La República Mexicana está en riesgo de desastres que no pueden ser evitados, pero sí prevenidos. Dos de las pruebas más fuertes que la naturaleza le impone, las más difíciles, son los sismos y los huracanes, los cuales cobran víctimas y provocan daños económicos, que están gravados no sólo en la historia sino en los análisis de expertos.
A partir del estudio de datos del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) se construye aquí un recorrido por las cuatro zonas sísmicas en las que se divide México, desde la A (donde no ocurren movimientos en décadas) hasta la D (donde no sólo ocurren, sino que tienen una fuerza desmedida)… y con puntual atención en la capital del país.
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Ciudad de México, 28 de octubre (SinEmbargo).– Doce zonas en la Ciudad de México, ubicadas en las delegaciones Iztacalco, Venustiano Carranza, Cuauhtémoc, Xochimilco, Benito Juárez, Tláhuac e Iztapalapa, presentan deformaciones críticas, de acuerdo al Atlas Nacional de Riesgos.
La herramienta, actualizada por el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) y especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), muestra las áreas de la capital –y de otros estados de la República– que tienen fracturas importantes.
La identificación de los sitios críticos, la evaluación de la vulnerabilidad de áreas socieconómicamente marginales que conviven con el fracturamiento y plantear soluciones ante los riesgos por vivir en una zona que un día fue un lago, fueron los objetivos del proyecto, de acuerdo a Dora Carreón Freyre, especialista en ingeniería geológica.
¿QUÉ SUCEDE EN LA CIUDAD DE MÉXICO?
“La Ciudad de México se está hundiendo y se está hundiendo de una manera muy importante», explicó Carreón Freyre, a partir del análisis realizado con el monitoreo de imágenes de radar vía satélite, las cuales permiten, a través de la comparación, evaluar milímetro a milímetro los cambios.
En los mapas se señala el hundimiento de la capital, fenómeno que ocurre por las características naturales del material, la alta densidad poblacional y la acelerada extracción de agua subterránea.
La especialista explicó que las fracturas ocurren por diversos motivos, entre los cuales destacó el contacto entre los sedimentos lacustres y las rocas volcánicas, situación que ocurre en el borde de Santa Catarina, y que afecta a la Delegación Iztapalapa en el sur, y a la de Tláhuac en el norte.
El choque entre sedimentos y rocas también pasa en la parte norte de la Sierra Chichinauhtzin y causa estragos directamente en Xochimilco, una de las zonas más afectadas por el sismo del 19 de septiembre.
En las demarcaciones Cuauhtémoc y Benito Juárez se lleva a cabo otro tipo de fenómeno. Ahí, donde edificaciones cayeron desde las 13:14 horas del martes 19, se encuentra un corredor “entre dos fallas estructurales muy grandes».
Al norte de la Ciudad, en Iztacalco y Venustiano Carranza, de acuerdo a la información, también el riesgo es alto por el tipo de fracturas.
Sin embargo, aclararon los responsables del estudio, “no son delegaciones completas, sino colonias precisas, pero hay demarcaciones, como Iztapalapa, en donde gran parte del territorio está afectado’’.
El análisis arrojó que entre las zonas más afectadas después del terremoto de 1985 y el sismo del 2017, existen correlaciones. Y es que las estructuras que se vinieron abajo en ambos momentos se hallan en unas “especies de fosas» ubicadas entre dos fallas: Mixhuca y Copilco.
La falla Mixhuca recorre Iztacalco, Iztapalapa y Cuauhtémoc; Copilco, por su parte, es una línea recta que atraviesa Benito Juárez y también una parte de la Cuauhtémoc.
¿QUÉ PASA EN LOS ESTADOS?
México se encuentra en el Cinturón Circumpacífico, zona con la mayor actividad sísmica del mundo. Las placas de Norteamérica, la de Cocos, Pacífico, la de Rivera y la del Caribe interactúan y generan los desastres.
El Cenapred divide al país en cuatro zonas: A, B, C y D, las cuales dependen de su sismicidad y de los reportes históricos de movimientos telúricos.
En la primera zona se hallan entidades que no han tenido reportes en décadas. En esa lista están Zacatecas, Chihuahua, San Luis Potosí, Tamaulipas, Baja California, Coahuila, Nuevo León e Hidalgo.
En la zonas B y C se localizan las entidades que tiemblan, pero con distancia temporal entre un sismo y otro. Estados como Guanajuato, Sonora, Querétaro y Durango están en esa segunda clasificación. Morelos, Estado de México, Puebla, Chiapas, Tabasco, que sufrieron daños por los sismo del 7 y 19 de septiembre, se encuentran también localizadas en las zonas B y C.
La Ciudad de México se encuentra en la zona B, sin embargo, su posición la convierte en receptora de la fuerza de los sismo.
En la última zona, donde históricamente se registraron temblores importantes, está Chiapas, Jalisco, Oaxaca, Colima, Michoacán y Guerrero.
OAXACA
La noche del 7 de septiembre un sismo de 8.2 grados, con epicentro en el Golfo de Tehuantepec, sacudió a México y dejó muertos y damnificados. Oaxaca, de la zona A, recibió el impacto mayor: más de 7 decenas de personas perdieron la vida y municipios, como Juchitán, quedaron en las ruinas.
Entre la zonas con mayor riesgo sísmico en dicha entidad, están Pinotepa Nacional, Corralero, Puerto Escondido, Puerto Ángel, Bahías de Huatulco y la capital, de acuerdo al Instituto Estatal de Protección Civil.
MORELOS
El sismo del 19 de septiembre tuvo como epicentro Axochiapan, Morelos, a 120 kilómetros de la Ciudad de México. El área, según el Servicio Sismológico Nacional (SSN), presentó más de mil movimientos en los últimos 197 años.
Morelos, entre las zonas B y C, y que se mantiene el alerta constante por actividad volcánica, presentó otro temblor de 7.1 grados en 1980 y provocó daños en Puebla.
PUEBLA
“El territorio poblano forma parte de la margen suroccidental de la Placa Norteamericana, queda localizado dentro de una zona tectónica activa relacionada con el límite convergente entre dicha placa y la Placa de Cocos», señala el Atlas de Riesgos Estatal.
Puebla también reciente su cercanía con la zona A. La Secretaría de Gobernación (Segob) señaló este lunes 23 de octubre que al menos 53 mil inmuebles presentaron daños por el sismo del 19.
JALISCO, CHIAPAS Y LA BRECHA DE GUERRERO
Los litorales del Pacífico, de Jalisco a Chiapas, son una de las zonas más activas. Ahí se halla la brecha de Guerrero, la cual abarca desde Acapulco y hasta Zihuatanejo, y que generó al menos seis grandes sismos entre 1845 y 1911.
Cenapred señala que en ese lugar, la brecha de Guerrero, no han ocurrido temblores importantes en varias décadas, por lo cual hay potencial para que ocurran.
¿Y LOS CICLONES?
De acuerdo al Cenapred, los ciclones de mayor impacto en la historia de México han causado estragos en Nuevo León, Colima, Tamaulipas, Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Baja California Sur, Sonora, Guerrero, Tabasco, Chiapas, Veracruz, Puebla, Hidalgo y Oaxaca.
El Sistema de Alerta Hidrometereológico se encuentra instalado precisamente en Acapulco, Guerrero, Tijuana, Baja California, Monterrey, Nuevo León, Motozintla y Tapachula, Chiapas, y
Villahermosa, Tabasco.
Los ciclones generan precipitaciones, mareas, tormentas, oleaje, viento e inundaciones en zonas costeras, las cuales provocan la pérdida de vida humanas.“Pauline», por ejemplo, cobró la vida de 250 personas en 1997 en Oaxaca y Guerrero.
“Los ciclones tropicales son uno de los fenómenos naturales que provocan mayores pérdidas económicas cada año, debido al incremento de los asentamientos humanos en zonas de riesgo y a la degradación ambiental producida por el hombre», expone el Cenapred. Eso sí, matizan, las lluvias generadas por los ciclones son positivas, pues recargan mantos acuíferos y presas.
Los ciclones que han causado más daños en México son “Camille» (1969),“Gilbert» (1988),“Andrew» (1992) y la citada “Pauline» (1997).
La temporada de ciclones inicia en mayo, quinto mes del año, para el océano Pacífico, y en junio para el Atlántico.
A diferencia de un sismo, modelos meteorológicos permiten pronosticar la trayectoria e intensidad de los estos fenómenos. Así la gente puede prepararse a tiempo.
¿QUÉ SE PUEDE HACER?
A partir del Atlas Nacional de Riesgos, se puede comenzar a determinar, en el caso de los sismos, el tipo de fracturas, los sitios hacia los que se propagarán, la velocidad que tendrán y la canalización de los recursos. Sin embargo, cada aspecto necesita estudios puntuales, y no generales.
“Ya tenemos el mapa, ya tenemos los índices de vulnerabilidad, ya estamos todos alertas, ¿qué sigue? Hacer pública la información (para la gente y los tomadores de decisiones), el monitoreo continuo, pues los mapas no son definitivos, son sólo una fotografía de la película. Se alimentan de los buenos datos. Es necesario volver a hacer la cartografía tras el sismo del 19 de septiembre. E invertir tiempo y esfuerzo, pues tienen relación directo con la calidad de vida de los habitantes», señaló Carreón Freyre.
“Vivimos en una ciudad que inicialmente era un lago, y al decidir permanecer en esta gran ciudad, tenemos que convivir con una diversidad de suelos que representan. Suelo duro, suelo de transición y blandos, los cuales se mueven y puede generar agrietamientos. ¿Deberíamos estar en un lugar con esas características?La respuesta es no, pero ya estamos aquí y no nos vamos a ir. Por eso la importancia de la investigación», expuso Carlos Valdés González, director general del Cenapred.
Los usuarios que utilizan el Atlas Nacional de Riesgos tienen acceso al hundimiento y agrietamiento en la Ciudad de México. Así pueden tomar decisiones respecto al lugar en el que viven.
En las imágenes también se pueden consultar los albergues que aún prestan servicios a los damnificados, los sitios de atención de animales de compañía, el tráfico y los sitios exactos en los que hubo daños y colapsos.