La confusión de la confusión

29/08/2015 - 12:00 am

A.

Hola, querido Guillóm:
Espero que tengas una buena semana y disculpa si algo te molestó de mí… besitos.

B.

Estimada mujer sombra:

No sé a qué semana te refieras. Ésta, la de hoy, todavía no termina. Le faltan casi siete días. O sea que tus buenos deseos más bien me confunden. Yo ni a acólito llego para tener la ley mínima para «disculparte» de algo; esos son los sacerdotes y yo no he seguido esa carrera eclesial hasta hoy y no crea que la siga hasta el día final de esta vida que, debido a una cadena de casualidades o necedades o trácalas, todavía sigue en funciones. Luego pones unos puntos suspensivos, después de la palabra “mí…”, cuya función no entiendo antes de la palabra «besitos» pero no los hay después. La palabra es como un volátil vocablo que se dispersa en la atmósfera fría y llena de viento que predomina en este octubre que empieza. De forma sencilla no acabo de entender. Necesitaría tomar un curso matemático-psicológico para contar bien y encontrarle sentido a palabras tan extrañas para mi existir o mi existencialismo, pues estoy en la orilla de éste. De pronto me viene la idea de que como me has generado este estadio, tan confuso, entre ambas disciplinas, quizás quien deba inscribirse, pero más bien en un profundo curso de lógica matemática, lo que implica primero que cuentes del uno al diez lo que dijiste antes de escribir este incomprensible, supongo, mensaje y luego lo compares con lo que, desde tal ilógica, lo que ofreces aquí con ocho letras, las cuales nunca están animadas y por lo mismo no pueden realizar lo que dicen que hacen y lo que ciertas gentes dicen que hacen o que mandan, pero todo se queda en la nada de la nada y en la nada de la nada seguirán.

Así que cuando termines el curso de dos años, que te permitirá caer en cuanta del dilema lógico matemático que estamos tratando, digo, entonces podrías explicar este sinsentido que percibo y que me enloquece de forma severa, por favor. Mientras tanto, dejémoslo así, en el absurdo del absurdo y como son dos absurdos, el primero del segundo, cada quien se queda con uno y con ello todo queda en plena claridad y genera, desde luego, un poco de la esencia de lo tranquilo, al menos para mí:

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Guillermo Samperio
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