Su ensayo “Contra el tiempo” fue finalista en el Premio Anagrama y trae un aire fresco basado en el marxismo para entender de qué va la vida, aquí y allá. Dice que nada tiene memoria y que el capitalismo se basa, económicamente, en acelerar nuestros puntos de vista para que nada tenga resto ni milagro.
Ciudad de México, 29 de abril (SinEmbargo).- “Si me viera obligado a señalar un rasgo que describiera la época actual en su totalidad, no lo dudaría un segundo: elegiría la aceleración. Este fenómeno explica en buena medida cómo funcionan hoy en día la economía, la política, las relaciones sociales, nuestros cuerpos y nuestra psique. El incremento de la velocidad es una mirilla por la cual, sin tener que recurrir a perspectivas reduccionistas, podemos ver –y acaso entender un poco mejor– el mundo contemporáneo y a quienes lo habitamos.”, dice Luciano Concheiro en su libro Contra el tiempo.
Joven, residente en Boston, escribiendo para Harvard, todo su conocimiento es ávido y no se queda en uno o dos descubrimientos y para ser optimista propone el instante como una contravención a la aceleración.
“Este magnífico ensayo es una síntesis de las tensiones a las que nos somete el turbocapitalismo y una creativa propuesta sobre la manera de escapar de la aceleración. La velocidad acaba fragmentando nuestro mundo y a bordo de cada fragmento navega la posibilidad del instante. En este ensayo fulgura el instante en el que Luciano Concheiro disuelve su identidad de manera íntima pero subversiva. Una extraordinaria proeza intelectual”, dice Roger Bartra.
–¿Cómo es el tema de la aceleración?
–Para mí es uno de los temas fundamentales de nuestra sociedad. Tiene que ver con la lógica del capitalismo; lo que busca es que los capitales invertidos circulen de manera más veloz y regresen para que puedan volver a ser invertidos. Todo esto se pliega a la política y sobre todo a nuestra subjetividad. Nosotros mismos somos sujetos acelerados, ansiosos, estresados…
–Somos acumuladores, algo típico de la aceleración…
–Totalmente, con lo que está ligado es con la lógica del consumo: acumulación, consumo…todo esto es clave. Consumimos cada vez más y también desechamos a una velocidad cada vez mayor.
–También está el tema de la política, que no tenemos memoria
–Por supuesto, cada vez se vuelve más complicado construir una narrativa coherente. Todo fragmenta la narrativa y nos imposibilita coser una narración lineal. La memoria se va perdiendo o vamos olvidando a una velocidad mayor.
–Hablas de los medios de comunicación, como impulsores de la aceleración
–Sí, por un lado impulsores y por otro lado son causa y efecto al mismo tiempo. Ellos mismos están enmarcados por la lógica del capital, a conseguir cada vez más lectores, produciendo más y más notas. Son el efecto y también causan esta sensación de aceleración constante.
–¿Y las redes sociales?
–Muchísimo. Son un estallido absoluto y luego se van apagando. Cada vez es más difícil construir una narrativa coherente.
–¿Y las relaciones?
–Uy, las relaciones. Cada vez más se ven afectadas por los vínculos, sujetos a la aceleración, cada vez duramos menos con la persona que elegimos y no sólo con la pareja, también con las amistades. Las relaciones también están mediadas por la mercantilización, cada vez nos relacionamos más con la idea del beneficio económico, del lucro…
–Desde lo político lo enmarcas dentro de un país con profunda corrupción, con muertos, con desaparecidos, como México…
–Me encuentro reflexionando sobre ese tema. Planteo mi tema en asuntos teóricos, no lo relaciono estrictamente con México…
–Bueno, al final sí lo hablas…
–Sí y hago un guiño que frente a la barbarie total haya todavía un resquicio para construir otra realidad. El libro por lo general es bastante pesimista, pero yo quisiera no serlo. No sé hasta dónde alcance la teoría de la aceleración para comprender la situación mexicana. Sería cuidadoso para no intentar volver a este libro en una cápsula que lo enmarcara todo. Pero creo que tal vez hay que pensar en otras categorías y nos encontramos ante un momento inédito, categorías propias para entenderla.
–La aceleración parece una ideología, creo
–Sí, yo establecí la teoría en torno a la economía, pero sus marcos configuran el tipo de política y la subjetividad que somos. Mi explicación es netamente marxista, pero atraviesa lo político. Casos como la lucha nacional indígena o el EZLN representen ciertas alternativas a la aceleración. No dentro de una lógica capitalista, porque de eso sí estoy seguro, de lo que va del PRI al PAN, del PRD a Morena, todos son capitalistas. Ninguno de ellos están proponiendo una apuesta radical antisistémica.
–En nuestros tiempos de jóvenes nos decían que el capitalismo daba sus manotazos de ahogado…
–(risas) El capitalismo está cada vez más fuerte, porque ha mutado y ha demostrado su capacidad creativa. Incluso en vertientes como el capitalismo verde o el capitalismo ecológico. Lo que nos queda es repensar la forma de lucha. En este presente imponer otras formas de vida.
–¿Tu forma de pensar nos puede hacer creer que lees mucho a Slavoj Žižek?
–Es un filósofo que leo, pero no es para nada el filósofo del que me creo discípulo. Mi gran maestro es Giorgio Agamben y sobre todo Carlos Marx, que puede encontrar razones pero también salidas.
–Le opones a la aceleración el instante…
–Sí. Una salida momentánea, bastante pesimista, pero al menos es algo. Una salida encarnada en el presente. Quería encontrar un resquicio en esta lógica productivista, en esta manera tan acelerada de vivir y el instante, entendida como suspensión del tiempo, me parecía una especie de umbral o de limbo.
¿Quién es Luciano Concheiro? (Ciudad de México, 1992) estudió Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Sociología en la Universidad de Cambridge. Es profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es coautor del libro de entrevistas El intelectual mexicano: una especie en extinción (Taurus). Ha traducido ensayos de autores como Franco «Bifo» Berardi, Michael Hardt y Slavoj Žižek. Actualmente es editor en jefe de huun, una publicación anual de arte y pensamiento mexicanos.