Inge Feltrinelli, fotógrafa y editora, testigo y protagonista de algunos de los momentos más dramáticos de la historia reciente de Italia, ha muerto en Milán a los 88 años. Feltrinelli llevaba su apellido por su marido, Giangiacomo, el editor que fundó el grupo que lleva su nombre y a quien Anagrama ha vendido su editorial. Aquí Jorge Herralde describe lo que siente por la editora y por su empresa y el color de sus pantones.
Ciudad de México, 29 de septiembre (SinEmbargo).-La imprescindible editorial Feltrinelli acaba de cumplir, en plena forma, sus primeros 50 años. Con tal motivo, ha publicado un catálogo histórico sobriamente informativo que permite analizar los casi 7.000 títulos de la editorial. «Es un placer de la inteligencia sincrónica recorrer una lista tan extensa de autores y sentir cómo viven juntos», escribe en el prólogo Carlo Feltrinelli, responsable desde hace unos años de la editorial que fundó su padre Giangiacomo y que persiste en su vocación a favor del «pensamiento crítico».
Una presencia cultural flanqueada por la extensa red de las también imprescindibles librerías Feltrinelli. Pero además de la mucha letra, también la música, o sea la Fiesta, en cuya organización brilla Inge Feltrinelli, la infatigable viajera y presencia pública de la editorial durante décadas, en las que «ha defendido como una tigresa la institución», afirma su hijo Carlo.
Y la fiesta (pasada por agua, pero la nave va) se celebra, naturalmente, en Villadeati, en la elegante mansión familiar que corona una suave colina piamontesa. Escritores, de Erri de Luca a Umberto Eco, libreros, editores, amigas históricas, como la arquitecta Gae Aulenti, la diseñadora Krizia o las editoras Rossellina Archinto y Beatriz de Moura y otros queridos colegas extranjeros.
Inge recuerda de pronto la foto histórica (que campea a gran formato y todo color en uno de los salones) de la soleada fiesta de los 30 años, también en Villadeati, que convocó a un nutrido grupo de editores amigos, presididos por Giulio Einaudi, y nos reúne a varios reincidentes, 20 años después, para otra sesión: Peter Mayer, Christian Bourgois, Matthew Evans, el superagente Ed Victor y yo mismo, a los que se ha unido el (comparativamente) más junior Gary Fisketjon. Y así como en los atuendos de Inge brillan los toques y las chaquetas de un naranja inconfundible, en los amigos editores refulgen también bufandas, fulars, pañuelos, corbatas (la mía, por ejemplo), a menudo regalos de Inge, propagandista del color.
Si existe o debiera existir el pantone Azul Ives Klein, no menos obligado sería instituir el pantone Naranja Inge Feltrinelli como expresión personalísima de vivacidad desatada, joie de vivre e intensa sociabilidad.