El documental de Dud fue un éxito instantáneo, hasta para sus elevadas cifras: en la primera semana tras su estreno, recibió casi 12 millones de visitas. Pero tratando un tema tan complejo y controvertido, era de esperar que atrajera críticas.
Por Alexey Kovalev
Ciudad de México, 29 de mayo (Global Voices).- Yuri Dud no parece la persona más adecuada para sacudir la conciencia rusa sobre los capítulos más oscuros de su historia. El ex periodista deportivo tiene ahora su propio programa de entrevistas en YouTube, en el que recibe a famosos y figuras públicas. Cada entrevista genera millones de visitas, lo que ha convertido a Dud en un serio competidor incluso de las cadenas de televisión estatales. Aunque Dud ha entrevistado activistas y políticos como Alexey Navalny, el propagandista anticorrupción, se considera más un columnista de sociedad que un periodista “serio”.
Es por eso que el tema del último programa de Dud dejó pasmados a sus cinco millones de seguidores y al público en general: un documental de dos horas sobre la región de Kolimá, en el extremo noreste de Rusia, lo que casi siempre implica hablar de la represión en la época de Stalin.
Este páramo ártico congelado y prácticamente intransitable albergó los más conocidos gulag, la red soviética de campos de trabajos forzados en los que desaparecieron miles de delincuentes de poca monta y prisioneros políticos. Es difícil saber exactamente cuántas personas murieron a causa del frío extremo (las temperaturas en invierno suelen ser menores a los 50°C bajo cero), de hambre o de agotamiento en las minas, pero incluso las estimaciones oficiales más prudentes cifran el número en 150 mil víctimas en solo uno de los mayores campos de Kolimá entre 1932 y 1957.
Dud es consciente del contraste entre sus temas habituales y el delicado contenido de su último episodio. Como explica en su presentación:
«Después de todos los raperos, comediantes, músicos, actores y directores, ¿por qué demonios nos hemos metido en este tema tan complejo e inquietante? Dos razones. Primera: en octubre de 2018, VTsIOM [Centro Ruso de Investigación de la Opinión Pública] publicó un sondeo que nos dejó estupefactos. Casi la mitad de los jóvenes entre 18 y 24 años no habían oído hablar nunca de la represión de Stalin. Consideramos este hecho como un desafío y esperamos el momento idóneo para tratarlo».
Dud añade que sus padres siempre le han advertido: “No atraigas atención innecesaria. No destaques. Somos gente normal, nosotros no decidimos”, incluso en circunstancias de injusticia evidente. Cuenta que siempre se preguntó por el origen de este miedo de los rusos de más edad, y concluye que “se originó en la primera mitad del siglo XX y ha pasado de generación en generación”. “Kolimá ─dice Dud─ es donde nació nuestro miedo”.
Las palabras de Dud tocaron la fibra de exactamente la audiencia a la que pretendía llegar: rusos jóvenes que ignoran o conocen solo someramente la brutal historia reciente de su país.
«Viendo el episodio de Dud sobre la represión, mi padre y mi abuelo me dijeron que sabían que era terrible, pero que nunca fueron conscientes de cuánto», opinó uno de los seguidores del youtube.
Смотрю выпуск #дудь по репресси, мне папа и дедушка рассказывали как все плохо было, но я даже не думал что на столько.
— Aleksei Korotkov ⭕️ (@theonephobos) 24 de abril de 2019
El episodio está estructurado como un diario de viaje: el equipo de Dud viaja 2 mil kilómetros por la autopista de Kolimá, una carretera en su mayor parte sin pavimentar entre dos capitales regionales, Magadán y Yakutsk. Durante su construcción en la década de 1930 murieron tantos prisioneros que se le llama coloquialmente “la carretera de los huesos”.
A lo largo del camino, Dud llega, o intenta llegar, a algunos de los campos más letales, como el de Butugychag, donde los prisioneros eran obligados a extraer uranio de las minas sin equipo protector. También habla con activistas locales que luchan por preservar la memoria de las víctimas ante la indiferencia del público y la naturaleza que reclama su espacio.
Dud también entrevista a descendientes de prisioneros de gulag, como Natalia Korolyova, hija de Sergeuéi Korolyov, padre del programa espacial soviético. Korolyov fue detenido en 1938, pasó varios meses en un campo de trabajo en Kolimá y, casi agonizante de inanición y agotamiento, fue trasladado a una sharashka (instalaciones carcelarias para científicos) de Moscú hasta su liberación en 1944. Koloryov sobrevivió, pero no fue totalmente exonerado hasta 1957.
La hija de Koloryov contiene apenas las lágrimas mientras describe la tortura que su padre sufrió a manos de sus interrogadores. Aun así, Dud se sorprende de la opinión que tiene Koloryova de Joseph Stalin. Sus respuestas dan una idea de lo complicado que es el tema de la represión en la época de Stalin para la Rusia moderna, incluso en el caso de gente bien informada de los horrores que se infligieron a millones de personas. Aunque reconoce el tremendo daño que hizo el sistema de gulag, incluida su propia familia, Korolyova dice:
«Pero [Stalin] hizo muchas cosas buenas. Por ejemplo, con Stalin teníamos una disciplina más estricta. Stalin no abandonó Moscú cuando el enemigo, los fascistas, llegó literalmente a sus puertas. Incluso organizó un desfile en la plaza Roja. Es difícil juzgarlo, por supuesto».
Previendo las críticas que siguieron al estreno del documental, Dud termina el episodio declarando que los horrores del pasado siguen teniendo consecuencias en la sociedad actual:
«Algunos de los que vean nuestro video hasta el final dirán: ‘Dud, ¿qué te pasa con Stalin? ¿Por qué sigues sacándolo a colación? ¿No te dijo alguien hace poco que uno de los principales problemas de Rusia es que vive en el pasado, que sigue perdiendo el tiempo discutiendo si Stalin fue bueno o malo?’. No hemos venido hasta la autopista de Kolimá para debatir si Stalin fue bueno o malo. Ustedes no necesitan que demos una respuesta correcta a esa simple pregunta. Viajamos por la autopista de Kolimá porque (…) se trata de nuestro presente (…). El miedo es el peor enemigo de la libertad. (…) No tengan miedo. Respétense. Quizás entonces, nuestro país no volverá a pasar por una época en la que se trate a la gente peor que a animales».
El documental de Dud fue un éxito instantáneo, hasta para sus elevadas cifras: en la primera semana tras su estreno, recibió casi 12 millones de visitas. Pero tratando un tema tan complejo y controvertido, era de esperar que atrajera críticas. El premiado escritor Zakhar Prilepin escribió una columna de opinión en la que acusó a Dud de ser un agente a sueldo de Occidente con la misión de desacreditar la gloriosa historia de Rusia y socavar el patriotismo. Otros cuestionaron las cifras mencionadas en el episodio, argumentando que el número real de víctimas de los gulag fue menor.
«Los idiotas de los rojos pululan por internet diciendo que Dud la ha cagado con las cifras. Ves ─dicen─, son unos dos millones aquí, o allá se ha pasado un 25 %. ¡Ah, pues muy bien! Como hay irregularidades y el montón de cadáveres rusos es en realidad un 25 % menor, ¡al diablo, perdonemos a los rojos! ¡Démosles las gracias por su humanidad!», comentó en Twitter.
По интернету бегают красные уроды с историями, что Дудь налажал с цифрами, тут мол пару миллионов накинул лишних, здесь на 25% преукрасил.
Тогда ладно! Раз уж есть неточности и гора русских трупов на 25% меньше оказалась, черт с ними – прощаем красным. Спасибочки им за гуманизм!— историк-алкоголик (@AlcoHistory) 25 de abril de 2019
Hubo quien, repitiendo a Natalia Korolyova, reconoció que en los campos de trabajo perecieron muchos inocentes, pero argumentó a la vez que la situación era mejor que la (percibida) anarquía actual:
«Empecé a ver a Dud y lo apagué a la media hora, el episodio entero está basado en el odio hacia la Unión Soviética y a Stalin, no me sorprendería si Dud terminase con un ‘lástima que no ganase Hitler’”.
«En lo que respecta a los campos, sí, muchos cumplieron penas por delitos estúpidos, desde luego que fue brutal… Pero la gente se cagaba de miedo antes de robar cualquier cosa (eso es lo que nos falta hoy). Pero demonios, nuestra época no es tan diferente, simplemente las consecuencias son menores: puedes robar 30 millones y pasarás unos cinco años en la cárcel, nada de pelotones de fusilamiento».
По поводу лагерей: да, многие сели за хуй собачий и было очень жестко…каждый боялся что-то спиздить (сейчас этого не хватает). Но блять, наше время ничем не отличается, наказание проще стало, можно украсть 30 лярдов и посидеть лет 5, никакого расстрела
— Evgeny Zorin (@Valeez) 24 de abril de 2019
Este tipo de comentarios son bastante habituales entre los defensores contemporáneos de las políticas de Stalin. Un 51 por ciento de rusos contestó a la agencia independiente de sondeos Levada Center en marzo de 2019 que veía a Joseph Stalin de forma positiva. “Stalin se considera una figura que garantizó la justicia social, algo que los rusos buscan cada vez más entre el descontento por el descenso del nivel de vida y la reforma gubernamental de las pensiones”, dijo a Bloomberg Karina Pipia, analista de Levada.
A pesar de los esfuerzos de Yuri Dud, y de innumerables activistas cívicos, es muy probable que Rusia siga profundamente dividida respecto al legado de Stalin por mucho tiempo. La devoción de los rusos por Stalin y la nostalgia por su época no puede atribuirse solamente a un blanqueamiento del pasado por parte del Gobierno. Es más, la mayoría de iniciativas contemporáneas para conmemorar a Stalin son privadas, mientras que muchos altos funcionarios, como Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, condenan sin paliativos a Stalin y su represión. En 2017, el propio Vladimir Putin inauguró un monumento en memoria de las víctimas de los gulag, y declaró que “este pasado terrible no debe borrarse de nuestra memoria nacional y no puede justificarse”.
Una visión negativa del legado de Stalin podría ser una de las pocas cosas que comparten Putin y sus numerosos críticos, algunos de los cuales han aparecido en el programa de Yuri Dud.
El último episodio del programa de Yuri Dod puede verse en YouTube con subtítulos en inglés: