Ciudad de México, 27 de diciembre (SinEmbargo).- ¿Qué tanto tiempo son tres meses? Desde el pasado 26 de septiembre, cuando 43 jóvenes estudiantes fueron detenidos y desaparecidos por policías en Iguala, Guerrero, para sus padres han sido 91 días en los que cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día que ha transcurrido, sus corazones “lloran con la ausencia de los muchachos”.
Para sus compañeros estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos ha sido una larga noche que aún no termina, como expresó uno de ellos, Omar García.
Para miles y miles de ciudadanos indignados, ha sido un continuo salir a las calles a protestar, siempre con la misma exigencia: que esos estudiantes aparezcan con vida, como estaban cuando policías de los municipios de Iguala y Cocula, según la versión oficial, los detuvieron y se los llevaron.
La versión que las autoridades respaldan es que esos policías los entregaron a integrantes de un grupo criminal llamado Guerreros Unidos y que ellos los mataron y luego quemaron sus cadáveres en un basurero, en una pira gigante que duró unas 15 horas. Y que, después de eso, recogieron las cenizas y trituraron los huesos, los llevaron en bolsas de plástico hacia un río y ahí los tiraron.
Investigaciones periodísticas y análisis de académicos han puesto en duda esa versión, mientras los días transcurren sin que se tenga certeza absoluta de su veracidad.
Para los padres de esos muchachos, el asunto va más allá: si han pasado tres meses sin dar con el paradero de sus hijos es porque “el gobierno no ha sabido dar respuesta a la demanda principal de las familias”, como expresó el vocero de esos padres y madres, Felipe de la Cruz, en un mitin realizado al pie del Monumento a la Revolución y que fue el colofón de una marcha que convocó a miles en la Ciudad de México.
“¡Qué error tan grande cometió Enrique Peña Nieto al creer que nos iba a derrotar haciendo que quedara en el olvido este hecho de lesa humanidad! Han pasado tres meses: para nosotros tres meses de dignidad, de lucha y de coraje, y no de olvido”, dijo de la Cruz, también padre de uno de los jóvenes desaparecidos.
Sus palabras recuerdan a un Presidente que tardó 11 días en hacer su primera declaración sobre el ataque a los estudiantes -considerado la crisis más grave en materia de derechos humanos en lo que va del sexenio- y quien al principio intentó minimizar el problema diciendo que se trataba de un asunto local.
También recuerdan a un Presidente que se reunió con los padres de los estudiantes desaparecidos hasta 33 días después de la desaparición forzada de sus hijos, y quien ya para entonces había asegurado que no dejaría el menor resquicio de impunidad en el caso y que llegaría “tope donde tope”.
Ayer, a tres meses de que un hecho que involucró a agentes del Estado no se ha resuelto, el representante de las familias que buscan a sus hijos recordó que sus demandas esenciales se mantienen, puesto que no se han cumplido: la presentación con vida de los estudiantes y castigo a los culpables de su desaparición.
Esas mismas exigencias han sacado a miles de personas a protestar a las calles, en una inusitada respuesta ciudadana que no se había visto en muchos años. Ayer, al cumplirse tres meses de la desaparición forzada de 43 estudiantes, en la Ciudad de México -donde han ocurrido la mayoría de las marchas por los normalistas desaparecidos- los manifestantes se contaban por miles, como ha ocurrido desde la primera marcha.
Y también, como ha ocurrido desde la primera protesta en la capital del país, quienes se movilizan no son sólo estudiantes ni organizaciones políticas -que solían ser el músculo de las manifestaciones. A exigir la presentación con vida de los estudiantes normalistas han salido también adultos, ancianos, padres de familia con sus hijos, profesionistas, o alumnos de universidades privadas.
Ayer ahí estuvieron todos ellos, otra vez, una vez más. Quizá la temporada vacacional no permitió más organización entre los estudiantes y por eso no hubo, como en ocasiones anteriores, contingentes de cada escuela. Era más bien un enorme y único conrtingente, que se fue alargando conforme avanzó por Paseo de la Reforma, desde el Ángel de la Independencia y hasta su parada final en el Monumento a la Revolución.
Banderines de la Universidad Nacional Autónoma de México, del Instituto Politécnico Nacional, de la Universidad Autónoma Metropolitana y un enorme lienzo con la sigla de la Autónoma de la Ciudad de México daban cuenta de la presencia de estudiantes de esas escuelas. Junto a ellas, y en mayor número, se ondeaban banderitas de México intervenidas, con los colores verde y rojo vueltos un luctuoso negro.
Desde las primeras marchas esas banderitas aparecieron, y luego se convirtieron en un enorme lienzo con la leyenda “El Estado ha muerto” bordeando el escudo nacional. Ayer, una bandera nacional -también intervenida- carecía de la emblemática águila que devora una serpiente. En su lugar, una frase: “Desaparición forzada”.
Los nuevos símbolos en las marchas también han sido consecuencia de mantener en la impunidad una desaparición forzada y masiva de estudiantes durante tres meses.
Y no sólo eso. El transcurrir de los días también ha contribuido a que cada movilización parezca mejor organizada, a que más personas se sumen a las marchas por primera vez, y a que haya un mayor cuidado entre los manifestantes cuando advierten posibles infiltrados que buscan incitar a la violencia.
La preocupación no es cosa menor, pues la jornada de protestas en estos tres meses ha dejado su cuota de detenciones, hechas de forma arbitraria y en la mayoría de los casos con violencia, detonadas a partir de actos vandálicos cometidos al final de la protesta.
La sospecha de que pudiera tratarse de una violencia inducida ha quedado como un asunto pendiente de aclarar.
En esta ocasión, ese temor no se materializó. La multitudinaria marcha transcurrió en paz y sin contratiempos.
LOS SIGUIENTES PASOS
Ya en la Plaza de la República, donde se erige el Monumento a la Revolución, algunos de los padres de los normalistas desaparecidos tomaron el micrófono ante la multitud que los acompañó.
De la Cruz recordó que fue en ese mismo lugar donde hace 20 días, al término de otra marcha, los familiares de los estudiantes advirtieron que si ellos no iban a poder celebrar la Navidad con sus hijos, tampoco habría celebración para el gobierno.
Y lo cumplieron. La Nochebuena, en medio del frío y de una inusual lluvia, los familiares de los normalistas desaparecidos, acompañados de decenas de ciudadanos, se encaminaron hacia la Residencia Oficial de Los Pinos para realizar ahí un evento llamado #CenaConAyotzi.
Los familiares no pudieron acercarse a la casa del Presidente, pues un destacamento de granaderos les impidió el paso y tuvieron que permanecer en las inmediaciones.
Ahora, en vísperas del Año Nuevo, de la Cruz dijo que tampoco habría celebración para ellos.
Y lanzó una advertencia para el próximo año: que no habrá elecciones en Guerrero.
“Porque ningún pinche partido es la solución al pueblo de México. En Guerrero no habrá elecciones en el 2015; primero tienen que entregarnos a nuestros muchachos. Mientras no aparezcan no puede haber paz, como quiere y lo menciona el Gobernador de Guerrero”.
El rechazo a la contienda electoral para el próximo año fue respaldada por otros padres de familia, quienes también hablaron ante una audiencia que cada tanto les mostraba su apoyo gritándoles “¡No están solos!” o “Ayotzi somos todos”.
Uno de esos padres, Mario González, dijo en su intervención: “Nosotros como padres de familia estamos peleando por 43 alumnos, por los 43 hijos que no podemos encontrar. No sabemos cómo hacerle con nuestra desesperación. hemos visto a los padres en el día, luchando; y en la noche nos caemos, llorando, porque sí, es muy feo como padre de familia, no tener al ser querido a un lado”.
Él también refrendó que así como no tuvieron celebración de Navidad, no la tendrán para Año Nuevo. “Vamos a seguir y nosotros no estamos cansados”.
En las arengas de los padres de familia -sólo una madre entre ellos- no faltaron los agradecimientos a la gente que se ha solidarizado con su causa.
En ese mismo tenor comenzó su discurso Omar García, un normalista de Ayotzinapa que se cuenta entre los sobrevivientes al ataque en el que 43 de sus compañeros fueron detenidos por policías y tres más asesinados.
García agradeció el apoyo de los ciudadanos en torno a lo que consideró un problema “que el Estado mexicano ya no puede resolver”.
El estudiante y activista de la Normal de Ayotzinapa llamó a los ciudadanos a asumir el problema y a pasar de la movilización a la acción para el próximo año.
“Tenemos que prepararnos para darle a estos cabrones un 2015 que no van a olvidar nunca, un 2015 que va a ser del pueblo […] Tenemos que subirle de tono porque hemos llevado ya tres meses con el mismo tono y definitivamente no nos hacen caso. Hay que empezar a forjar nuevos métodos de organización, nueva voluntad de lucha, reforzar nuestro espíritu, saber que está en el pueblo ls solución del problema y no en las autoridades mexicanas”.