Tal vez, tal vez no sea éste el último inédito de que tengamos noticia de Ciorán, pensador prolífico y en buena medida una voz dentro de la conciencia europea contemporánea. Aquí presentamos Extravíos, un Cioran en estado puro.
Por Ricardo Martínez
Ciudad de México, 27 de octubre (SinEmbargo/Culturamas).- Por cuanto que el tal pensar prolífico (y fructífero) a buen seguro ocupará, si no un armario tan denso y poblado como el afamado del autor Fernando Pessoa, seguro que sí nos propiciará en adelante textos para pensar y pensarnos, para establecer una relación crítica con la realidad, y, por extensión, con la Nada (o esa idea de la nada que bien podría asociarse tantas veces a la muerte). En tal sentido, en la página 25, el lector tendrá ocasión de asistir a una de tales afinidades con la Nada, a modo de lección –tal como su tono didáctico-sentencioso le solía llevar por los camino de la expresión: “La frivolidad o la renuncia son las únicas actitudes que puede adoptar un espíritu libre de ilusiones. La ‘realidad’ no existe, sino sólo la apariencia o la nada. Uno puede consagrarse a ambas; no necesariamente en serio, puesto que no operamos en el es. ‘Ser’ es un verbo que se conjuga en la irrealidad y que sólo asume su dignidad de sustantivo por la ceguera de nuestro deseo”.
El modo casi categórico con el que Emile Cioran da la impresión de expresarse en tantas ocasiones, no obstante, pudiera dar lugar a interpretaciones excesivamente condenatorias como especie, mas pienso que no ha de interpretarse tanto su discurso desde un lado apocalíptico sino como una forma teórica de deserción de la realidad, de desconfianza en el futuro; en el fondo, podría o debería entenderse también tal discurso como un perentorio llamamiento a la necesidad consciente de pensar la realidad como algo transitorio, virtual en cierto sentido; una figuración de los instintos que, como especie, nos impelen a defender como supervivencia, y, a la vez, una realidad insustancial y vacua que no nos llevará a lugar alguno donde el resultado sea cualquier tipo de optimismo constructivo.
He aquí, pues, que estamos ante un Cioran en estado puro, de alguna manera repetitivo podrían pensar algunos, si bien la tal o posible repetición no es sino una indagación lenta, penetrante, reiterada en un pensamiento que para él supuso una guía de conducta y comportamiento y que viene a decir, creo: cualquier proyecto de futuro será en vano; si queremos pensar en el futuro, pensemos en el pasado como la única y verdadera realidad a la que como hombres hayamos podido tener acceso. Una rememoración, si cabe, de los famosos versos eliotianos: en mi futuro está mi pasado. Más o menos.
Una lectura ésta, pues, llena de devenir especulativo, de deslumbrante consciencia de ese vago devenir que algunos llaman porvenir. Dicho con las bien conjuntadas palabras de este autor que, para sí, se pensaba como un optimista: “Siento una inmensa compasión por todo lo que existe –y por eso no tengo ninguna esperanza. El hilo del tiempo se devana como el comentario a un suspiro incomprensible. El deseo de vivir es un interminable sufrimiento por el que, sin embargo, soportamos todos los demás sufrimientos”.
Lectura didáctica, pensará más de un lector.
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