Se estrenó en México una nueva aproximación a la vida y personalidad del ahora mítico fundador de Apple, sin que este trabajo protagonizado con energía y convicción por el talentoso Michael Fassbender, aporte realmente algún elemento que permita entender el fenómeno tecnológico de nuestros tiempos
Ciudad de México, 29 de diciembre (SinEmbargo).-Luego de nueve documentales, cuatro largometrajes, una obra de teatro y tres novelas gráficas, era esperable que la recientemente estrenada Steve Jobs, nutrida con personalidades del cine de primer nivel, aportara algo interesante a lo que ya se sabe de la complicada y visionaria personalidad del fundador de Apple.
Dirigida por el siempre asertivo Danny Boyle, el director que amamos por Trainspoting mucho más que por Slumdog Millionaire, con guión de Aaron Sorkin (La red social) y protagonizada por dos de los actores más talentosos del panorama cinematográfico contemporáneo –Michael Fassbender y Kate Winslet-, el filme estrenado esta navidad en México, se destaca como una gran maquinaria fallida.
Como si –en este caso vale la metáfora- el iPhone se hubiera quedado sólo en la enunciación teórica y no se hubiera convertido en el artilugio práctico, ubicuo y tan adaptado a las necesidades del funcionamiento social impuesto por un mercado voraz y controlador, capaz incluso de generar la voz de una conciencia artificial que se confunde en nuestros días con un rasgo profundo de identidad.
Ni las películas a favor, ni los documentales en contra como Steve Jobs: the man in the machine, de Alex Gibney (que revela entre otras cosas el caso de la empresa china Foxconn, encargada de producir el iPhone y el iPad, y en la que en un periodo de dos años 18 de sus trabajadores se suicidaron a causa de las extremas y desventajosas condiciones de labor), hacen de todos modos el centro en cuánto de manipulación de mercado, cuánto más control social en tiempos de un consumidor pasivo e inerme, han propiciado los artilugios de Jobs y compañía.
Por el contrario, todas las aproximaciones al personaje tienden a endiosarlo o a demonizarlo y en el caso de la película estrenada el 25 de diciembre, precedida por una gran campaña promocional, se refiere a esto último, de la mano de un guión que parece la parte 2 de La red social y que propone subliminalmente el reduccionismo de pensar en Mark Zuckerberg –el fundador de Facebook- y en Steve Jobs como hombres salidos de la misma célula madre, con un ADN donde la especulación y la sangre fría.
UNA BIOGRAFÍA SESGADA
Basada en el libro de Walter Isaacson, Jobs, la nueva película del laureado director británico, pinta el perfil de un hombre que sin ser científico, sin inventar nada, sin ser diseñador ni un mago de la computación, cambió el mundo con la Macinstoh, la iMac, el iPhone, el iPad, el iPod.
En el filme, la siempre eficaz Kate Winslet personifica Joanna Hoffman, la jefa de Marketing de Apple. Steve Wozniak, cofundador de Apple, es interpretado por Seth Rogen y Jeff Daniels interpreta al ex CEO de Apple, John Sculley. Cuenta también con las participaciones de Katherine Waterston como Chrisann Brennan, ex novia de Jobs, y Michael Stuhlbarg como Andy Hertzfeld, uno de los miembros originales del equipo de desarrollo de Apple Macintosh.
Isaacson escribió Jobs por deseo expreso de Steve. Se conocieron en 1984 en la redacción de Time, cuando el genio de las computadoras visitaba las redacciones promoviendo su trabajo.
Para el biógrafo, un periodista de raza nacido en Nueva Orleans en 1962, Steve Jobs fue un hombre “intenso y sensible” que durante las entrevistas destinadas al libro se mostró abierto de un modo extraordinario, sin que el escritor alcanzara a descubrir la razón.
Sin embargo, lo que en el libro resulta fascinante y ha ayudado en cierto modo a nutrir con grados de grises la intrincada personalidad de Steve Jobs, en la película resulta la expresión de un melodrama que lo vuelve a analizar en clave de blanco y negro, más para la postal inmovilizada de un prócer devenido en demonio y viceversa.
Además de no ser fiel a la realidad, como advirtieron las personas citadas en el filme (“Casi nada en ella es como verdaderamente ocurrió. No queríamos reflejar la realidad, sino sólo entretener”, dijo Andy Hertzfeld, asesor de la película), el centro en la relación con su hija Lisa, a quien no quiso reconocer primero y luego terminó dedicándole la fabricación del iPod, convierte a Steve Jobs en un culebrón aburrido y de escaso interés narrativo.
“También incluye un poco su «distorsión de la realidad», su falta de escuchar a los demás en ocasiones y de creer que siempre estaba en lo cierto. Estos son los rasgos mejor conocidos y hay historias que hemos escuchado acerca de Steve Jobs, pero cuando lo ves retratado de manera espectacular, no de la manera que realmente sucedió, pero de una manera que es emocionalmente gráfica, realmente expresa lo que Steve Jobs era en su interior… y lo que era estar cerca de él”, dijo Steve Wozniak en una extensa entrevista otorgada al periodista Leo Kelion, de la BBC.
Sólo anécdotas personales destinadas a congelar la figura de un personaje que, al notar por el rotundo fracaso del filme de Boyle en la taquilla estadounidense, ya no resulta atractivo para los espectadores.
Para Walter Isaacson, un periodista de raza nacido en Nueva Orleans en 1962, Steve Jobs fue un hombre “intenso y sensible” que durante las entrevistas destinadas al libro se mostró abierto de un modo extraordinario, sin que el escritor alcanzara a descubrir la razón.
Fue a finales de año que se anunció que Fassbender –que no para de filmar- había sido el elegido para encarnar a Steve Jobs, luego de que Christian Bale y Leonardo DiCaprio rechazaran el papel.
Efectivamente, Fassbender no se parece al fallecido Steve Jobs ni en lo blanco del ojo, pero su actuación es prodigiosa y sólo por ello vale la pena pagar la entrada a la sala de cine.