Ladrillo tras ladrillo se ha forjado la historia de Saltillo, Coahuila, sus edificios, sus casas y sus iglesias. Hablar de Saltillo es imposible sin hablar de las ladrilleras.
Por Roberto Armocida
Ciudad de México, 29 de julio, (SinEmbargo/Vanguardia).- Sol, sudor y barro son los elementos que, después de 400 años, siguen caracterizando la producción de ladrillos en las orillas de la ciudad, desde cuando los españoles enseñaron a los pobladores de estas tierras a trabajar la arcilla.
Hablar de Saltillo es imposible sin hablar de las ladrilleras, y conocer este antiguo, duro y noble trabajo significa entrar en el sentimiento y en el alma de quienes forjaron esta ciudad y la hicieron prosperar.
Aún hoy, entre el Sol, el sudor y el barro.
HISTORIA
Desde la Conquista inició la fabricación de ladrillos en la ciudad, lo primero que se fabricó fueron tejas de 10 por 20 centímetros para cubrir las paredes bajas de las casas.
La marca Saltillo Tile ha traspasado fronteras desde el año de 1847, en que se entregó el primer pedido a la Unión Americana. El término Tile es un vocablo náhuatl que significa “quemado”; sin embargo, esta definición se ajustó perfectamente a la exportación a Estados Unidos, ya que en inglés “tile” significa teja.
De las más de 100 ladrilleras que hace unas décadas existían en la ciudad, en la actualidad se contabilizan poco más de 15.
TRABAJO ARTESANAL
- Hay que colar el barro y darle vueltas hasta que se haga pastoso.
- Luego se criba para quitarle las impurezas (piedras) y que quede únicamente barro.
- Ya que está firme la mezcla, se coloca en los moldes y se le da la forma.
- Se espera a que sequen para ser metidos en los hornos a que se cocinen.
- Luego de cinco días, se apilan en los camiones y son llevados para su venta.