Francisco es originario de la colonia Santa María La Ribera, en la Alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México (CDMX). Sus padres se separaron cuando él tenía 6 años de edad y se quedó bajo el cuidado de una tía, quien no contaba con los recursos suficientes para atenderlo a él y a sus hermanos. En medio de una colonia, a la que él describe como conflictiva, su solución para cubrir sus necesidades fue delinquir.
Por Magarely Hernández
Puebla, 30 de abril (Periódico Central/SinEmbargo).– Todo comenzó con pequeños robos a tienditas. Después a transeúntes y automóviles. Pero su necesidad de ganar más dinero lo orilló a vender droga cerca de su colonia y a participar en dos secuestros en la ciudad de Puebla.
Francisco —a quien llamaremos así por razones de seguridad– estuvo en un tutelar de menores a los 11, 12,14 y 16 años, hasta que a los 17 fue procesado y sentenciado en el Centro de Internamiento Especializado para Adolescentes (CIEPA), en Puebla. Dice que de no haber sido así, estaría muerto o pagando una condena de 50 años en prisión.
Francisco es originario de la colonia Santa María la Ribera, en la alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México (CDMX). Sus padres se separaron cuando él tenía 6 años de edad y se quedó bajo el cuidado de una tía, quien no contaba con los recursos suficientes para atenderlo a él y a sus hermanos. En medio de una colonia, a la que él describe como “conflictiva”, su solución para cubrir sus necesidades fue delinquir.
«Soy de la Ciudad de México y el medio en el que me desenvolví fue muy acelerado y conflictivo. Mi colonia es muy conflictiva y fue lo que yo aprendí cuando estaba chico. Mi evolución fue delinquir, ir en contra de las normas», relató Francisco durante una entrevista concedida a Central.
A su corta edad y ante la falta de sus padres, Francisco tomó como ejemplo a uno de sus hermanos que es mayor que él y el cual pisó cerca de 13 veces el Tutelar para Menores y unas 3 el Reclusorio Norte, en la capital del país.
“Yo siento que a él lo tomé como ejemplo porque yo veía que entraba y salía de los tutelares (…) Dejé de estudiar cuando cursaba primero de secundaria».
DE ROBAR UN GANSITO A SECUESTRAR
«Tengo un recorrido un poco amplio de delitos, empecé con robo desde chiquito, no sé, robar el gansito de la tienda. Es algo que se hace muy fácil pero después no te conformas con un gansito, tienes que comprarte cosas, ropa, entonces seguí con robo a transeúnte, a vehículo, después venta de droga en un punto cerca de mi colonia».
Francisco fue detenido en la ciudad de Puebla cuando tenía 17 años de edad. Llegó de la Ciudad de México solo para cometer un secuestro; su función, dice, era fácil: someter a la víctima y llevarla a la casa se seguridad.
Sin embargo, este era el segundo secuestro en el que participaba en la entidad poblana. En el primero, todo salió bien: le dieron su dinero y se regresó a la capital pero en esta ocasión, la familia de la víctima denunció y las autoridades les pusieron “un cuatro” cuando iban a cobrar el rescate.
Francisco no estaba contemplado para hacer esta función pero le dijeron que no tenían gente para cobrar el dinero y tenía que venir a reemplazar. En ese momento fue detenido por agentes de la Fiscalía General del Estado.
«Yo ya había estado detenido: a los 11 años estuve solo 3 días; a los 12 años, un mes; a los 14, tres meses pero no me sentenciaron y a los 16 estuve 9 meses en la correccional de San Fernando (en la CDMX) por narcomenudeo. Ya tenía colmillo, ya me la sabía. Cuando me agarraron yo dije, no hay bronca, voy para la menor. En mi cabeza dije: no pasa nada, voy a salir, son pocos años, sabía que en México eran máximo 5 para menores de edad».
Su sorpresa, explicó, fue que el sistema de Puebla y el de la Ciudad de México es muy diferente: “fue muy fuerte para mí la detención y llegar a aquí (CIEPA), mi ego estaba hasta arriba, pero me di cuenta que aquí era diferente”.
Al ser detenido y procesado, las autoridades lo acusaron también del primer secuestro cometido en Puebla. Recibió dos condenas que pagó casi de forma simultánea: una de 6 años y otra que de 6, bajó a 4 años y medio.
SU PROCESO DE REINSERCIÓN
«Es muy distinto porque en la correccional de CDMX somos como 400 y no hay la atención para tantos, además, allá aprendes de los mismos compañeros y te maleas más. Cuando yo salí de la correccional salí peor, no hay reinserción. Llegué aquí y tuve como un aterrizaje».
Después de ser detenido, Francisco se comunicó con su familia. Dice que sí se preocuparon por él pero no fue posible venir de inmediato porque no tenían el dinero necesario. Incluso, fue en esta situación que volvió a ver a su mamá después de seis años.
«Tuve comunicación con ella y ella empezó a venir a verme junto con mi hermana, incluso ellas son ahorita mis tutoras. Últimamente no han podido venir porque mi mamá anda mal económicamente y de salud».
Sobre su proceso en el CIEPA, dice que en el lugar les facilitan muchas cosas que ellos aprenden a valorar y a pesar de que son muy estrictos, hay personal que tiene muchos años trabajando ahí y pueden tener un acercamiento y comunicación con ellos: “aunque está prohibido, buscan la forma de apoyarte”.
Durante estos 5 años en el Centro de Internamiento, Francisco concluyó la secundaria y está a solo cuatro materias de terminar la preparatoria. Desarrolló habilidades “que ni sabía que tenía”, en actividades como carpintería y estilismo y tiene diplomados en Computación Electricidad y Serigrafía.
Asegura que nunca pudo expresar sus emociones pues al estar delinquiendo, “siempre tenía que andar al 100” y no era posible que lo vieran, por ejemplo, llorar. Por lo anterior, considera que en el teatro, la escuela y la pintura descubrió muchas emociones que le han permitido expresarse.
«Soy inquieto, desde temprano quiero hacer algo, ir, venir, intento mantener mi mente lo más ocupada posible, también hago ejercicio para que se canse mi cuerpo y así al siguiente día».
Francisco, quien actualmente tiene 22 años y está a una semana de abandonar el CIEPA, dice que una de sus principales motivaciones para salir adelante fue ver a los voluntarios que acuden a darles clases o compartir la palabra de Dios sin ningún pago; al contrario, estas personas terminan invitándoles una botana o una bebida.
«Me motivó mucho que aquí, por ejemplo, viene una persona a impartir clases de inglés o un grupo que se llama Torre Fuerte y nos comparte un poco de la palabra de Dios y no ganan nada; al contrario, ellos nos invitan chicharrines o algo. Y yo digo que ellos no tienen la necesidad, seguramente tienen cosas más importantes que hacer y vienen, entonces yo dije: si ellos pueden, porqué yo no».
Francisco no piensa regresar a la CDMX porque no quiere integrarse al mismo ambiente que ya le causó daño. Con los trabajos que realizó al interior del centro generó ahorros que lo pueden ayudar a buscar un cuarto y pagar renta en lo que consigue un trabajo. Su intención, es estudiar Artes pues, como ya se dijo, de esa forma encontró la forma de expresar todo lo que durante estos años ha vivido.
Su madre está de acuerdo en que se quede en Puebla y a pesar de todo, dice que esta experiencia la tomó de la menor manera: “las cosas pasan por algo si yo estuviera afuera ya estaría muerto o pagando una condena de 50 años y ya no salgo”.
Al final, dijo que es muy importante saber con qué tipo de personas estamos conviviendo y a lo que se dedican, porque muchas veces aprendemos de ellos:
«La familia es la base, ellos no me dieron la educación adecuada, esto está claro pero tal vez desde la primera vez que caí en un tutelar en la CDMX pude corregirme y no fue así o tal vez no estuviera en esto si no me hubiera juntado con quien lo hacía».