Toneladas de verduras magulladas; millones y millones de kilos de fruta obscurecida y aplastada; miles de productos perecederos que están a punto de caducar y no son aceptados por los supermercados. ¿Comida para la basura? No, todo eso, aunque ya no tiene valor comercial todavía es apto para el consumo humano. El Gobierno y organizaciones de la sociedad civil duplican los esfuerzos para terminar con la pérdida y el desperdicio de alimentos, que en México significa más de la tercera parte de la producción total de comestibles, es decir, alrededor de 30 mil toneladas diarias, lo que sería suficiente para alimentar a 7.4 millones de personas en pobreza extrema.
Ciudad de México, 28 de abril (SinEmbargo).– México es un país en el que la comida es protagonista de su cultura, un orgullo nacional y una herencia de miles de años. Es, en pocas palabras, un Patrimonio para la humanidad, sin embargo, los cambios en las costumbres y en las políticas económicas, han vuelto la alimentación uno de los principales problemas. Por un lado, el sobrepeso está catalogado como una emergencia sanitaria que afecta a siete de cada 10 adultos, mientras que 28 millones de personas no tienen un alimento que llevarse a la boca. Aunado a esto hay otra problemática: más de 10 millones de toneladas de comida fresca y empaquetada se tiran a la basura año con año.
De acuerdo con cifras del Grupo Técnico de Pérdidas y Mermas de Alimentos en México, de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), en el país se desperdicia cada año el 37.26 por ciento de la producción, en un cálculo basado en 34 productos de la canasta básica, como las tortillas, el arroz, el atún y el huevo. Ahí encontraron que los alimentos más desperdiciados son la guayaba, leche de vaca, mango, pescados, sardinas, aguacate, plátano verde y el nopal.
Esta comida, sufre mermas a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la producción, el transporte, la distribución y la comercialización. Etapas en las que recibe el nombre de «pérdida». El desperdicio como tal, se da en los hogares, hoteles y restaurantes, con los consumidores directos. Pero, hay una alternativa.
POR UNA CULTURA ANTI DESPERDICIO
Apenas en febrero pasado entró en vigor la Ley para la Donación Altruista de Alimentos de la Ciudad de México, con la que se busca «promover, orientar y regular las donaciones de alimentos aptas para el consumo humano para evitar el desperdicio injustificado. Establece principios y criterios orientados dentro del tema de las políticas públicas para la participación del sector público, social y privado para promover una cultura de no desperdicio. Con eso se contribuye a satisfacer las necesidades alimentarias de la población más vulnerable o que tenga carencia alimentaria», dice Daniel Seedorf, asesor en la Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México, (Sedeso) a Mundano.
Con ello, se sancionará a las empresas y particulares que tiren o destruyan alimentos aptos para el consumo humano, así como aquellos que hagan donaciones que no cumplan con las características de inocuidad o que intenten lucrar con ello.
«Esta donación está dirigida específicamente para la población que se encuentra con una carencia alimentaria y a los programas de seguridad alimentaria de la Secretaría de Desarrollo Social y los DIF (Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia). Las donaciones se van a manejar a través de bancos de alimentos, para fomentar que se creen más y está a favor de las instituciones que realicen labores sociales, como albergues, que estén comprobados y con un registro o certificación oficial», continúa Seedorf.
LOS BANCOS DE ALIMENTOS
Los principales aliados en la lucha contra el desperdicio de comida son justamente los bancos de alimentos, asociaciones sin fines de lucro que se encargan de recibir, seleccionar y entregar aquellos bienes en buen estado. Uno de los más antiguos e importantes en México es Alimentos para Todos (APT), fundado hace 23 años, cuyas alianzas con la Central de Abastos, empresas de la industria alimentaria y cadenas de supermercado, han permitido salvar de la pérdida 900 toneladas mensuales de comida y así beneficiar a 60 mil personas a la semana.
«APT surge a partir de la necesidad que hay de rescatar todo el alimento que todavía es apto para consumo humano, es decir, que aún sirve sin poner en riesgo la salud de las personas, que se puede consumir pero que, por alguna razón, ha perdido su valor comercial, por ejemplo, por fechas de caducidad próximas a vencer, estrictos controles de calidad por parte de las tiendas mayoristas o grandes cadenas comerciales, que estén maltratados. Todo aquello que como producto ya no es tan atractivo o que perdió su valor comercial, pero no quiere decir que ya no sirva», dice Mariana Jiménez, vocera oficial de la asociación en entrevista.
Junto con los voluntarios, «seleccionan, dignifican y clasifican» las donaciones recibidas, para armar paquetes que generalmente incluyen frijol, arroz, verduras, frutas, cereal, jugo, pasta, pan dulce, bolillo y yogurt.
«Recuperamos alimentos y productos principalmente de la Central de Abastos, de donde recogemos en promedio 300 toneladas de frutas y verduras al mes; de las tiendas de autoservicio actualmente tenemos 237 Walmart que donan todos los días y nueve centros de distribución; Oxxo y también las empresas de la industria alimentaria como Lala, Mondelez, Nestle, algunas cadenas de restaurantes y hoteles», menciona Jiménez.
Actualmente atienden en promedio a 60 mil personas semanal o quincenalmente, en la Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Tlaxcala y Morelos.
«Los atendemos en comunidades, a grupos organizados en una determinada zona geográfica, donde nombran un comité o un líder comunitario que es el que se acerca a nosotros en busca del apoyo y a quien semanalmente le entregamos, vienen a nuestras instalaciones y se llevan el producto. No atendemos a las 60 mil personas directamente sino a través de sus representantes o de instituciones como casas hogar, asilos de ancianos, centros de rehabilitación, hospitales, parroquias», dice.
Al respecto de la nueva Ley promulgada en la Ciudad de México, la vocera de Alimento para Todos, considera que «es necesario que haya un documento legislativo en el que se establezcan todo los mecanismos de tutela para aplicar las leyes que ya existen, porque ya hay mucha regulación en tema de donación de alimentos, está en la Ley del Impuesto sobre la Renta, donde se pacta cuáles van a ser los incentivos fiscales para las personas que reúnen alimento y es necesario enmarcarlo todo de manera que sea de más fácil contención y sobre todo que se incentive la donación más allá de que se sancione. En un país donde impera la corrupción, las sanciones muchas veces fomentan más corrupción, en cambio los incentivos resultan mucho más atractivos sobre todo para las empresas que finalmente tienen otros mecanismos para deducir impuestos, qué mejor que lo puedan hacer agregando un valor social a sus procesos».
Pero, ¿pueden los consumidores sumarse a este esfuerzo? «Nosotros no solemos rescatar el tipo de alimento que preparan en sus casas, sin embargo a través de las colectas que hacemos a lo largo del año, en donde invitamos a los consumidores a participar, ahí es en donde los pequeños donativos se reciben, con apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), el servicio militar y Scouts de México, vamos puerta por puerta en diferentes cuadrantes de la ciudad solicitando todo aquel alimento que tienes en tu alacena que no está preparado pero que a lo mejor compraste de más o incluso hay familias que compran arroz, frijol, latas de atún específicamente para las colectas», finaliza.
LA DISCO SOPA Y OTRAS ALTERNATIVAS
Este 29 de abril se celebrará el primer World Disco Soup Day, un día en el que la organización Slow Food convoca a todos sus simpatizantes a participar en un llamado global a hacer conciencia sobre el desperdicio de alimentos, en el contexto de que anualmente se tiran a la basura 1.3 billones de toneladas de comida en todo el mundo.
“La disco Sopa es un movimiento internacional que se ocupa de difundir conciencia acerca del desperdicio alimentario, como uno de los grandes temas del sistema agroalimentario pero lo hace de un modo colaborativo y festivo. Surge en Alemania en el año 2012, bajo el nombre de Schnippeldisko, que se traduce como ‘Disco rebanada’, ahí fue donde le incorporaron el factor de la música, para que el mensaje fuera más placentero y menos impactante. De ahí llega a Francia y se hace todo un movimiento, se empieza a esparcir poco a poco por todo el mundo y Slow Food, particularmente los jóvenes, lo toman como una de sus actividades insignia para difundir la consciencia acerca del tema», dice en entrevista Eduardo Correa, coordinador de la red de jóvenes de Slow Food en México.
Explica que el evento se divide en dos momentos: la recolección y la preparación o fiesta. «En la recolección se trabaja un tiempo antes, sobre todo con comerciantes, dueños de puestos de frutas y verduras de los mercados públicos, para que puedan reservar un poco de los productos que por estar un poco más maduros, por tener algún defecto o estar magullado, van a tirar. Eso también se puede hacer con restaurantes que tengan algo de merma, pero no es habitual, pues casi no desperdician materia prima. También con el apoyo de instituciones o bancos de alimentos. La idea es trabajar directamente con los marchantes para que guarden la fruta y verdura que están por desperdiciar, para que con esa podamos trabajar. A la fiesta se invita a la gente a participar con sus tablas, cuchillos, trastes, para lavar, desinfectar, picar y después cocinar esas frutas y verduras recuperadas y con eso hacer comida para todos los asistentes».
Contacto
«Slow Food es un movimiento internacional que se funda en los 80 en Italia y en México llega aproximadamente en el 2006, con algunos chefs, cocineros y dueños de restaurantes que lo conocieron y se queda un poquito estancado en ese ambiente gastronómico del cual desde el 2012 se ha podido sacar gracias al trabajo de una red muy diversa, conformada por activistas, voluntarios, productores, campesinos, académicos, que en total tiene unos 450 0 500 socios afiliados aproximadamente a nivel nacional.
Hay diferentes actividades, todas de carácter local, se conforman grupos de interesados en los diferentes territorios donde se quiera tener una presencia de Slow Food y se organizan eventos como visitas a productores, hay mercados campesinos o ‘de la tierra’, la Disco Sopa, todo tipo de actividades para reconectarnos con nuestros alimentos en su origen y concientizarnos de nuestras propias decisiones alimentarias y cómo impactan a nivel local y global», finaliza Correa.