EL SUR

Rubén vende raspados en Chilpancingo y se siente una víctima más del COVID-19. Ya no le alcanza

30/03/2020 - 2:11 pm

Rubén se mantuvo ayer con su triciclo repleto de frascos de miel, mermeladas y jarabes de distintos sabores, frutas y hielo, en la esquina del edificio del Tribunal Superior de Justicia en el Zócalo de la capital. A la una de la tarde había vendido 80 pesos; otros domingos a esa hora lleva por lo menos 200.

Por Zacarías Cervantes

Chilpancingo, Guerrero, 30 de marzo (ElSur).-  Sin contagiarse, Rubén Ponce ya se considera víctima del coronavirus, igual que su esposa y sus tres hijos. Los cinco viven sólo de los raspados y chamoyadas que vende de lunes a viernes afuera de las escuelas y en las calles de Chilpancingo, y los sábados y domingos en el Zócalo, pero desde la semana pasada lo que vendió ya no le alcanzó para mantener a su familia.

Asegura que el problema se le vino encima cuando se agudizó la contingencia por el COVID-19, después de que cerraron escuelas y oficinas públicas por el “distanciamiento social”. Haciendo sus cuentas, vendió menos de la mitad que en semanas anteriores.

Lamenta que no sabe cómo le hará el mes próximo, pues las autoridades están recomendando a la gente no salir de sus casas para evitar la propagación de la pandemia, “mis hijos y mi mujer tienen que comer todos los días”, reclamó.

Rubén se mantuvo ayer con su triciclo repleto de frascos de miel, mermeladas y jarabes de distintos sabores, frutas y hielo, en la esquina del edificio del Tribunal Superior de Justicia en el Zócalo de la capital. A la una de la tarde había vendido 80 pesos; otros domingos a esa hora lleva por lo menos 200, aunque reconoció que faltaban “dos horas buenas”, de una a 3 de la tarde.

Dos de sus hijos estudian la primaria y el tercero la secundaria. Su esposa, hasta el año pasado trabajaba de cajera en una tienda de conveniencia, pero fue despedida. Desde entonces, el sostenimiento de los cinco depende sólo de la venta de chamoyadas y raspados.

Entre semana se instala afuera de escuelas primarias y secundarias o recorre las calles. Sábados y domingos se va al Zócalo en donde dice que vende un poquito más que entre lunes y viernes. Cuando le va mal gana 3 mil 500 a la semana y cuando le va bien llega a sacar hasta cinco mil. Asegura que de allí le alcanza para surtirse de la materia prima y para las necesidades de su familia.

Sin embargo, la semana pasada apenas vendió 2 mil pesos, porque cerraron escuelas y oficinas y sus clientes abandonaron las calles, “y dicen que todavía falta un mes”, reclama mirando al reportero como responsabilizándolo de su situación.

Rubén, quien tiene su casa en la colonia Lázaro Cárdenas, al norte de Chilpancingo, comenta que además de que compra los insumos para su producto, también paga la pensión en un estacionamiento donde deja todos los días su triciclo porque no se lo puede llevar a su casa, pues tendría que pagar mixta.

“Así es que si esto sigue así, tendré que ganar solamente para la pensión y comprar la miel, la fruta y el hielo y mi familia se quedará sin comer, se lamenta.

Como él, se vieron ayer en la plaza Primer Congreso de Anáhuac vendedores de frituras, globos, nieve, plátanos dorados, churros, gelatinas, elotes y esquites.

Algunos ofrecen sus productos dentro del Zócalo y otros en el exterior, la mayoría de ellos, cuentan, vieron disminuidas sus ventas hasta 50 por ciento, debido a la campaña Quédate en Casa que han lanzado las autoridades federales y replicada por los gobiernos locales para contener la propagación del COVID-19.

A pesar de la queja de los comerciantes ambulantes por la ausencia de clientes, ayer, después del medio día, se vio regular presencia de transeúntes a pesar del llamado de las autoridades.

Parejas con niños en brazos o tomados de la mano; hombres y mujeres acompañando a personas de la tercera edad, familias enteras sentadas bajo los árboles o caminando por los pasillos se vieron despreocupadas, como ajenas al coronavirus.

Pero las calles aledañas estaban vacías, los puestos de periódicos y revistas de los portales no estuvieron los lectores apiñados revisando los titulares, como de costumbre.

Negocios de distintos giros, restaurantes y cafeterías permanecieron cerrados y los que abrieron se vieron sin clientes.

También los feligreses abandonaron los templos. La parroquia la Asunción de María ubicada en la plaza Primer Congreso de Anáhuac, permaneció abierta pero a la una y media de la tarde se contó 15 personas, hombres y mujeres oraban con el rostro postrado sobre las bancas.

Al fondo, en un enorme lienzo blanco, estaba escrito el salmo 129, a tono con los tiempos del coronavirus, decía: “Perdónanos, Señor y viviremos”.

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