Rita Varela Mayorga
28/06/2016 - 12:00 am
¿Malestar social? Sí. Nomás no molesten, plis…
“Yo entiendo que no estén conformes, pero por qué chingaos molestan a los demás?”, me comentó un taxista la tarde del domingo, muy encabronado, según él, porque como no se enteró para nada de las marchas en la Ciudad de México, circuló por Circuito Interior y, claro, se quedó un buen rato atorado en esa […]
“Yo entiendo que no estén conformes, pero por qué chingaos molestan a los demás?”, me comentó un taxista la tarde del domingo, muy encabronado, según él, porque como no se enteró para nada de las marchas en la Ciudad de México, circuló por Circuito Interior y, claro, se quedó un buen rato atorado en esa vía, por donde se cargó buena parte del tránsito desviado de las avenidas Reforma e Insurgentes.
Yo, que venía de regreso de las marchas, le comenté que la protesta social es justo una de las herramientas que se tienen para expresar el descontento con las decisiones del Gobierno, en este caso el federal, y que todo mundo tiene derecho en este país a reclamar justicia y acciones a favor del bienestar, porque incluso así está inscrito en nuestra Constitución.
El señor cada vez más enojado por mis comentarios, dijo: “Pues será el sereno, pero no se vale que le echen a perder el día. Que se vayan a reclamar a otro lado, allá en sus ranchos que lo vean”.
Es verdad que el malestar social está por todo el país y se resiente en todas las actividades. Pero es cierto que no todos los mexicanos estamos conscientes de las causas centrales, y me explico.
El señor taxista tiene razón cuando se queja de una megamarcha que le impidió realizar sus actividades del día con “normalidad”, si es que en la capital del país hay un día que transcurra en “normalidad”.
Pero no la tiene cuando, con total indiferencia y desdén, habla de una bola de revoltosos que anda en la calle parando el tránsito.
Es decir, los mexicanos vemos sólo una parte del malestar social, y muy por encimita. Pero no observamos y mucho menos nos detenemos a analizar la verdadera causa por la que la gente decide salir de sus casas y protestar.
Y ese no ver la raíz del problema es lo que nos hace insensibles, nada solidarios y por tanto incapaces de conformar un cuerpo que aglutine a un movimiento nacional en contra de las atrocidades que vemos hoy en el país.
Queremos justicia, sí. Queremos empleos de calidad y mejores salarios, sí. Queremos frenar las violaciones y torturas por parte de policías y elementos de las fuerzas armadas, sí. Queremos que no nos roben ni nos maten en las calles, en el transporte público y hasta en nuestras casas, sí. Queremos que se frene la corrupción de funcionarios públicos y el saqueo al país, sí… Queremos vivir mejor, claro que sí.
Pero entonces, ¿por qué no hemos podido conformar un movimiento social genuino?, ¿uno que nos saque del sillón en el que vemos la televisión en vez de llenar las calles y las plazas con esas exigencias genuinas, y reclamarlas a los políticos ahí, justo frente a sus palacios de Gobierno?
Los mexicanos no hemos podido traducir ni entender el malestar social de la mayoría para promover cambios reales y masivos, porque tampoco se han promovido acciones de unificación e información de abajo hacia arriba.
La mayoría de los mexicanos sigue informándose en medios oficiales, principalmente por la televisión, y ahí, por ejemplo, el dato que siempre se resalta sobre las marchas o manifestaciones de protesta es el caos vial que causan, el estrangulamiento de la carretera, la incomodidad que le generan a la “gente de bien”.
Mucho nos falta, entonces, para recuperar el Estado de Derecho y arrebatárselo a “los mafiosos” que hoy lo controlan, como dice Edgardo Buscaglia. Pero manifestarse es un gran paso. Los poderosos le temen a la protesta y al boicot porque eso impacta en sus intereses políticos y económicos. En particular no quieren una sociedad informada y luego organizada porque ahí es donde pierden el control, ahí es donde sí gana la democracia.
Cuando alguien acepta que está molesto con las condiciones en las que los gobernantes tienen al país, pero se queja de los manifestantes en las calles, vemos también que hay una enorme distancia entre los mexicanos que quieren y buscan un cambio real y aquellos que, conformes con su realidad y cegados aún por la cortina de humo mediática, no tienen conciencia que la injusticia y la impunidad es el origen de la protesta.
Y es ahí donde está el reto: difundir, propagar, mostrar el horror en el que viven cientos de mexicanos es una tarea urgente, y de boca en boca, de grupo en grupo, debe permear a los que reconocen el malestar social, pero no quieren marchas… ni nada de molestias, plis.
¡Buena semana, y nos vemos el próximo martes!
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