Alejandro es padre de tres hijos, el sexto de 10 hermanos y, hasta el momento de su desaparición, se dedicaba a la venta de tacos de barbacoa de chivo afuera de su casa y a la comercialización de enseres domésticos y artículos para el hogar.
Ciudad México, 27 de octubre (SinEmbargo).- Alejandro Saavedra Calderón fue secuestrado el 10 de octubre de 2011 en Carrizalillo, Guerrero, y aunque la familia pagó rescate, jamás lo regresaron. Su hermano y allegados aún siguen con la búsqueda del padre de familia y comerciante.
“Mi hermano nunca apareció, hasta la fecha no sabemos nada de él. Después que pagamos el rescate, los secuestradores nunca más nos volvieron hablar por teléfono”, platicó Eduardo, a quien se le modificó el nombre por razones de seguridad.
Alejandro es padre de tres hijos, el sexto de 10 hermanos y, hasta el momento de su desaparición, se dedicaba a la venta de tacos de barbacoa de chivo afuera de su casa y a la comercialización de enseres domésticos y artículos para el hogar.
“Él salía a las comunidades en su camioneta Nissan de redilas para hacer sus ventas. Buscaba la forma de cómo sobrevivir. En ese entonces había salido a varias comunidades a vender sus productos; su esposa se dedicaba al hogar y le ayudaba en el puesto de tacos de barbacoa”, narró Eduardo, familiar de Alejandro.
EL SECUESTRO
Alejandro salió de su casa en Iguala, Guerrero, el mediodía del 10 de octubre de 2011 para ir junto con dos trabajadores que le ayudaban a vender mercancía a un pueblo llamado Carrizalillo.
Ese mismo día, cerca de las 8:30 de la noche, uno de los trabajadores llegó muy espantado a la casa de Alejandro y le dijo a su esposa que el hombre había sido privado de la libertad.
De acuerdo con el relato del ayudante, un grupo de cinco a ocho personas fuertemente armadas los emboscaron en el camino de terracería, los despojaron de la camioneta y de sus pertenencias, los tiraron al suelo y después se llevaron a Alejandro, mientras que a los dos empleados los dejaron libres.
La esposa del comerciante avisó a los hermanos, quienes acudieron al Ministerio Público de Iguala para levantar la denuncia.
“El trabajador de Alejandro al principio no quería ir a hacer la declaración, tenía miedo, no quería problemas, pero se vio obligado a denunciar y dar a conocer su testimonio de los hechos”, detalló el familiar.
Eduardo pidió apoyo en la Fiscalía Antisecuestros que les asignó a un policía ministerial y se trasladaron a la ciudad de Iguala, Guerrero, para iniciar con las indagatorias.
Cuatro días después del plagio, los secuestradores se comunicaron con la familia y solicitaron el pago de rescate.
“Pedían una cantidad muy fuerte, dinero que no teníamos. Un millón de pesos, ¿cómo íbamos a sacar un millón de pesos cuando somos de escasos recursos económicos? Somos gente de trabajo”, relató.
Los secuestradores se comunicaban desde el teléfono de Alejandro. La familia llegó a una negociación hasta la menor cantidad que se pudo, que eran 100 mil pesos, pero aun así era una cantidad fuerte para la economía de los allegados.
“Las personas nos amenazaban a todos, nosotros vivíamos con miedo, no queríamos que nadie se enterara. A todos los veíamos como sospechosos porque vivíamos en ese terror que llegaran a hacernos algo”, abundó el hermano.
Llegó el momento en que se tenía que entregar el dinero, habían pasado 15 días del plagio. Eduardo fue el encargado de ir a llevar el efectivo; recuerda claramente que lo metieron en una bolsa de plástico con rayas blancas y rojas.
El familiar acudió al lugar que le habían indicado inicialmente, rumbo al basurero de Cocula. Después, le dijeron que se dirigiera a otra zona, rumbo al Río de San Juan, por un camino donde entran muchos carros a sacar arena del río. Lo trajeron por varios lugares para entregar el dinero.
“Yo sentía que me vigilaban atrás de los cerros, porque es un camino entre los cerros. Después me dijeron donde dejar el dinero: por una piedra boluda grande, cerca de un alambre de púas donde habían dejado una playera colgada”, relató.
Eduardo dejó la bolsa y la tapó con la prenda que los delincuentes le señalaron. Inmediatamente se fue a toda prisa. El hermano de Alejandro está seguro que por la impresión de ese día desarrolló diabetes.
“Yo entregué el dinero y ahí fue cuando yo siento que esta enfermedad de la diabetes me dio”, compartió.
Los criminales indicaron a la familia que después del pago por el rescate, en media hora iban a soltar a Alejandro en un área ubicada cerca de un pueblo llamado Casa Verde, que está cerca de la entrada que va a dar a la carretera de Iguala a Chilpancingo, misma que da a Tlacotepec.
La familia fue a buscar a su ser querido, pero no lo hallaron y hasta la fecha siguen sin saber de él.
SIN INVESTIGACIÓN EFICAZ
Un día después de pagar el rescate, la familia regresó a la Fiscalía de Guerrero, en Chilpancingo, para interponer otra denuncia.
“Se levantó la segunda denuncia donde declaró la esposa, uno de sus hijos y nada más, desde entonces no sabemos nada”, dijo Eduardo.
Las autoridades, denunció el familiar, no han hecho las diligencias necesarias y no investigaron de manera eficaz. El expediente quedó estancado.
“Nunca nos dieron un informe, nada, ni por lo menos una esperanza. Así quedó desde hace nueve años. Además, la autoridad nunca nos dio protección, nosotros vivíamos en el miedo y el terror y ellos nunca nos acompañaron si quiera una noche en la casa, nunca nos dijeron si iban a rastrear el teléfono. Nunca nos dijeron si lo rastrearon”, agregó.
Eduardo es quien hasta la fecha sigue en la búsqueda de su hermano: ingresó a colectivos y comparte publicaciones de su desaparición con la esperanza de encontrarlo.
El familiar clamó a las autoridades que apoyen a las víctimas de manera directa en la búsqueda de sus seres queridos y sin intermediarios
“Yo no he tenido el apoyo de nadie. Ya van nueve años de desaparecido y no hay nada. Lo único que queremos es encontrarlo”, dijo.