudad
con el dedo sobre el polvo de los vagones
el deseo de aprender el arte de cruzar fronteras
saltar muros naufragar puentes
barrer el oro en el crepúsculo de los dioses
durante la travesía enferma
y el polvo dentro de los ojos anuncia una condena
que otra forma del vacío conquista
apenas piso el desierto
mi entierro tendrá lugar aquí
antes de morir el joven comenta algo sobre
una nueva casa, padres muy viejos
complejas formas de un sueño
sueño
quién era nadie lo supo ni cuál su patria
en el vasto mundo latinoamericano
mejor así pues mientras él yace muerto
bajo piedras y arena en la noche inmensa
siempre lo aguardarán vivo sus padres”
1. «Remember», Grecia Sánchez
Thinking gets easier with one
tongue in my backpack; though I shouldn’t stay
with my Spanish only.
Remember your passport, remember
your side. The agent asks
where I’m going. “To UTEP,” I
say, afraid of my accent.
“What are you studying?” he says without
looking. Remember your major, remember
you’re major. “Philosophy and journalism,” I say.
Not a greeting nor goodbye, no,
we Mexicans don’t deserve that.
Questioning ends: I feel
relieved. I turn on César Chávez
Highway after the bridge. On one side,
my past. On the other, uncertainty.
I’m about to enter that
room. Remember your English, remember
your smile.
“Hello, is this available for international
students?” “No, just for
Americans.” Remember your worth,
remember your manners. “Thank you
for your time.”
My English has taken
over my Spanish? Not just that, but me.
Another lady in suit approaches, but
I can’t talk, I’m no longer here.
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