En torno a este perro mestizo giran anécdotas y leyendas de alpinistas. Esta mañana fue enterrado a las faldas del volcán Citlaltépetl, que habitó por doce años.
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Por Edmundo Velázquez
Puebla/Ciudad de México, 29 de septiembre (Periódico Central/SinEmbargo).- Citla, el perro alpinista del Pico de Orizaba murió este miércoles en Ciudad Serdán, Puebla. La mascota mestiza se negaba a abandonar la montaña, solamente la dejó cuando un tumor en el hígado le impidió vivir más.
El perro, que tomó el nombre náhuatl del volcán Citlaltépetl, se va como una celebridad entre los grupos de montañistas. Esta mañana fue enterrado en un ataúd blanco por los miembros del Rescate Alpino de Ciudad Serdán, en las faldas del volcán.
Doce años, una vida longeva para un perro, fueron suficientes para que Citla se volviera icónico. Las versiones de su aparición son diversas, pero la más aceptada es que un investigador del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) que frecuentaba el Pico de Orizaba un día lo adoptó y lo acompañó a la montaña.
El perro no quiso regresar e hizo del Citlaltépetl su casa. Su dueño volvía de manera esporádica a visitarlo y dejarle comida, hasta que la salud se lo impidió. Fue entonces que los alpinistas que acudían a la zona comenzaron a alimentarlo en el refugio ubicado a las faldas del volcán. Desde entonces, el perro mestizo fue parte de la comunidad alpinista.
Una de tantas historias cuenta que una familia de alpinistas se encontraban a mitad de la montaña cuando comenzó el mal clima. La neblina no los dejaba ver y desconocían el camino.
El Pico de Orizaba es conocido por ser traicionero y por tener áreas que parecen seguras cuando, en verdad, se trata de glaciares escarpados donde pueden caer aquellos que exceden la confianza. Cuando la familia no podía más, apareció Citla, como un ángel.
El ángel de cuatro patas guio a la familia por los buenos senderos. Prácticamente los rescató de una muerte segura pues los dejó en el refugio. La historia circuló entre los montañistas, y cada que cada que llegaban al Pico de Orizaba eran recibidos por Citla.
Para cuando el ángel de la montaña ya era una leyenda, Hilario Aguilar, el director de Protección Civil y fundador del Cuerpo Delta de Rescate Alpino en Ciudad Serdán, se convirtió en su padre adoptivo.
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La historia del perro montañista retomó fuerza después del hallazgo de dos cuerpos momificados en el Citlaltépetl, encontrados por alpinistas a finales de febrero del 2015.
Los medios internacionales, cuando acudieron a reconstruir los hechos en los que habrían perdido la vida las personas que quedaron atrapadas en los glaciares de la montaña, terminaron atrapados por el enigma del cuadrúpedo, por la historia del perro guardián y su obsesión por no bajar de la montaña.
Para el momento en que la salud de Citla comenzó a menguar, Hilario Aguilar vio por su tratamiento médico e intentaba retenerlo en Ciudad Serdán. Pero el perro regresaba al volcán todo el tiempo.
El miércoles 27 de septiembre no pudo volver. Se le enfundó en un ataúd blanco e iniciaron los homenajes en redes sociales, donde era muy popular e incluso contaba con su propia cuenta de Facebook. Los grupos de alpinistas y fanáticos de Citla hoy lo despidieron a las faldas del volcán, de donde nunca quiso irse.