La investigación revela dos conclusiones principales: que es en las regiones tropicales donde hay mayor diversidad genética.
Copenhague, 29 de septiembre (EFE).- Científicos de la Universidad de Copenhague dirigidos por el español David Nogués-Bravo han elaborado el primer mapa global de la diversidad genética en el planeta, que es mayor en los trópicos y en las áreas con menor impacto humano.
El estudio, que publica hoy la revista Science, se basa en el análisis de casi 93 mil secuencias genéticas de más de 4 mil 500 especies de mamíferos terrestres y anfibios, sacadas de las bases de datos públicos, y otorgándoles coordenadas geográficas.
«Nunca habíamos tenido una visión global de cómo se distribuye la diversidad biológica, no a nivel de especies, sino de genética. Es como si fuera el primer telescopio y estuviéramos descubriendo las primeras constelaciones», explica a Efe Nogués-Bravo, profesor asociado en el Centro de Macroecología, Evolución y Clima.
La investigación revela dos conclusiones principales: que es en las regiones tropicales donde hay mayor diversidad genética y que la actividad humana ha reducido esa diversidad, exponiendo a los animales a un riesgo más alto de extinción.
La diversidad genética va unida a la capacidad de adaptarse a los cambios, por lo que los trópicos están en teoría más preparados para enfrentarlos que las zonas polares, donde esa variedad es menor.
«Teníamos indicaciones de una especie aquí y allá, pero no un patrón global. Los trópicos son como las arcas de la diversidad genética», afirma el investigador español.
Los datos analizados muestran también que los mamíferos y anfibios que viven en las áreas más fuertemente alteradas por los humanos son los que tienen menor diversidad genética, y por tanto peores perspectiva de adaptarse a los cambios en el medio.
A pesar de la gran cantidad de material genético almacenado en los depósitos públicos como el GenBank, la base de datos del Instituto Nacional de Salud de EU y que el grupo usó como principal referencia, la mayoría carecía de coordenadas.
Los investigadores usaron referencias geográficas o toponímicas incluidas en el material para averiguar las coordenadas a través de algoritmos, aunque el resultado final solo representa en torno al 35 por ciento de todo el conocimiento sobre secuencias genéticas.
De ahí que sea necesario mejorar las estrategias para clasificar datos filogeográficos futuros y desarrollar algoritmos de búsqueda de datos para referenciar geográficamente las millones de secuencias disponibles, advierte el estudio.
«En el fondo seguimos sabiendo muy poco de la biodiversidad del planeta», admite Nogués-Bravo, resaltando que el estudio incluye otro mapa bautizado como «el de la ignorancia».
La mayoría del conocimiento existente viene de Europa Occidental, Norteamérica y Extremo Oriente, mientras zonas como los trópicos, donde más variedad genética hay, son de las que menos sabemos.
La elaboración del mapa permitirá no obstante avanzar en la comprensión de cómo funcionan los mecanismos que controlan el número de especies, evaluar la capacidad de estas para adaptarse a los cambios y detener la pérdida de la biodiversidad.
«Lo siguiente es entender dónde vamos a perder más diversidad genética por el cambio climático. Ya estamos trabajando en eso», explica Nogués-Bravo, que investiga desde hace ocho años en el Centro de Macroecología, Evolución y Clima, adscrito al Museo de Historia Natural de la universidad.